Además de saltarse la austeridad, los congresos locales se han convertido en órganos donde no se prioriza la transparencia ni la rendición de cuentas. Así lo considera Eduardo Bohórquez, director de Transparencia Mexicana, una organización que desde hace una década se ha dedicado a impulsar la cultura de parlamentos abiertos.

Para el especialista, que los diputados locales en los congresos del país se hayan ajustado a las medidas de austeridad propuestas desde el gobierno federal no garantiza una eficiencia del gasto, pues explica que en general se aprueban presupuestos inflados donde existen múltiples colchones para reclasificar y reasignar recursos, sin que se les exija transparentar dichos cambios.

Esta opacidad en los congresos, explica, se debe a que hasta hace una década se les consideraba órganos pequeños y baratos, por lo que la transparencia legislativa es una exigencia mucho más reciente, en comparación con la que se le exige a los poderes Ejecutivos. “Históricamente no se comparaban con nadie, pues son poderes autónomos y por ello abusan, en términos generales, de cómo usan los recursos”.

En 2015, cuando se impulsó la Ley general de Transparencia en Información Pública, fue cuando se incluyó a los congresos como sujetos obligados a la rendición de cuentas; sin embargo, son los órganos de fiscalización en cada entidad los que se encargan de dicha materia.

Para Bohórquez, especialista en el combate a la corrupción, esto es una debilidad, ya que dichos órganos de fiscalización a su vez dependen de los congresos para la asignación de recursos cada año, por lo que “por miedo a represalias, en términos presupuestales, no son proactivos y no empujan a los congresos a ser transparentes”.

Por esa razón, agrega, en muchas veces las cámaras bajas locales ni si quiera tienen comisiones de transparencia, y cuando se le exige a los legisladores que hagan pública la forma en que gastan el presupuesto, lo toman como un ataque político.

Tres nudos. Durante el impulso a los parlamentos abiertos, Bohórquez ha detectado tres “nudos” en los que se concentra la opacidad de los poderes legislativos. El primero responde a que los congresos pocas veces dan a conocer su programa anual de adquisiciones: si no se publica, no sabes qué se compra, indica.

Un segundo obstáculo es la asignación de prerrogativas discrecionales a bancadas y dentro de ellas a legisladores, la cual se usa como instrumento de control de las juntas de Coordinación Política. El tercero es que en lo general los congresos son “malos compradores” y sus adquisiciones las hacen en la opacidad y sin “racionalidad administrativa” que evite el dispendio.

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