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Chilpancingo.— Los reporteros de Guerrero recurrieron a los pocos mecanismos de defensa con los que cuentan: marcharon en Chilpancingo y Acapulco. Tomaron las calles, las recorrieron y exigieron un alto a los ataques.
Salieron a las calles como mecanismo de autoprotección; en la última semana —del 19 al 28 de noviembre— tres periodistas y dos de sus familiares fueron privados de su libertad en Taxco y, en Chilpancingo, cuatro más fueron atacados a balazos.
Los tres de Taxco fueron liberados y, de los cuatro de Chilpancingo, uno sigue en el hospital y su estado de salud es reportado grave.
“Ha sido una semana muy dura”, dice un reportero mientras marcha en las calles de Chilpancingo.
“¡Una semana, todo el año!, pero después de todo hemos tenido suerte: los tres de Taxco fueron liberados y los de Chilpancingo están vivos”, señala otro periodista.
“Sí, hemos tenido suerte, el problema es cuando se nos termine esa suerte”, subraya otro comunicador.
Cuando los reporteros no sean liberados y no resulten heridos, se convertirán en una de estas dos palabras: desaparecidos o asesinados.
El mediodía del pasado martes, cuando regresaban de cubrir el asesinato de un chofer del transporte público, los reporteros Víctor Mateo, Óscar Guerrero, Jesús de la Cruz y Héctor Camacho fueron atacados por dos hombres que iban a bordo de una motocicleta.
Óscar Guerrero y Héctor Camacho recibieron un rozón de bala, mientras Víctor Mateo un balazo en la cara y Jesús de la Cruz, un tiro en el cuello. Los cuatro son reporteros que no cuentan con derechos laborales; a la mayoría les pagan por nota o fotografía publicada y, en el caso de Jesús de la Cruz, el único pago es el que recibe a través del programa del gobierno federal Jóvenes Construyendo el Futuro.
En Chilpancingo, a las 11 de la mañana salió el continente de las instalaciones de la Sección 17 del Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa (SNRP). Eran más de 100, entre periodistas, reporteras e integrantes de organizaciones sociales, magisteriales, campesinas y colectivos de familiares de desaparecidos.
Es de las pocas veces que organizaciones sociales y colectivos de familiares de desaparecidos salen junto con los comunicadores a marchar para exigir respeto a la libertad de expresión. También es la primera vez en Chilpancingo que se presenta un ataque masivo contra la prensa.
El primer punto de la marcha fue el zócalo de Chilpancingo, en el ayuntamiento. La exigencia fue para la presidenta municipal, la morenista Norma Otilia Hernández Martínez, para que respete el ejercicio periodístico y que brinde garantías para ejercerlo.
La marcha siguió, pero el ambiente era de tensión, de consternación. Un compañero, Víctor Mateo, reportero de Quadratín Guerrero y de la Agencia de Noticias Guerrero, seguía en el Hospital General internado con un diagnóstico de gravedad por el balazo que recibió en la cara.
El segundo punto fue en la delegación de la Fiscalía General de la República (FGE). Los reporteros y reporteras lograron ingresar hasta el vestíbulo. Ahí un trabajador intentó callar las protestas en lugar de escuchar las demandas. Incluso le arrebató el celular a un periodista. Tuvo que intervenir personal de la Comisión Estatal de Derechos Humanos (Codehum). El delegado se escudó para no dar atención, dijo que llevaba un mes y medio y él no sabía bien el contexto del estado.
La última parada fue el Palacio de Gobierno. Ahí se realizó un mitin. Fueron tres exigencias: que el gobierno de la morenista Evelyn Salgado Pineda respete y garantice la libertad de expresión; que el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, termine con su campaña de estigmatización del trabajo de los periodistas, y que se le dé todas la atenciones médicas al reportero herido.