Coahuayana.— Para más de 300 familias michoacanas no habrá Navidad y mucho menos un feliz Año Nuevo. El crimen organizado los desplazó de sus comunidades, principalmente de los municipios de Coalcomán y Chinicuila.
Las cerca de mil 400 víctimas de desplazamiento forzado se han refugiado en el municipio de Coahuayana, de los más seguros en la entidad.
EL UNIVERSAL platicó con algunos padres de familia, quienes afirman que el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) los despojó de su patrimonio.
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Pero no sólo eso, les robó la tranquilidad y les asesinó los sueños y tradiciones familiares, además de la afectación sicológica que les ha dejado la violencia.
Don Socorro Lemus Zepeda era carnicero. Huyó hace un año de su natal Chinicuila, junto con 14 miembros de su familia, entre hijos, hijas, su esposa y nietos.
Recuerda que esa noche un grupo armado del CJNG ingresó a la cabecera municipal y otras comunidades y empezó a disparar a viviendas y comercios.
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Postrado en una hamaca, debido a una lesión y múltiples operaciones en su pie izquierdo, el hombre de avanzada edad cuenta que eran cerca de las nueve de la noche del 22 de diciembre de 2021, cuando varias camionetas con gente armada irrumpieron en Chinicuila.
Dice que el comando provenía de Coalcomán y que por casi una hora se detuvo afuera del cuartel de la Guardia Nacional, en Villa Victoria, cabecera municipal.
Don Socorro recuerda que fue un desfile de al menos 30 camionetas, con gente fuertemente armada, el que encendió la alerta entre los pobladores.
“Pero enseguidita, los chingadazones de las ráfagas en las casas y en los negocios. Entonces, nomás agarré a mi familia y nos metimos debajo de las camas.
“Y pues huimos por esas personas, porque tenemos niños chiquitos que cuidar. A mí me quemaron tres casas, de unas hijas, que no tenían que ver, porque yo tenía mi carnicería”, comenta el hombre.
Dice que el CJNG quería que el comerciante les pagara cuota por su establecimiento, pero que él se negó, ya que no tenía liquidez para sostener la extorsión.
Ahora, don Socorro Lemus vive de dádivas y de los trabajos que sus hijos han logrado.
Señala que esta Navidad para él, su esposa, sus nietos y sus hijos será muy triste.
“Antes, pues trabajábamos todos en la carnicería, había dinero, había tranquilidad y había modo para festejar todo y aquí no porque vivimos al día”, lamenta.
“Esto es cada vez más triste”
Alonso Valencia Serratos era ganadero y tuvo que dejar todo para huir con su familia.
El hombre, de 45 años, tampoco pudo pagar las cuotas impuestas por el crimen, lo que le costó que le arrebataran sus propiedades. Dice que esta Navidad “va a ser muy triste porque uno como quiera ya está grande y perdí todo lo que tenía, pero imagínese los niños y niñas.
“Pues es algo muy doloroso porque ya acostumbrarse a esto [el desplazamiento] no vale la pena. Se pregunta uno, ¿qué vamos a hacer? y es algo muy triste”, explica.
Alonso cuenta que una de las cosas más humillantes fue tener que llegar “de arrimado”.
“Y pues así, qué Navidad puede ser para uno, porque lo perdiste todo y andas ahí, sin dinero y apenas, porque toda tu entrada y tu economía la tenías en tu rancho”, lamenta.
El también ingeniero agrónomo señala que más que la pérdida material, el daño está dentro de todos porque su familia no ha vuelto a sonreír, no tiene ánimos de hacer nada; extrañan su tierra, sus amigos y sus tradiciones.
“Entre ellas, la Navidad y ya ni pensar en un feliz Año Nuevo, porque eso ya es casi imposible. El crimen asesinó nuestros sueños y tradiciones”, subraya.
Sostiene que lo más triste es que no haya autoridad alguna que impida la crueldad y violencia con la que opera el crimen organizado en sus pueblos.
Oleadas de desplazados
El número de desplazados que han llegado al municipio de Coahuayana se incrementó en los últimos meses.
María del Rosario Ruiz Velázquez, presidenta del DIF en Coahuayana, informa que tienen un estimado de mil 382 desplazados michoacanos y de otros estados.
“Tenemos personas que vienen de Guerrero, de Chiapas, de Colima, de aquí mismo, de los municipios aledaños: Coalcomán, Chinicuila, Aquila; personas que vienen debido a que en sus lugares de origen existe muchísima violencia”, indica.
Ruiz Velázquez explica que desde hace poco más de un año empezaron a llegar familias que huían de la violencia y los han atendido con los recursos que tienen, que son insuficientes porque el número de desplazados ya es mayor a mil 400 y aumenta.
Pese a todo, asegura que no pueden dejar a la deriva a las víctimas y les han ofrecido cobijas, comida y un espacio para vivir.
Reconoce que los desplazados ya lo perdieron todo: su dinero, sus patrimonio, su trabajo que era el sustento, y hasta la ilusión de pasar una Nochebuena.
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