Mérida.— La pandemia le dio un duro golpe al bolsillo familiar, pues desmanteló su empresa de banquetes, fiestas, bodas y XV años, pero le abrió otra puerta, de la cual, incluso, ha llegado a internacionalizarse.
Después de más de un año de no tener empleo, Juliana Grisel Canul Oxté, de 47 años de edad, echó a andar su creatividad y comenzó a poner en marcha un nuevo negocio familiar: la elaboración, confección y distribución de cubrebocas personalizados, en el que el secreto es la participación de todos los integrantes de su familia, pues cada uno tiene un rol específico.
Esa labor, realizada en armonía y hasta con un poco de suerte, le permitió a doña Juliana Grisel ingresar en mercados extranjeros como Canadá e Italia, donde recientemente comenzó a mandar un modesto pedido de 500 prendas, pero no pierde la esperanza de que pronto se puedan sumar diferentes lugares para más encargos.
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La transformación
Desde joven, doña Juliana Grisel trabajó con sus padres en diferentes actividades, pero fue hace 20 años que la organización de eventos y fiestas eran el negocio familiar, donde preparaban los banquetes, además se dedicaban a la elaboración del vestuario para XV años, bodas, graduaciones y otros eventos.
Sin embargo, cuando empezó la pandemia, las fiestas y eventos se apagaron y, a decir de doña Juliana, es algo que difícilmente volverá, o al menos no tendrá la misma demanda.
“Tenía bastantes eventos, bodas, graduaciones... la verdad no me podía quejar. Entre mi esposo y yo veíamos para solventar los gastos de la casa y hasta antes de la pandemia las cosas iban bien, más que bien, se ganaba buen dinero, pero eso ya no será”, lamenta.
“Le hice un cubrebocas a mi hija y mi hermanito dijo: ‘Préstamelo’, y pues tuve que hacer otro. En eso él me comentó: ‘Lo voy a subir a Facebook para promocionarlo’. Como es coreógrafo tiene muchas amistades. He trabajado con él por el tema de los eventos sociales y fue así como la gente los empezó a pedir y nos dimos cuenta que podría darse buena venta con esas prendas. En 10 minutos recabamos 50 encargos”, recuerda.
En su domicilio, ubicado en el centro de Mérida, improvisaron el taller de costura y prendas, pues contaban con tela e hilos y así empezaron a confeccionar los pedidos.
Es ahí donde doña Juliana, su madre y sus dos hijas —de 24 y 22 años de edad— le ayudan en la confección de los cubrebocas que se elaboran con la figura de varios personajes, de niños, de paisajes o hasta con la imagen del rostro de alguien.
El trabajo de compra, confección y elaboración de los cubrebocas ya es tarea de toda la familia. Ellos saben que su banquetera difícilmente podrá reabrir y que la mayoría de los eventos que tenían previamente contratados se cancelaron, por lo que se activaron, “se pusieron las pilas” y dividieron los trabajos.
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“Los cubrebocas están hechos 100% en familia: mi madre corta la prenda, yo lo coso, mis hijas lo promocionan en redes sociales, mi esposo plancha la tela, mientras que mi papá se encarga de la distribución junto con mi esposo”, detalla doña Juliana.
La emprendedora familiar indica que, a diferencia de otros productores, ellos siguen las recomendaciones y elaboran la prenda con cuatro capas tal como marca la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Gracias a eso, ha logrado tener una clientela fija que además le genera recomendaciones haciendo que el negocio prevalezca y pueda crecer, pues sus envíos no sólo han sido en Mérida, sino que ha llegado a todo el país y su orgullo es haber cumplido con pedidos en países como Canadá e Italia.
Juliana comenta que ese mercado se mantendrá un buen tiempo, porque, lamentablemente, la pandemia parece que no terminará pronto y en su momento definirán si retoman su actividad de banquetes.