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Acapulco.— La necesidad llevó a Carlos Reyes Rojas a convertirse en aprendiz de palapero, un trabajo que actualmente en este puerto es muy demandado puesto que el huracán Otis derribó la mayoría de las cabañas de restaurantes y hoteles a la orilla de la playa.
El reto ahora es reactivarse lo más pronto posible para volver a atraer turistas y no desaparecer de manera definitiva.
Cuando apoyaba en las labores de limpieza de Bocana Beach, en la playa Papagayo donde trabaja su hijo, Carlos se encontró con este histórico oficio al que se decidió a entrar porque sus ingresos como vendedor de desayunos nutricionales ya no le alcanzaban después de la emergencia.
“Es mi primera vez, se me dio la oportunidad de estar aquí aprendiendo este maravilloso oficio y la remuneración no es mala para lo que está pasando. Me gusta la adrenalina”, comenta a EL UNIVERSAL el hombre.
Señala que lleva escasos 20 días en este nuevo trabajo que define como “emocionante”.
Explica que se inicia poniendo los cimientos de la cabaña, luego la madera y después la palapa; “es pura adrenalina andar allá arriba, es algo padre porque se siente la adrenalina. Después de ser vendedor y hacer esto, es algo muy diferente”, cuenta emocionado.
Entre los rayos del sol y el sonido de las olas del mar, Carlos Reyes Rojas reconoce que el huracán, como a muchos en Acapulco, le cambió la vida, pero para bien, porque aprende algo nuevo y, además, es un oficio bien remunerado.
Sin embargo, duda en dedicarse a esto de manera permanente porque, dice, a su edad “ya no es tan fácil andar allá arriba colocando la madera. Más adelante vamos a ver, porque sí es algo muy fuerte y hay que buscar algo que no sea tan riesgoso, ya tengo una edad avanzada, hay que pensar en la altura porque no es tan fácil estar allá arriba”.
Después del desastre que dejó el ciclón tropical, Carlos considera que ser palapero se ha convertido en un trabajo pesado.
Reconoce su admiración por Rufino Guzmán, a quien definió como un “maestro de altura” y quien le dio la oportunidad de aprender en la reconstrucción de la cabaña del restaurante Bocana Beach Papagayo. “Después el desastre que hubo, es un trabajo fuerte, pesado y yo los admiro de verdad porque es pesado el oficio del palapero. Yo veía palapas, cabañas, pero nunca supe cómo se hacían”, cuenta.
Da gracias a Dios por tener trabajo, y de que él y su familia están bien de salud, porque es lo más importante para poder generar ingresos.
“Gracias a Dios tenemos trabajo y estamos bien de salud, y eso es lo más importante para poder generar ingresos”, manifiesta.
Carlos Reyes Rojas asegura que nunca había visto una tragedia tan grande como la que dejó el huracán Otis en el puerto de Acapulco, pero, reitera, “estamos bien gracias a Dios”.
La experiencia de don Rufino
El señor Rufino Guzmán, con 40 años de experiencia como palapero, afirma que aunque tienen más trabajo que antes, le entristece ver las palapas de Acapulco derribadas por el huracán.
“Siento que es como una desgracia, porque yo no quiero daño para nadie, yo quisiera que todo estuviera como antes, aunque con poco trabajo. No me alegra [que haya más trabajo construyendo palapas], me da tristeza ver destrozos por donde quiera, familias humildes que también perdieron sus hogares. Si yo soy humilde, hay otros más humildes, y eso no me alegra”, expresa.
Señala que desde los 14 años comenzó a aprender el oficio de palapero, siguiendo los pasos y las enseñanzas de su padre.
“Mi papá se dedicaba a esto y yo seguí su oficio, y ahora sí que lo que bien se aprende nunca se olvida”. asegura don Rufino.