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“Padre Marcelo esta es la última vez que te vengo a ver. Que Dios te reciba en su morada”, exclamó la profesora Alicia Hernández López, ante al féretro rodeado de flores, una pintura con el rostro del párroco que fue asesinado el domingo por la mañana, en el barrio de Cuxtitali, al oriente de San Cristóbal de las Casas.
Aunque originarios de la comunidad Chichelalhó, los miembros de la familia del párroco llegaron hace más de 40 años a la cabecera municipal, donde levantaron una casa a 500 metros de la parroquia de San Andrés, que es donde el adolescente Marcelo conoció al sacerdote James Andrés Lockett, (nacido en Nueva Orleans, Luisiana, que adoptó el nombre de Diego Andrés y que estuvo en ese municipio entre 1962 a 1991). Gracias al sacerdote norteamericano, Marcelo, decidió estudiar teología. “El padre Diego Andrés lo apoyo bastante”, contó un familiar.
Ahí en ese templo donde Marcelo decidió abrazar la teología como una forma de vida para ayudar sus hermanos tzotziles, será inhumado este martes después del mediodía.
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El lunes a las 9 de la mañana, el cortejo llegó a la plaza central de San Andrés Larráinzar, donde se ofició una misa de cuerpo presente. Sus padres Miguel Pérez Sántiz y Antonia Pérez y sus ocho hermanos, seis hombres y dos mujeres, recibieron las condolencias de cientos de tzotziles que llegaron de comunidades en extrema pobreza de las regiones Norte y Altos.
Durante la misa de cuerpo presente, el cardenal Felipe Arizmendi Esquivel, que en el 2002 ordenó a Marcelo como uno de los primeros sacerdotes indígenas de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, exaltó su martirio. “Dio la vida a sus hermanos como Jesucristo. Por eso en esta santa misa ponemos la vida del padre Marcelo con Cristo Jesús, para que sea una ofrenda agradable a nuestro Padre Dios, para que traiga la paz, la justicia, que tanto necesitamos”.
El obispo Rodrigo Aguilar Martínez expresó que el asesinato del sacerdote Marcelo Pérez Pérez, unió a la Iglesia. “El hecho de la partida del padre Marcelo nos ha hecho unirnos más hoy como tantos otros días”. “Pero no dejó de valor su enorme crecimiento que él tuvo hacia su formación sacerdotal, de tartamudear para hablar, por lo que me dicen, después se entregó generosamente fiel al Evangelio de Jesucristo para vivirlo y anunciarlo”
“Por esa fidelidad a Jesucristo, el padre Marcelo sabía que estaba amenazado. Corría peligro su vida, sin embargo, no delimitó su mensaje”, agregó el obispo Aguilar Martínez que era escuchado por cientos de feligreses. “La muerte para quienes tenemos fe en Jesucristo es solo un traslado, un paso a la vida plena”. “La muerte no es el final de todo. Es el inicio de la vida que cuenta”.
A la misa acudieron los sacerdotes y laicos de las siete regiones en la que se divide la diócesis, en un territorio de 42 municipios de Chiapas.
El obispo Aguilar Martínez dijo que tiene fue que Dios haya recibido en su reino al sacerdote asesinado. “Confiamos en que Dios lo haya acogido en el reino de los cielos y que tengamos con él un intercesor para cumplir nuestra vocación y misión”.
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Al grupo que planeó el asesinato del sacerdote Marcelo, le pidió que aún tienen tiempo de corregir su accionar. “Rectifiquen. Tienen todavía tiempo. Ustedes actores de la maldad que están escuchando rectifiquen su vida. Transformen su corazón”, expresó el obispo.
El cardenal Arizmendi Esquivel sostuvo que el sacerdote Marcelo fue un fiel servidor de la Palabra de Dios en las comunidades donde trabajo. “Marcelo no era líder de un partido político, ni de un grupo, sino ministro de Dios que viviéramos como hermanos. Quería que Chiapas no fuera un infierno, sino un paraíso de paz”.
Cuando el cuerpo llegó a la casa de los padres del sacerdote, sus hermanos comentaron que no tienen deseos de venganza. “No queremos venganza. Queremos paz, porque la paz es lo que promovía mi hermano. Toda la familia queremos paz”, dijo uno de los hermanos del sacerdote fallecido.
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La profesora Alicia Hernández López, llegó procedente de Huitiupán, para despedirse del padre Marcelo que conoció en el 2015, cuando llegó a Huitipán, para hablarse de la necesidad de organizarse ante los cobros desmedidos que realiza la CFE. “Padre Marcelo esta es la última vez que te vengo a ver”, expresó la maestra.
María Antonia, una mujer que conoció al sacerdote Marcelo Pérez, en el 2014, contó que vino a despedirse del sacerdote que conoció en Simojovel. “Hasta que hoy lo vine a ver ya muerto. Vine a ver su cara por última vez”, soltó la mujer que hace una década se acercó al párroco para pedirle ayuda económica para que su hija Ana le realizaran unos estudios médicos. El sacerdote le entregó mil 500 pesos.
Mientras se desarrollaba la misa, varios hombres abrían la tumba atrás del templo de San Andrés, donde el adolescente Marcelo se inspiró a estudiar teología, será inhumado después del mediodía del martes.
aov/mgm