El párroco de la iglesia de Nuestra Señora de El Rosario, en Apatzingán, José Luis Segura Barragán, no está de acuerdo con la práctica del obispo de la diócesis Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, de pactar con criminales para alcanzar la paz y que dejen de matar a candidatos en Guerrero.

Afirma que Rangel transgredió las reglas de la Iglesia al reconocer a delincuentes como una autoridad y al inmiscuirse en temas de carácter electoral: “Pactar con el narco es reconocer al narco como una autoridad, es legitimarlo”, advierte.

Sin embargo, reconoce que el obispo Rangel se atrevió a hablar, pues la mayoría de los obispos están callados y no quieren decir nada: “Para ellos no existe que el rebaño sea atacado por los lobos, que se llaman los narcos”.

Segura Barragán fue uno de los sacerdotes a quienes les tocó el levantamiento de las autodefensas en La Ruana, municipio de Buenavista, Michoacán, y actualmente predica en una de las comunidades en las que operan las células vivas de Los Caballeros Templarios.

Con su experiencia, asegura que Guerrero está peor que cuando el cártel dominaba en Michoacán, pues recuerda que el grupo criminal se apoderó de todo en el estado: “Al decir todo, era todo: la gubernatura, las alcaldías, el Poder Judicial, los senadores y diputados federales, los diputados locales, las policías, la economía y hasta una narco secta del Santo Chayo”.

¿Cómo debería ser la relación entre el clero y la sociedad?

—Es muy difícil presentar una postura. Por un lado están el crimen organizado y también el crimen del gobierno, porque Guerrero parece que no es un Estado de derecho de ninguna forma. La gente está desesperada y toma las medidas que considera necesarias, sean legales o ilegales, morales o amorales.

Entonces, quiere decir que el obispo [Rangel] no encuentra otra manera de ayudar a la paz, pero al hacer eso está transgrediendo las mismas reglas de la Iglesia.

¿En qué sentido?

—En que no se puede reconocer a los delincuentes como una autoridad legítima en una nación, un municipio o un estado de la República. La autoridad legítima son el gobernador de Guerrero y los presidentes municipales. Posiblemente no sirvan para nada, el narco ya los rebasó, pero son la autoridad legítima.

¿Esa podría ser la otra regla que estaría rompiendo? ¿tratar de inmiscuirse en un tema de paz, pero también electoral?

—Sí, son las dos cosas. El obispo pareciera que quiere que el narco respete las elecciones y a los candidatos y, por otro lado, es una intromisión a los procesos electorales.

¿A veces no basta con que los sacerdotes sólo escuchen?

—No, no basta, pero soy respetuoso también del sentir de los demás porque cada persona sabe hasta dónde puede llegar. Lo que veo es que el obispo de Guerrero se anima a hablar. Lo hace de una manera improcedente, pero s interviene. La mayoría de los obispos están callados, no quieren decir nada.

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