Villagrán .— Un cascarón de camioneta reducida a cenizas es la señal del camino que va hacia la comunidad Santa Rosa de Lima, entrando por San José de Guanajuato.
Conforme se avanza, metros adelante se ven trozos de llantas y los esqueletos de otros tres vehículos quemados. Les sigue un retén militar, marinos y granaderos por todos lados. En la plaza comunitaria los elementos de seguridad tomaron el templo como base de descanso y para coordinar operaciones.
“Hoy creo que ni el cura vendrá a poner la ceniza”, comenta la vecina aledaña al recinto religioso en este miércoles de ceniza. “Nosotros no tenemos que pagar por la culpa de ese señor Marro, ni lo conozco”, dice.
Madres de familia con alimentos y abarrotes se desplazan entre cientos de policías estatales, agentes de investigación criminal y fuerzas federales que tienen sitiado el poblado. “Mucha gente no sale de sus casas porque les asusta ver tantos policías”, dice Carmen, quien lleva naranjas.
“Uno se asusta con tanta cosa del gobierno, nos sentimos como encerrados, yo me siento mal”, dice la vecina de 69 años. Comenta que dice que en toda su vida no había visto algo así, “se siente bien feo”.
En la plaza del poblado, alrededor de 200 elementos de las Fuerzas de Seguridad Pública del Estado (FSPE) hacen pase de lista, a un lado de un vehículo carbonizado, en la cancha de basquetbol. A un costado y detrás ellos, elementos de Protección Civil con dos ambulancias y vehículos utilitarios.
Al transcurrir el tercer día desde la incursión de las fuerzas estatales y federales, en la calle principal de Santa Rosa aún permanecen vehículos con ventanas, medallones y parabrisas rotos, llantas ponchadas algunos desvalijados. El olor a llanta quemada corre con el viento.
Las escuelas de preescolar, Rosaura Zapata Cano; primaria Presidente Carranza (en ambos turnos) y en la telesecundaria 367, ubicadas junto al jardín, están cerradas. Las clases se suspendieron el lunes pasado cuando comenzó el operativo policial. No hay movimiento, dice la empleada de la tortillería ubicada en la calle principal, quien agrega que se vende poco.
Varias familias abandonaron sus hogares. “Mi sobrina se fue con sus hijos por temor”, dijo una mujer.
En grupos, policías estatales y agentes de investigación criminal cuidan casas con sellos oficiales; otros están asignados a cateos en la calle Pinos, algunos cuidan y desplazan autos robados, coordinan grúas cargadas con vehículos, otros están en campamentos en la plaza del pueblo o en recorridos en los campos de cultivo.