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Villa Unión.— Un pueblo de 4 mil habitantes, Villa Unión era conocido por ser tranquilo y donde nada pasaba, uno de esos lugares donde las puertas siempre estaban abiertas. Tras el ataque ocurrido el sábado pasado, las cosas han cambiado.
Arturo, un lugareño, comenta que la gente en el pueblo está preocupada y traumada. “Pa’ las siete u ocho de la noche se salía a caminar, ahorita no”, dice.
Ayer por la mañana no había gente en las calles, sólo se escuchaba el sonido de autos que van y vienen, del serrucho, del martillo, y de los vidrios que caen en la Presidencia Municipal, donde el sábado un grupo de presuntos pistoleros del Cártel del Noreste abrieron fuego contra la fachada, dejándola como coladera.
Decenas de trabajadores enjarran, enyesan, pintan, recogen vidrios y barren. Es el sonido de un pueblo asustado por el enfrentamiento entre hombres armados y policiales. Hasta ayer sumaban 23 personas fallecidas: 17 delincuentes abatidos, cuatro policías estatales y dos civiles, así como 10 presuntos criminales detenidos.
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En el pueblo se mira poca gente en las calles y la que sale es para recoger escombros o barrer las entradas. Pocos hablan.
Entrar a Villa Unión es comenzar a ver casas y negocios con balazos en las fachadas, en las paredes, en las ventanas. Atrás del edificio de presidencia, un minisúper y una carnicería están abiertos. Los vidrios de su fachada tienen al menos 30 impactos de bala.
“Aquí estaba abierto, escuché y me tiré al suelo y me escondí”, recuerda la dueña del lugar. “Tengo que abrir, porque qué hago, pero esto está jodido”, dice.
Isidra vive con su hijo de 12 años a un lado de una tienda que ella misma despacha, ubicada unos metros de la Presidencia Municipal. Cuenta que salió minutos antes de que se desatara la balacera. Dejó a su hijo dormido, pero los balazos lo despertaron. “Mami no vengas, no vengas”, se comunicó el niño.
Isidra dice que escuchaba de fondo el tronido de la pólvora. Su hijo se echó al suelo y se escondió en el clóset. “No te asomes, tírate al suelo”, le ordenó su madre.
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Los testimonios en el corazón de Villa Unión relatan que escucharon los balazos por lo menos durante una hora y media. “Parecía un infierno. Pensamos que no iba a terminar. Los disparos eran continuos, nunca cesaron”, recuerda Francisco, dueño de una forrajera a 200 metros de la plaza principal.
Dice que lo que vivieron ese día no se puede describir. Comenta que escucharon los disparos en la presidencia y en un principio pensaron que eran cuetes, pero que se asomó y vio las camionetas artilladas.
“Cada una [de las camionetas] llevaba unas seis, siete personas disparando al aire. Pasaron tronando demasiado fuerte. Gritando que venían a limpiar el pueblo. Sabrá Dios”, detalla.
Francisco se resguardó en el baño con su esposa. Después de que terminaron los disparos, miró en video lo que le sucedió a su municipio.
“Si querían asustarnos, nos dejaron bien asustados”, refiere.
Nadie se mira caminando por las aceras. Ahora el susto parece que los persigue a todas horas. Como a Alma, quien desde el sábado le tiene miedo a la noche.
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“Antes decía: ‘Ya quiero que caiga la noche para descansar’, ahorita no quiero que se termine el día. En la noche me da más miedo, se me hace que oigo ruidos en mi casa o tengo miedo de volver a escuchar eso que pasó”, comenta.
Alma dice que no quiere volver a vivir lo del sábado, que Villa Unión siempre fue muy tranquilo y pacífico y que ahora mira a la gente muy triste. Ella misma, agrega, siente mucho miedo y tristeza.
Para Alma, el tiempo del enfrentamiento fue eterno. Cuenta que junto con su hija y su nieta, que tiene un año, se encerraron en el baño para protegerse: “Se me hicieron muchas horas. Nos tiramos al piso. Cerramos las puertas y todo porque buscaban [los delincuentes] dónde refugiarse, se andaban metiendo a las casas”.
Son las 10:00 horas y Alma, su hija y su nieta llegan a una ferretería: “Salimos a lo que tenemos que ir, a comprar e ir otra vez a la casa”.
Lo mismo dice Isidra: “Salimos porque tenemos que salir. Menos no. La gente tiene miedo”, cuenta.
Su hijo no quiere ir a la escuela y pese a que no se han suspendido las clases, muchos padres no han llevado a los menores.
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Los vecinos aseguran que varias personas decidieron salir del pueblo. Isidra y su hijo optaron por irse unos días con su hermano. “No se quiere quedar en la casa. Está bien traumatizado, apenas ayer [lunes] quiso comer”, plática Isidra sobre su hijo, quien escuchó el enfrentamiento. Pero ella sabe que tienen que rehacer su vida poco a poco.
Alma, quien durante sus 49 años, ha residido en Villa Unión, platica que su hija se irá. Su esposo tiene que regresar a Estados Unidos a trabajar y decidieron irse con él. “La van a pensar para venir con el susto”, añade.
“Toda la gente está bien asustada, [hay] mucho trauma en el pueblo”, dice. Por eso, personal del DIF Coahuila ya llegó al municipio con una brigada de atención sicológica.
Isidra así resume al municipio: “Villa Unión siempre fue muy pacífico. Si venían a asustarnos, nos dejaron bien asustados”.