Palenque.— Ni el Covid-19 ni el cierre del tráfico no esencial en la frontera sur a causa de la pandemia han detenido los flujos migratorios de Centroamérica a México, país de tránsito para quienes huyen de la violencia en su tierra.
La migración desde Guatemala, El Salvador y Honduras cambió, pues las caravanas se convirtieron en pequeños grupos, muchos de ellos familiares.
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En Palenque, Chiapas, en la línea fronteriza entre El Ceibo y Tenosique, Tabasco, los migrantes ahora usan caminos entre la selva. No hay rutas definidas: arriesgan la vida, pero lejos de traficantes y autoridades federales.