Torreón.— Yajaira Hernández Landeros no asimila el asesinato de su hijo Byron Alberto Sonora Hernández, de 14 años. Dice que primero tiene que buscar la justicia de su hijo y ya después verá su estado de salud.
“Ahorita yo soy la que menos importa”, comenta la madre del joven que fue agredido por integrantes de una pandilla en Torreón, Coahuila, y que en un video de una cámara de seguridad de la quinta en donde fue asesinado, se observa cómo tiene enterrada un arma blanca en la espalda, luce ensangrentado y se desploma.
Fue alrededor de la una de la mañana del 10 de noviembre que la madre recibió una llamada de Vanesa, amiga de su hijo, para avisarle que era urgente que llegara al lugar. “Venga, venga”, gritaba la amiga, según el relato de Yajaira.
Cuando la señora llegó al lugar, no hubo mucho que hacer. Los paramédicos le dijeron que su hijo ya no tenía signos vitales.
Byron Alberto era su hijo mayor y quería ser soldado. El próximo año iba a entrar a la preparatoria. “No tenía problemas. Tuvo muchos amigos, nunca buscó problemas. Fue sin razón alguna, sólo por ser de una colonia que no era la de ellos”, comenta la madre.
No hay razón clara del ataque. Los agresores eran miembros de una pandilla que se hace llamar Los de la Planta, por ser vecinos de una planta termoeléctrica. La señora Yajaira no habla del proceso que se lleva contra Edwin “N” e Irving “N”, de 15 y 16 años, respectivamente, por su presunta responsabilidad del homicidio calificado de su hijo.
La madre recuerda a Byron como un niño bonito, trabajador, estudioso y respetuoso con la gente. “Nunca se metió con nadie, nunca le faltó el respeto a nadie. Nunca recibí una queja de él en la secundaria”.
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También era un joven que ayudaba a su madre en los quehaceres del hogar y le ayudaba con sus dos hermanas menores.
Quería ser soldado porque quería ayudar a la gente, asegura su madre. “Yo le decía que no porque lo podían mandar lejos, lo podían mandar a la guerra y sólo me decía ‘que qué tenía’. Él quería servir”.
A Byron le gustaban las cumbias colombianas y el rap en inglés como Tupac o 50 Cent. Días antes de su asesinato había dejado una solicitud de empleo en un minisúper. Días antes de su homicidio estaba emocionado que le fueran a llamar.
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“Quería trabajar porque quería comprarse ropa para su cumpleaños, el 21 de diciembre”, recuerda la madre. Una semana después del asesinato, le llamaron para que se presentara a una entrevista. Yajaira tuvo que informar lo que sucedió.
“No lo he aceptado. No lo he asimilado. Sus amigos vienen a verme, a veces se quedan a dormir. No me han dejado sola, platican lo que hacían, sus anécdotas”.
Yajaira Hernández sólo quiere justicia. Teme que los presuntos responsables reciban un castigo reducido a causa de su edad. “No me parece justo. Le quitaron una vida grande a mi niño, con muchos sueños. Lo que hicieron fue cosa de adultos, que los juzguen como adultos”.