Reynosa.— A sus 10 años, Elder Flores tenía como juguete una pistola, con la cual era obligado a robar en su natal Ahuachapán, El Salvador.
“Nosotros no crecimos como los niños comunes, a mí me enseñaron a disparar y me dieron una pistola para robar. Nunca maté a nadie, los asustaba para quitarles el dinero y salía corriendo. Del primer dinero que robé me dieron 10 dólares, para mí era mucho dinero, compré comida y una pelota de plástico”, relata.
Elder dice que pensó que su sueño de jugar futbol, tan bien como Maradona, por fin se haría realidad, pero la pandilla que lo obligaba a delinquir no le daba tiempo para practicarlo.
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“Cada día entraban niños nuevos, no sé cuántos éramos, pero entre más dinero hurtaban era más difícil que nos dejaran salir. Los grandes iban por nosotros, nos vigilaban y nos llevaban a lugares diferentes para trabajar. No teníamos tiempo de jugar, a veces nos llevaban algo de comer y luego, cuando se hacía de noche, nos dejaban regresar a casa”, recuerda.
¿Nunca dijiste a tus padres lo que pasaba?, se le pregunta.
“Mi mamá está en Estados Unidos, mi papá trabajaba y sólo tengo una hermana, ella no sabía. Yo le llevaba de comer porque en la casa no había nada. Con lo que me daban compraba fruta, leche o pan, eso comíamos”, dice.
Elder recuerda que el día que le contó a su padre él tomó la decisión de emigrar a Estados Unidos para buscar a su madre, mientras su hermana se quedó al cuidado de su abuela materna.
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“Salimos una noche, cuando nadie nos veía. Dejamos la casa y ya no volvimos. Me puse contento porque ya no tenía que robar, viajamos para buscar a mi mamá, pero no lo logramos porque nos atraparon y nos dejaron en Reynosa. Ya no vamos a poder buscarla y tampoco podemos regresar a El Salvador”, señala preocupado.
Asegura que su padre aún no decide lo que harán. Ellos consideran quedarse en México, pero no en Reynosa.
“Mi papá dice que podemos ir a Monterrey o a Tijuana, aún no lo sabemos. Aquí no consigue trabajo, no queremos volver a nuestro país porque allá no se vive bien y en Reynosa lo que veo es que tampoco se puede trabajar. Aquí nos dan de comer, nos traen ropa y nos dieron pelotas para jugar, pero no tenemos una casa, dormimos en esas casas de campaña”, lamenta Elder.
Dan muñeca por sueño americano
Argelia Andis, de 11 años, y Flor Hernández, de 10, son hondureñas; ambas sueñan con tener una muñeca o una bicicleta, pero si tuviesen que pedir un deseo por el Día del Niño sería que les den la oportunidad de vivir en Estados Unidos.
“Yo cambiaría una muñeca por estar en Estados Unidos. Allá mi papá puede trabajar, podemos tener una casa, puedo ir a la escuela, eso es mucho mejor que cualquier juguete. Vale más tener comida, agua, eso es mucho más, por eso quiero que nos dejen estar allá, ya no podemos volver a Honduras, no es vida para nosotros”, asegura Argelia.
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“En Honduras hay personas muy malas, no dejaban en paz a mi papá, molestaban a mi mamá y eso nos daba mucho miedo. Un tío nos dijo que nos recibía en Estados Unidos, él está en San Antonio, ya tiene mucho tiempo, pero apenas pasamos por Matamoros y nos regresaron por Reynosa. Aquí ya tenemos un mes viviendo, pero la verdad es que ya no quiero estar aquí porque estamos en la calle”, cuenta la menor.
Flor recuerda que en su natal Honduras vivían en casa de su abuela materna y que al menos contaban con alimento porque sus tíos y su papá trabajaban en un mercado.
“Ahorita vivimos aquí en esta plaza. Nos regalaron una casa de campaña para dormir, pero cuando llueve se mete el agua, en las noches tengo frío. Yo quisiera que nos dejen entrar a Estados Unidos para que mis papás trabajen, creo que ese sería mi mejor regalo del Día del Niño, aunque no sabía que había un día para los niños”, comenta sonriente.
Atienden
En el albergue de Senda de Vida hay 317 personas, de las cuales 147 son menores de edad y 170 adultos, mientras que en el albergue instalado en el Gimnasio de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, en Reynosa, se brinda atención a un total de 26 niños y 24 niñas de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua.
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“El DIF Tamaulipas colabora con sicólogos, trabajadores sociales y abogados, de la Procuraduría de Protección a Niñas, Niños, Adolescentes y la Familia, con la finalidad de garantizar en todo momento sus derechos. Se trabaja de manera coordinada con organizaciones de la sociedad civil que atienden a personas migrantes, como en el caso de Senda de Vida y Casa del Migrante Reynosa”, explicó la funcionaria.
Mientras tanto, los menores arman equipos de futbol, improvisan porterías y juegan en el parque Plaza de la República, donde está el campamento que sus padres han improvisado en el centro de Reynosa. Unos minutos para ser niños y olvidarse de las preocupaciones sobre su futuro.