Monterrey, Nuevo León

Los niños del Instituto Educativo Anáhuac no tenían idea sobre los pueblos originarios de México y pensaban que un indígena era como un “extraterrestre” o un “dinosaurio”, pero después de varios meses de trabajo de sus maestras, de la directora Martha Patricia Ortiz, traductores y un equipo de músicos aprecian su legado y aporte de los pueblos.

El colegio privado —localizado en una colonia residencial de San Nicolás de los Garza— ya venía impartiendo a los niños de preescolar clases de inglés y francés, pero ahora sus alumnos conocen su cultura y tradiciones, utilizando la música como herramienta de aprendizaje por medio de rondas infantiles que cantan en las lenguas náhuatl y téenek.

Nacimiento del proyecto

Hace cuatro años, al planear las actividades con las maestras, la directora planteó la idea de incluir rondas infantiles, pero en lenguas nativas para reconocer y preservar nuestras raíces culturales, además de fomentar la inclusión.

Elaboró un proyecto que gustó a su personal docente, pero estuvo a punto de desistir porque no encontraron canciones infantiles en lenguas indígenas. Sin embargo, animada por sus maestras, volvió a la carga y optó por buscar traductores y cantantes que llevaran a las lenguas nativas las tradicionales rondas infantiles.

Al indagar entre amigos, Patricia Ortiz contactó a María del Refugio Morales, una mujer originaria de la Huasteca potosina hablante del náhuatl que preside la asociación civil Fomento Educativo Intercultural y está certificada como traductora, fue ella quien armó un equipo con integrantes de la agrupación.

El grupo encabezado por María del Refugio (náhuatl) y Cornelio Martínez Odón (téenek) se dividió el trabajo para traducir a dichas lenguas originarias 10 rondas infantiles: “La víbora de la mar”, “Acitrón”, “Arroz con leche”, “Brinca la tablita”, “El patio de mi casa”, “La pájara pinta”, “Lindo pescadito”, “Los elefantes”, “Naranja dulce” y “Se me ha perdido una niña”.

La tarea no fue nada sencilla, dice la promotora del proyecto, pues muchas veces al hacer la traducción, cuando llegaban con los músicos, se daban cuenta de que estaba descuadrada la métrica, y había que trabajar de nuevo hasta encontrar las palabras adecuadas.

Después, Patricia Ortiz logró otras dos importantes colaboraciones: el productor, Héctor Julio Lázaro, quien había sido maestro de música en el colegio, y la de su hermano Roberto Ortiz Aguirre, quien puso a disposición su naciente disquera ROA Record’s.

En un inicio mandó hacer sólo 50 discos para obsequiar entre el personal docente y gente cercana al instituto, pero a raíz de un video que circula en redes sociales —en el que aparecen los niños del colegio bailando y cantando rondas infantiles, vestidos con ropa tradicional indígena— le han pedido a la directora información desde otros estados y de países como Ecuador, Colombia y Perú, para preguntar por el proyecto y cómo pueden obtener la música.

La directora confía en que pronto subirán a plataformas digitales los temas mencionados en náhuatl y téenek para que la puedan bajar quienes deseen hacerlo y no descarta que este esfuerzo motive a instituciones oficiales para emprender algo similar, pues reveló que una funcionaria de Quintana Roo mostró interés en ese sentido.

En lo desconocido

La directora relata que al iniciar el proyecto de enseñar lenguas y cultura indígena a los niños tenía dudas sobre si no habría resistencia de algunos padres y madres de familia, pero resultó todo lo contrario.

Primero habló con los niños y les preguntó: “¿Qué es para ustedes un indígena?” Unos contestaron: “Es un extraterrestre”, otros que “un dinosaurio”. Patricia les explicó: “Es una persona como nosotros, pero que tiene otra cultura, otras costumbres, pero los mismos derechos”. Les mostró videos y los niños quedaron con ganas de conocer más.

Ya con ese trabajo previo, cuando se les consultó a los padres de familia sobre el concurso de rondas infantiles, estuvieron encantados de que sus hijos fueran vestidos como la gente de los pueblos originarios. “Fue muy bonito porque al llevar los muestrarios, los niños querían vestirse de esa manera y los papás fascinados de que así fuera”.

Luego participaron en un concurso de rondas infantiles, en el que el resultado fue que los niños se ganaron el aplauso y reconocimiento de la concurrencia y empataron en el primer lugar entre 12 escuelas concursantes, aunque al final para el desempate, por detalles de la convocatoria, les dieron el segundo lugar.

Difusión de la cultura

Patricia Ortiz pretendía organizar en la plaza principal de San Nicolás una presentación artística de los niños del colegio, donde personas de las comunidades indígenas que ahora habitan en la zona metropolitana pudieran exponer productos y gastronomía, pero el exceso de trabajo lo impidió, aunque no descarta realizarlo para el próximo ciclo escolar.

La única actividad que tuvieron fue un presentación en el parque San Nicolás al que acudieron los papás y mamás de los niños, donde tuvieron puros juegos tradicionales como el trompo, balero, las canicas, el yoyo, la pirinola; volaron papalotes, entre otras actividades.

El gusto por estos juegos fue tanto al grado de que cuando los niños estaban practicando se les preguntó si querían la tableta electrónica o estos juegos “nuevos” para ellos y todos optaron por lo tradicional.

La directora explicó que por el momento a los niños de primero de preescolar se les enseñó saludos en lenguas originarias; con los de segundo se trabajaron números, algunas palabras de las rondas, y a los de tercero se les enseñó saludos, números, palabras, canciones, costumbres, tradiciones y gastronomía.

Ortiz busca que este proyecto continúe con los niños en primaria, pero eso lo tiene que aprobar la directora de dicho nivel educativo para dar seguimiento.

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