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Saltillo.- Con el frío que hacía la madrugada del domingo en la Casa del Migrante de Saltillo hubo alegría y felicidad luego de que Maritza, hondureña de 24 años de edad, dio a luz a su bebé, con la ayuda de Marlene, una “se estrenó” como mamá y la otra como partera.
A las 3:45 horas, en el dormitorio de mujeres del albergue, Maritza tuvo un niño al que, dijo, le pondrá Carlos Jhoan. Carlos es un nombre que significa “Hombre Libre” y Jhoan es “Ángel de Jehová”.
Alberto Xicoténcatl Carrasco
, director de la Casa del Migrante, informó a EL UNIVERSAL del acontecimiento ocurrido cuando se registraban 4 o 5 grados de temperatura, y proporcionó el nombre que llevará el nuevo mexicano.
Destacó que van seis bebés de mujeres centroamericanas nacidos aquí, en clínicas u hospitales de esta ciudad, pero Carlos Jhoan es el primero que nace en la Casa del Migrante de Saltillo.
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Alberto Xicoténcatl relató que esta madrugada cuando Maritza empezó a sentir las contracciones más fuertes, su compañera Marlene, como pudo se hizo cargo del parto y recibió a la criatura.
Inmediatamente después la madre y el bebé fueron trasladados en una ambulancia de la Cruz Roja al Hospital General de Saltillo.
En el nosocomio el médico de guardia los revisó y aseguró que están bien, pues afortunadamente no hubo complicaciones en el alumbramiento. Ahí permanecerán internados unas horas hasta que los den de alta.
“La madre primeriza es dichosa porque su bebito está bien de salud, pero le duele mucho que por la insensibilidad de los oficiales de Migración, estén separados y su esposo no la haya acompañado en ese momento tan importante de sus vidas”, comenta el activista.
IBA A SER “GRINGO”
El pequeño solo tiene lo más indispensable, siete cambios de ropa, cinco cobijas y algunos pañales, que le regalaron algunas personas que supieron de su llegada.
Le faltan biberones y muchas cosas aún, y mientras dormirá con su madre en la litera porque no hay una cuna donde acostarlo.
Xicoténcatl Carrasco informó que el sábado la joven empezó a sentir contracciones, como sabía que le faltaba poco para el parto, (que esperaba hace más de 15 días), a las 9 de la mañana fue al Hospital General.
La consultaron y revisaron como cuatro horas después, hasta las 12, y le dijeron: “Venga cuando esté dilatando, puede tardar tres días más”, por eso se regresó al albergue.
En el refugio vive provisionalmente, desde finales del 2019 y ha pasado serios apuros porque el día 28 de diciembre les “cortaron” el agua pues deben casi medio millón de pesos a la empresa “Aguas de Saltillo” (AGSAL).
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Cuando ella salió de su natal Honduras, junto con su esposo, tenía un embarazo avanzado, venían con la ilusión de que lograrían cruzar la frontera, que su hijo nacería en la tierra del presidente Donald Trump.
Soñaban que la criatura sería de nacionalidad estadounidense, y tendría una vida mucho mejor a la de ellos. Pero se quedaron a medio camino porque fueron asegurados por agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) en el autobús en que viajaban junto con otros centroamericanos.
Como lo informó EL UNIVERSAL, elementos del INM a él lo deportaron y a ella la dejaron libre.
Optaron por no meterse “en broncas” con Derechos Humanos porque estaba embarazada.
Le dijeron que se fuera al refugio de migrantes donde la iban a recibir y aún no termina su historia.
Aún no decide si se regresará a Honduras, se queda aquí o espera a su marido para reanudar la travesía rumbo a la Unión Americana.
afcl