Querétaro, Qro.— Con la expectativa de obtener su libertad en un año, Juliana planea abrir una fábrica y tienda de peluches, los cuales aprendió a elaborar en la cárcel femenil de San José El Alto.
Asegura que está lista para reintegrarse a la sociedad y considera que su internamiento ha sido para ella “una buena escuela”.
Oriunda de Nayarit, con 13 años en San José El Alto y procesada por el delito de homicidio, Juliana comenta que en un año más podría recobrar su libertad gracias a su buena conducta y al plan de actividades en el que participa, el cual ponen las autoridades carcelarias a disposición de las internas.
El programa se da mediante acciones que incluyen atención sicológica, además de la participación en actividades deportivas, culturales y proyectos educativos, entre otros. El ser parte de este esquema ayuda a las reclusas a obtener la libertad anticipada, enfatiza Juliana.
La mujer expone que cuando ingresó al penal no acostumbraba respetar las reglas de convivencia: “Me imaginaba que tenía que pelear por todo e incluso tenía miedo de que me hicieran cosas. Cuesta mucho trabajo adaptarse a una vida en la que no hay libertad”.
Por su comportamiento agresivo, relata que más de una vez fue sancionada, “pero aprendí a respetar las normas y a las autoridades y eso cambió la perspectiva de mi vida”.
Refiere que le han enseñado a tener un trato cordial con sus compañeras internas: “Nadie se mete conmigo y yo no me meto con nadie”.
En 13 años de internamiento le han tocado tres administraciones en el penal, tiempo en el que observa avances en los servicios educativos, pues anteriormente no había la opción para estudiar preparatoria y no se tenían talleres de capacitación, como es el caso de corte y confección, “tampoco las internas tenían un plan de actividades.
“Han cambiado mucho las cosas, nos han puesto clóset en los dormitorios. El espacio que comparto con otras tres mujeres está súper bien, con mi cama y mi pantalla para ver televisión todos los días después de las seis de la tarde, hora en la que ingresamos a las celdas”, detalla.
Juliana planea quedarse a vivir en Querétaro y poner su negocio de peluches, los cuales aprendió a confeccionar en la Cueva del Peluche —como se le llama al taller donde les enseñan a maquilar.
Añade que el centro penitenciario les da a las internas la oportunidad de autoemplearse o trabajar para alguna empresa o persona: “Se nos dan las facilidades en la utilización de materiales y herramientas. Soy como multiusos, pues le entró tanto a la maquila como al autoempleo”.
El penal de San José El Alto cuenta con cinco talleres en los que se realizan actividades de corte y confección, así como elaboración de manualidades y artesanías.