El 15 de diciembre de 1985, Elma Fonseca fundó la Casa Hogar Ministerios de Amor y Misericordia (Mami), motivada por sus hijos biológicos, quienes le pidieron ayudar a niños de mujeres indígenas que no tenían hogar.
Comenzó apoyando a gran número de pequeños vulnerables cada año. Hoy, convive con casi 100 niños y jóvenes: “He tenido más de 300 hijos en tres décadas”, platica.
Elma relata que todo comenzó porque a sus hijos les conmovía ver en la calle Hidalgo, a las llamadas “Marías” con sus hijos, descalzos, con frío y hambre. Una Navidad decidimos llevarles chaquetas y zapatos. También llevamos alimento, ropa y juguetes a los que vivían en los basureros. Invitamos a amigos a que nos ayudaran a hacer esa cruzada de amor. Al siguiente año repetimos la acción y llegué a pensar que lo haría otro año y ya, pero cuando se acercaba la fecha recordaba las caritas de los pequeños y no podía faltar a la cita; ya cumplimos 34 años repitiendo esta acción”.
Lo más difícil —cuenta Elma— fue decidirnos a instalar la casa hogar, pues representaba una gran responsabilidad. “Era un compromiso que no sabíamos si sería de un invierno o más. Entonces mis hijos me dijeron que usáramos nuestra casa para que los niños tuvieran un lugar donde vivir y así iniciamos. Después, conocimos a unos ciudadanos estadounidenses de una iglesia que nos ayudaron y comenzamos a recibir a niños y niñas”, dice.
Y añade: “Son niños en situación de pobreza, de madres trabajadoras, abuelitas que los cuidan, diferentes circunstancias. Aquí los papás dan una aportación que varía entre 100 o 50 pesos por semana”.
La fundadora de la Casa Hogar Mami destaca que la razón de que lo niños estén siendo cuidados no es debido al abandono, ya que tienen familia y no deben desintegrarse.
“Los cuidamos en el día mientras sus mamás trabajan, o los pueden dejar y venir por ellos cuando descansen. Al principio, las madres los dejaban y no volvían en cinco o más años. Ahora se les obliga a venir cuando menos dos veces al mes, los niños necesitan de sus madres. Los queremos mucho y los queremos cuidar, pero los padres deben tener una responsabilidad. Buscamos que no se pierda la identidad de familia, porque ahí es donde se pierden los valores, por eso los papás deben estar atentos a las necesidades de sus hijos”.
Actualmente cuentan con 92 niños y niñas que son atendidos por 20 personas entre maestros, sicólogos, enfermeras, cocineras y personal de intendencia.
“Tenemos niñas que estuvieron con nosotros y ahora están estudiando o ya se graduaron de la universidad, esas historias de éxito son las que nos motivan a seguir ayudándolos, son nuestros hijos porque aquí los vemos crecer hasta que deben seguir por su cuenta o con sus familias".
Cirina Herrera tuvo dos hijos, uno de ellos es autista y otra tiene problemas de audición. Además, hace 21 años su esposo sufrió un derrame cerebral, que lo dejó en silla de ruedas y, finalmente, lo llevó a la muerte.
Ante esto, decidió crear la Fundación Núcleo Solidario de Discapacitados Productivos y Emprendedores, A.C., donde brinda atención a niños, niñas, jóvenes y adultos ciegos, sordomudos, con distrofia muscular, amputaciones, con síndrome Down o cualquier problema motriz.
Comenta que inicialmente se trataba de un grupo de oración, a fin de darles fortaleza a los padres, ya que muchos requerían de fe para salir adelante.
“Luego formamos talleres para las personas con discapacidad, a fin de que aprendieran un oficio y de esta forma pudieran obtener recursos por su cuenta, haciendo confitería, champú, cremas y posteriormente, dando masajes, lo cual fue un gran éxito”.
Fue entonces cuando Cirina buscó oportunidades para jóvenes y adultos con discapacidad en centros comerciales, tiendas de conveniencia y hasta en maquiladoras.
“Tenemos a personas sordas, ciegas, con debilidad visual y problemas motrices trabajando en maquiladoras como obreros de línea. Las empresas han aceptado muy bien el trabajo de nuestros chicos y les ofrecen empleos que pueden realizar, se acondicionan zonas para quienes deben usar una silla de ruedas, por ejemplo, pero lo importante es que se les brinda un sueldo seguro, prestaciones y, lo más importante, ser personas productivas”.
Asegura que como madre de niños con capacidades especiales sabe lo que es buscar apoyo y no encontrarlo, lo que sufren por no conseguir un empleo o por no poder estudiar, y a raíz de eso decidió hacer algo para congregarlos para que entre todos defendieran sus derechos y tuvieran una mejor calidad de vida.
“Son mis hijos, ellos lo saben. Me preocupo igual por los hijos que Dios me permitió llevar en mi vientre, que por los que me dio la vida en custodia. A lo mejor mucha gente no lo entiende, pero yo vine a esta vida a dejar huella, no cicatrices”, platica.
Y añade que ha perdido más de 12 hijos a lo largo de todo este tiempo, “niños y jóvenes que ya no están en esta tierra, pero que siguen en mi corazón y, como cualquier madre, he padecido ese dolor cuando físicamente ya no están”.
Actualmente el Núcleo Solidario de Discapacitados Productivos que funciona en la ciudad de Reynosa, ha logrado colocar a 600 personas en empleos formales, algunos que tienen negocios propios y muchos otros que actualmente son maestros en algunas universidades locales.