Tuxtepec.— En el zócalo de Tuxtepec se erigen Catrinas metálicas gigantes, portan huipiles de colores, guitarras sotaventinas y esqueletos fantásticos. Días antes del Día de Muertos aparecen en la ciudad industrial más grande de Oaxaca expresiones de la modernidad y su mestizaje: escuelas realizan desfiles de niños disfrazados de Catrinas, niñas maquilladas de calabaza y héroes de Marvel, mientras que en los puestos venden adornos chinos, faldas multicolores de nylon con Frida Kahlo y diademas de flores de cempasúchil de celofán estridente.
En la entrada a la ciudad se anuncia el Festival de las Ánimas, concursos de altares en espacios públicos y obras de teatro en los panteones, esfuerzos oficiales para devolverle al municipio más poblado del norte de Oaxaca sus raíces indígenas y recuperar sus fiestas tradicionales, señala el gobierno local en su sitio oficial.
Tuxtepec, a partir de la década de los 80 comenzó a perder poco a poco la identidad indígena, ligada a la celebración de los difuntos.
Lee también: ¿Abrirán bancos el 1 y 2 de noviembre por el Día de Muertos?; esto se sabe
En esos años, al menos en 50 de las 71 colonias del municipio se celebraban a nivel familiar los altares de abundancia a los muertos. Hoy, según la investigación del historiador Tomás García, hay registro únicamente de tres altares tradicionales en toda la municipalidad.
La muerte que vuelve
Tomás García Hernández hizo en 1992 un estudio preliminar que se convirtió en el libro Muerte que vuelves, y en entrevista con EL UNIVERSAL platica que desde hace un año ha vuelto al campo para profundizar en la historia de las migraciones chinantecas y mazatecas, los pueblos indígenas que habitan mayoritariamente la Cuenca del Papaloapan y que por décadas se asentaron en Tuxtepec, primero como cabecera distrital y después por el crecimiento industrial con la instalación de fábricas, ingenios y desarrollos inmobiliarios.
“Esta es una investigación más amplia centrada en Tuxtepec, estamos explorando la historia de antiguas fincas desde la época porfirista, como la Hacienda de la Soledad y la Jantha Plantation, las cuales fueron objeto de reparto agrario en la época de Lázaro Cárdenas. Macín Chico, San Rafael, Paso Canoa, Soledad Macín y San Francisco Salsipuedes, poblados con cientos de años con habitantes indígenas y que siempre hicieron Altares de Abundancia y que han ido perdiendo ese arraigo”, explica el autor.
Lee también: Día de Muertos: desfile nocturno de canoas en un pueblo mágico
“En la investigación de hace más de 30 años había otra realidad, era más regional, logramos identificar el arraigo de la tradición del Día de Muertos en el Papaloapan oaxaqueño, pero no pudimos profundizar en Tuxtepec. Ahora nos estamos enfocando más en la ciudad y sus colonias, queremos conocer, las formas en que ha permanecido la celebración, cómo han cambiado los altares, la expresión de las comunidades chinantecas y mazatecas y cómo estas ofrendas diferenciadas han ido cambiado su mitología”, sostiene.
La simplificación de los productos chinos
La nueva investigación inició hace un año y han encontrado resultados preliminares que podrían explicar el fenómeno.
Señala que la invasión de productos chinos, el comercio en línea, la migración indígena al norte de México y a Estados Unidos ha cambiado la dinámica social en poco más de cuarenta años.
“En el recorrido identificamos que hay una tendencia a la simplificación, los altares chinantecos y mazatecos eran enormes, siempre escalonados, con abundante fruta de la región tropical, no dos o tres frutas, racimos, pencas de plátano, guajolotes completos, racimos de cocos y siempre el arco del inframundo. Todo eso ha cambiado por papel, por adornos chinos y altares de un solo piso, si bien les va”, detalla.
Para García y su equipo es importante la investigación y documentación de las expresiones relacionadas con los días de muertos.
“Queremos que la investigación sea una fuente de referencia para el rescate de la tradición, los altares de Tuxtepec tienen influencia indígena y afromestiza, aunque parece un asunto devastado creemos que podemos generar con el estudio otra visión y conservar y difundirlo en centros educativos”, enfatiza.
A pesar de que los altares han dejado de ser abundantes, se conservan espacios fraccionados de los rituales más antiguos, como son la estructura rectangular formada por varas de árboles alrededor de una mesa, en la cual se colocan como adornos flores de muerto, cempasúchil, moco de pavo, hojas de cintillo, pimientón y cañas de azúcar, el cultivo preponderante en la región; al frente prevalecen los arcos para dar entrada a la llegada de las ánimas, antes era de bejuco de los cerros, ahora lo hacen con mangueras de plástico, explica el promotor cultural.
“Es claro que la tradición ha perdido terreno. El tema económico, la falta de transmisión de la tradición, el avance de las religiones evangélicas, la ausencia de los elementos naturales para el montaje de los altares, el debilitamiento de las formas organizativas, como la ayuda recíproca, entre otros. Sin embargo, en las familias donde permanece, se sigue realizando con el mismo compromiso como lo hicieron los antepasados”, precisa.