Veracruz.— El fuerte rugido de los monos aulladores, similar al de un tigre, inunda las profundidades de la selva de Los Tuxtlas, una amplia región del sur veracruzano, donde los primates enfrentan una nueva amenaza.
Los monos, amos de las copas de los árboles, han tenido que luchar por sobrevivir en su hábitat ante la depredación humana y, ahora, por la incursión de perros que trastocan su vida diaria.
Los ladridos de los perros que se encuentran cerca de la Reserva de la Biosfera de Los Tuxtlas es una amenaza para el mono aullador, especie en peligro de extinción.
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Una reciente investigación del Instituto de Neuroetología de la Universidad Veracruzana (UV), denominada Perro que ladra no muerde... pero sí perturba a la fauna silvestre, revela que los ladridos suscitaron una respuesta conductual en los monos aulladores de manto.
Las respuestas fueron principalmente vigilancia y vocalizaciones de alarma y, menos frecuente, huida, según el estudio encabezado por Ariadna Rangel Negrín y Pedro D. Dias, en conjunto con la estudiante de doctorado Eréndira Gómez Espinosa.
“El comportamiento cambia porque ellos empiezan a dedicar más tiempo a conductas como la vigilancia o el desplazamiento y esto se traduce en costos de oportunidad: si ellos están en un árbol comiendo y empiezan a ladrar los perros, los monos dejan de comer para dedicar tiempo a la vigilancia o para desplazarse y alejarse de este perturbador, entonces pierden esta oportunidad de alimentarse”, detalla Rangel Negrín.
“Juntando el estrés, el gasto energético exagerado y el riesgo de ser depredado, las poblaciones podrían empezar a mermar de manera importante y a desaparecer”, alerta.
La investigación, financiada tanto por la UV, como por el Consejo Veracruzano de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico (Coveicydet) y Leakey Foundation, se centró en las localidades de Balzapote, Montepío y la Flor de Catemaco.
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Una invasión silenciosa
El impacto de los perros en los primates, afirman los científicos veracruzanos, ha sido poco documentada principalmente debido a dos factores: 80% de la especie son arborícolas (viven exclusivamente en los árboles) y no tendrían que ser amenazadas; y las investigaciones se han enfocado principalmente en el impacto del hábitat de los primates, la cacería y pérdida o fragmentación de los bosques.
El mono aullador habita en los legendarios bosques perennifolios y si bien sus hábitos son arborícolas, puede desplazarse por el suelo entre fragmentos de bosques cuando su espacio deja de tener los recursos que necesita.
Gracias a las investigaciones, ahora se tiene evidencia de que la presencia de perros y sus ladridos afectan al comportamiento y fisiología de estos primates. En el estudio, que incluyó cinco grupos de monos aulladores, se registraron ladridos de perros en casi la mitad de los días de observación, a una tasa de un ladrido de perro por cada 3.7 horas de observación.
En 75% de las ocasiones los ladridos suscitaron una respuesta conductual en los monos aulladores, principalmente vigilancia y vocalizaciones de alarma y, menos frecuente, huida.
Para determinar si las respuestas conductuales de los monos aulladores se debían efectivamente a los ladridos, se reprodujeron experimentalmente en dos intensidades: 40 y 80 decibeles. Frente a los ladridos simulados, los monos desplegaron la conducta de vigilancia con mayor probabilidad, comparado con días sin ladridos de perro.
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“Los monos aulladores tienen ritmos muy marcados: dedican mucho tiempo al descanso, porque tienen un sistema digestivo especializado para digerir hojas que tienen poca proteína, pero mucha fibra. Por eso se dice que son animales que optimizan mucho su gasto energético: caminan poco, dedican bastante tiempo a comer y pasan muchísimo tiempo descansando para digerir, entonces el perder esta oportunidad de estar en reposo, representa un gasto energético para ellos”, explica la investigadora.
También vocalizaron con mayor probabilidad al ser expuestos a ladridos a 80 decibeles que a ladridos a 40. Además, huyeron con mayor probabilidad al exponerse a ladridos a 40 que en las otras condiciones.
Las respuestas conductuales estuvieron acompañadas de cambios en los metabolitos fecales de hormonas glucocorticoides, que son indicadores de estrés fisiológico y las concentraciones de estas hormonas aumentaron 50% en los días en que los primates fueron expuestos a los ladridos. La activación repetida de la respuesta de estrés fisiológico puede resultar en un decremento en la adecuación biológica de los individuos, ya que se asocia a efectos nocivos en la salud, reproducción y bienestar en general.
“La soluciones con respecto a los perros es súper difícil, se debería lograr, pero como los monos muchas veces viven en fragmentos que incluso están en traspatios de las casas se vuelve muy difícil”. Sin embargo, considera que al menos en las áreas Naturales Protegidas se debería poder asegurar que no entraran los canes, una situación bastante complicada debido a que no se encuentran cercadas y se cuenta con poco presupuesto para el resguardo.
Es necesario, dice Rangel Negrín, tomar acciones responsables para atender la problemática y resguardar a ambas especies.