Reynosa.— Liam Dariel Regalado Pineda apenas tiene un mes de nacido y está padeciendo las inclemencias de formar parte de una caravana migrante. Sus padres abandonaron Honduras ante el ultimátum de pandillas que les dieron una semana para huir.
Fue así que esta familia decidió emprender el viaje al norte, pero en el camino nació el pequeño Liam, en Cancún, Quintana Roo.
“En mis planes no estaba que el niño naciera en México; yo quería que naciera en Estados Unidos, pero no se pudo. Cuando llegamos a Cancún me sentí mal y el bebé estaba por nacer”, cuenta Ingrid Pineda, madre del menor.
Tras el nacimiento, la familia decidió viajar a Reynosa para establecerse temporalmente y solicitar asilo político en Estados Unidos. Sin embargo, al realizar los trámites para ser recibidos por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, les informaron que su entrada no sería posible, pues al menos el bebé, por ser mexicano, no podía ser recibido en ese país.
“Nos regresaron porque como el bebé es mexicano él no podía cruzar. Es una situación muy difícil porque estamos en un país desconocido, no tenemos dinero, no conocemos a nadie. Aquí en Reynosa nos han dado comida, ropa y medicinas, pero es muy triste saber que no tienes nada”, dice mientras las lágrimas caen por su cara.
La migrante afirma que en Estados Unidos tiene una prima que está dispuesta a recibirla, por lo que seguirán esperando hasta que se resuelva su situación. “No queremos quedarnos en Reynosa, ni volver a nuestro país, queremos llegar a Estados Unidos”, asegura.
A la intemperie
Liam es el migrante más pequeño en el campamento instalado en la Plaza de la República en la zona centro de Reynosa. A pesar de que él y su familia se encuentran a escasos cinco metros del Puente Internacional que separa a este municipio de Hidalgo, Texas, están lejos de alcanzar el sueño americano.
Sin embargo, la estancia en este campamento se está convirtiendo en un calvario, pues ni siquiera pueden comprar pañales para Liam, quien pasa los días en brazos de su madre para darle calor o en la vieja colchoneta que les sirve de cama y que deben cubrir con muchas cobijas.
El clima les juega malas pasadas, pues mientras las mañanas y noches son frías, las tardes son sumamente calientes.
“Cuando llegamos nos dieron una casa de campaña porque traemos al bebé. Aquí tenemos que dormir siete personas y los días que hace mucho frío, pues nos juntamos más. Tenemos tres colchones y muchas cobijas que nos han regalado y así la estamos pasando”, describe.
Ricardo Calderón, director del Instituto Tamaulipeco para el Migrante, y Claudia Romero, presidenta de la Fundación Ayuda Humanitaria Reynosa, coinciden en que es urgente que los migrantes cuenten con un espacio digno para vivir, y de esta forma, detener las enfermedades.
“Estamos trabajando con Médicos sin Fronteras y con personal del sector Salud que brindan consultas a los migrantes, y además les proporcionan medicamento para sus padecimientos que generalmente son gripe, tos, algunos cuadros de enfermedades intestinales, y en el peor de los casos, personas que han dado positivo a Covid-19”, refiere Claudia Romero.
Detalla que al menos 800 migrantes han sido trasladados a la Casa Senda de Vida, pero mil 500 se encuentran aún en la Plaza de la República.
En tanto, Ricardo Calderón asegura que actualmente el personal del sector Salud atiende de 30 a 40 personas a diario para determinar la enfermedad que padecen, el tratamiento a seguir y, en caso de ser necesario, referirlos a algún hospital local.
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