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Juchitán.— Orlín y Carolina, dos jóvenes hondureños, dicen que ya no buscarán el llamado sueño americano. Tienen pensado, revelan, quedarse a vivir en Juchitán, donde hallaron un empleo mejor remunerado que en su país, del que salieron hace tres meses.
Ambos jóvenes, de 19 y 18 años, respectivamente, perdieron sus empleos en el departamento de Lempira, donde él colocaba sacos de alimentos básicos de una bodega al camión y ella trabajaba en una tienda de prendas de vestir.
Frente a las grandes dificultades que la comunidad migrante enfrenta en su trayecto hacia el territorio estadounidense ante la política de contención del gobierno mexicano, cientos de extranjeros están buscando oportunidades de empleo en la región del Istmo de Tehuantepec, como no ocurría desde hace al menos dos años.
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Junto con Orlín y Carolina, Alex, de El Salvador, y Paola, de Venezuela, trabajan en la venta de pollos asados y tacos de cecina, un negocio local que se ha dedicado a vender alimentos a los cientos de migrantes que llegan a esta ciudad.
“Los contraté porque son muy trabajadores y conocen otros oficios”, cuenta Luis Ángel, dueño del negocio.
Luis Ángel es un joven emprendedor que comenzó en agosto de este año con la venta de tacos, un oficio que aprendió de su padre, quien lleva más de 20 años en el negocio como taquero y la venta de tlayudas. “Hace unos dos meses me pidieron una oportunidad y ahí estamos juntos”, dice.
“En estos dos meses de trabajar juntos, ellos me ayudan y yo los ayudo. Trabajamos en equipo, como si fuéramos una familia. Al día se les paga entre 300 y 500 pesos, dependiendo de cómo se da la venta de pollos asados o los tacos”, comenta.
Durante los primeros días de su estancia en Juchitán, los jóvenes migrantes que trabajan con Luis Ángel, quien apoya con empleo a cuatro migrantes centroamericanos y a dos venezolanos, valoraron que, frente a las dificultades de seguir el viaje al norte, era mejor quedarse en Juchitán.
Orlín y Carolina venden pollos asados en la entrada del Centro de Movilidad Migratoria (CMM) de esta ciudad juchiteca, y ahí, donde todos los días llegan unos 3 mil migrantes de todo el mundo, escuchan las historias de dolor y tragedias que se viven más hacia el norte.
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“Hay gente que pasó, pero que en el camino los secuestran, les roban, que fallecen, que no llegan al sueño americano, por eso decidimos no seguir. Salimos por falta de trabajo, y ya lo conseguimos aquí”, señalan, al tiempo de que expresan sus anhelos de tener su propia vivienda en Juchitán.
Pero no son los únicos que han encontrado oportunidades laborales en la ciudad, considerada el corazón comercial del Istmo de Tehuantepec. En el mercado hay jóvenes migrantes que descargan los camiones tipo rabón o tráileres que traen las frutas o las verduras. “Ellos me dicen que les pagan 150 pesos por un trabajo desde las tres de la madrugada a tres de la tarde”, dice Luis Ángel.
“No se vale”, lamenta que algunas personas abusen de las necesidades de los migrantes pagándoles muy poco con relación al trabajo que realizan. “Ahí están algunos mototaxistas que por un viaje al Centro de Movilidad Migratoria les cobran entre cien y 200 pesos. No se vale”, insiste.
Orlín y Carolina revelan que están contentos con el trabajo, el ingreso y el trato que les proporciona Luis Ángel, “quien nos asegura que somos como una familia muy unida”. En ese empleo tienen tres alimentos, días de descanso y un techo dónde dormir.
Ambos jóvenes dicen que ya avisaron a sus familiares en Honduras que desistieron de seguir hacia el territorio estadounidense. “Les dijimos que nos quedaremos a vivir en Juchitán, donde tenemos empleo y una luz de esperanza hacia una nueva vida”.
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