Tijuana, 14 de octubre.- Migrantes venezolanos que ingresaron a Estados Unidos para pedir asilo antes de que arrancara el programa con nuevas políticas migratorias, fueron retornados a México y antes retenidos durante días en los que fueron maltratados y víctimas de actos considerados como tortura. Incluso algunos fueron separados de sus familias, sin que a la fecha sepan dónde están.

El 13 de octubre el Subsecretario Interino de Política Fronteriza e Inmigración del Departamento de Seguridad Nacional, Blas Nuñez-Neto, dijo en atención a medios que desde un día antes entraron en vigor dichos cambios, que consisten en retornar a territorio mexicano a cualquier persona proveniente de Venezuela que ingrese vía terrestre y sin documentos.

Abraham Suárez es uno de los migrantes que llegó con el primer grupo de venezolanos retornados a Tijuana, a través de la Garita El Chaparral, luego de haber sido retenido desde el 8 de octubre pasado –antes de iniciar el programa- cuando cruzó a la Unión Americana junto con su esposa, Julianna Patricia, por la frontera entre Ciudad Juárez y El Paso Texas.

“Teníamos una semana en Texas”, dicen venezolanos
“Teníamos una semana en Texas”, dicen venezolanos

Desde hace casi una semana no sabe nada de su esposa. Oficiales de la Patrulla Fronteriza los separaron luego de que ambos se entregaran a las autoridades estadounidenses para pedirles asilo. Aunque inicialmente les dijeron que serían trasladados para iniciar su proceso de asilo, mediante engaños los retuvieron durante días en campamentos hasta que arrancó el nuevo programa y los expulsaron por separado.

“Nos quieren romper porque el maltrato no solo fue físico sino mental… en ese tiempo nos desnudaron y solo pudimos tomar un baño… hubo un oficial al que le pregunté por mi ropa y me dijo que ya no la necesitaba, que si iba a trabajar que entonces me iba a comprar mucha ropa, luego solo se burlaba con otros oficiales”, contó Abraham desde uno de los únicos refugios que abrieron temporalmente un espacio aún, en medio de una crisis de saturación.

Abraham y Juliana no eran los únicos, con ellos había otro grupo de migrantes que también cruzó y se entregó. Todos fueron llevados a un especie de campamento identificado por las familias como “El Gallinero”, un espacio habilitado en un área agreste como si fueran jaulas con rejas de alambres y techadas con carpas.

Luego de un par de horas, sin recibir información, hombres y mujeres fueron separados para ser trasladados a un cuarto frío en donde les ordenaron bañarse y les quitaron la ropa, les entregaron camisetas rotas, un pants de algodón y unas chanclas agujereadas. Al terminar fueron internados en otro salón, donde los insultos arreciaron.

“Teníamos una semana en Texas”, dicen venezolanos
“Teníamos una semana en Texas”, dicen venezolanos

Regrésate a Venezuela … a tu vieja ya la chingaron… acá van a llevarse mucho dinero”, éramos su burla, recuerda Abraham.

Preguntaba por su esposa, Julianna Patricia, pero nadie le dio información. Al caer la noche y sin noción del tiempo, solo recuerda que era de madrugada cuando fueron despertados con agua, el sueño los había vencido en un tendido al que fueron trasladados, afuera, en un campamento sobre la tierra al aire libre, con solo un plástico para amortiguar la dureza del suelo.

Al despertarlos nuevamente fueron regresados al cuarto frío, en medio de los traslados se habían encontrado con migrantes centroamericanos, mexicanos, turcos, incluso también sudamericanos de Argentina y Brasil, pero solo a las personas de Venezuela las subieron a un bus, donde fueron esposados de manos, pies y cintura, para llevarlos al aeropuerto.

Durante el viaje les dijeron que al terminar quedarían en libertad, pero cuando aterrizaron les informaron que serían entregados al gobierno mexicano, en Tijuana, a casi 2 mil kilómetros de distancia. Aunque algunos migrantes alcanzaron un espacio en alguno de los albergues otros solo tuvieron permiso de pasar la noche y durante la mañana fueron expulsados.

Los más de 30 albergues que operan en la ciudad trabajan por encima de la capacidad que tienen, sin que tengan la posibilidad de recibir a más gente.

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