Juchitán.— El bullicio intenso, la explosividad de colores, sabores y la melodía del zapoteco cesaron desde las primeras horas de ayer en el corazón comercial del Istmo de Tehuantepec.
Juchitán es ese pueblo que desde hace tres años no logra recuperarse del golpe mortal que le dio un terremoto; un pueblo que sólo ha logrado paralizar su vida comercial dos veces en su historia y las dos fue tocado por las muertes que arrastran de manera natural las desgracias.
Los lugares donde las mujeres vestidas con jardines de flores y que gritan en zapoteco a todo pulmón el famoso “totopo güero” a los visitantes; donde las pescadoras ofrecen el mejor camarón del golfo istmeño o donde las esposas de campesinos ofertan los guisos exóticos como iguana, conejo, armadillo, venado y huevos de tortuga, hoy lucen como una bodega abandonada.
Las calles no tienen identidad, el plástico y el desorden resaltan aún más las cicatrices que dejó el temblor de aquel 7 de septiembre de 2017 sobre el histórico edificio del Palacio Municipal.
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Esa fue una noche en la que la ciudad se vio paralizada por el miedo, pero ahora por el número de muertes por la pandemia, revive ese sentimiento.
Desde hoy que inicia el cierre total de comercios, para evitar la movilidad de las personas y así reducir los contagios por Covid-19, al centro de Juchitán no entran vehículos, pero llegan a colarse unos mototaxistas que evaden a los policías viales.
También se dejan ver algunos curiosos tomando fotos del cierre de los locales, registrando que por fin los tecos cedieron ante el miedo, ante los muertos del coronavirus que no dan tregua, ante las víctimas que no dejan de llegar a los panteones todos los días y que no se registran en las estadísticas de los Servicios de Salud de Oaxaca (SSO); estas personas que son los subregistros.
De acuerdo con datos del gobierno municipal, del 26 de junio al 14 de julio, de las 103 defunciones que se registraron en la ciudad, 61 fueron a causa del virus, según los certificados médicos y la información recabada por la Regiduría de Parques y Panteones.
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De ese total, 22 inhumaciones fueron clandestinas, pues se efectuaron en horas no laborales. Este número contrasta con los de los Servicios de Salud estatales que muestran sólo 23 fallecidos en Juchitán a causa del Covid-19.
En el Mercado 5 de Septiembre, el más grande de la región del Istmo, algunas comerciantes ikoots de la comunidad de San Mateo del Mar se esconden de la policía para vender lo poco que transportan.
Ellas no se enteraron o no les llegó la ordenanza de la autoridad municipal que, del 20 al 24 de julio, el comercio se cerraría como una de las medidas más drásticas para frenar los contagios y fallecimientos.
La estrategia sanitaria arrancó con la presencia del camión Godzilla, perteneciente a la Secretaría de Seguridad Pública de Oaxaca, con el que se hizo desinfección en el primer cuadro de la ciudad.
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Además, se ha reforzado el perifoneo en lenguas indígenas con las medidas básicas de higiene, así como la limpieza de calles que presentan mayor afluencia de personas.
En el primer día del cierre total de comercios, en el centro sólo se pudo observar a algunos despistados. En los bancos sólo los cajeros automáticos se encuentran en servicio.
En tanto, comerciantes del mercado están ofertando sus productos desde sus casas, mientras que elementos de la Guardia Nacional realizan rondines de vigilancia por las calles.
También continúa cerrado el Hospital General Macedonio Benítez Fuentes, luego de que 170 trabajadores de diferentes niveles dieran positivo al virus, lo que se considera el peor brote de esta enfermedad en un hospital del país.