Mérida.— “Mi hijo José Eduardo no merecía morir con tanta saña y brutalidad”, clama Dora María Ravelo, madre del joven que falleció la semana pasada víctima de los golpes y la violación que sufrió presuntamente a manos de cuatro elementos de la policía municipal de Mérida.
Horas antes del sepelio de su hijo, la señora Dora María asegura a EL UNIVERSAL que clamará justicia, aunque para eso tenga que cambiar su residencia de Veracruz a Mérida, para estar al pendiente del proceso contra los cuatro presuntos homicidas, quienes ya están detenidos.
Dora María tiene un puesto de antojitos y refrescos en su natal Isla, municipio de Veracruz, ubicado entre el puerto y la ciudad de Coatzacoalcos, pero lo cerrará para irse a vivir a Mérida y seguir de cerca el caso de su hijo y estar en contacto con las averiguaciones de la Fiscalía General del Estado (FGE), donde ella interpuso su denuncia.
La mujer tiene otros dos hijos, Irving y Óscar Daniel, pero ahora el que consume todo su tiempo es el menor, José Eduardo, que tenía 23 años y ya no está.
Dora María cuenta que hace algunos meses su hijo salió de Veracruz buscando nuevas opciones de empleo y viajó hacia Mérida. Explica que el joven contactó a un grupo de personas que ofrecen traslado, hospedaje y alimentos en tanto buscan empleo, y por lo que cobran un porcentaje.
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“A esa gente también quiero que se investigue, porque trajeron a mi hijo a Mérida y luego lo abandonaron”, expresa.
Relata que fue su propio hijo el que le avisó que había sufrido una golpiza por parte de policías municipales; eso fue el pasado 21 de julio, entonces ella pidió dinero prestado y se fue a Mérida.
“Cuando llegué lo vi golpeado y en muy malas condiciones, por lo que lo llevé al Hospital O’Horán, donde tres días después falleció y según la necropsia fue a causa de los golpes y la violación de que fue víctima presuntamente de parte de los cuatro policías meridanos”, declara la madre.
Ella dice que su hijo no era gay, pero que al estar en Mérida supo que en ese estado la gente tiene “muchos prejuicios en contra de la comunidad lésbico-gay”, por lo que ella cree que a su hijo lo confundieron y por eso lo detuvieron, golpearon y violaron.
“Mi hijo no merecía morir con tanta brutalidad. No era gay, pero aunque lo fuera hay derechos que deberían respetar, pero no lo hicieron en ningún momento”.
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Señala que José le narró que estaba en el parque de San Juan, uno de los más céntricos de Mérida, cuando los policías de la ciudad lo abordaron porque —según ellos— se veía sospechoso.
“Lo subieron a la camioneta policiaca y lo trasladaron a un lugar donde lo golpearon y violaron los cuatro policías”.
Le dan el último adiós
José Eduardo fue despedido ayer con una misa de cuerpo presente y posteriormente sepultado en el panteón municipal de la comunidad de Isla, en Veracruz, de donde era originario.
Su madre señala que no ha tenido contacto con el gobierno de Yucatán, pero que está dispuesta a recurrir, incluso, al presidente Andrés Manuel López Obrador, para que intervenga “y hagan justicia por la muerte de mi hijo. Quiero que sus asesinos sean castigados conforme a la ley, que paguen por lo que hicieron”.
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Entre sollozos, Dora María repite que su hijo fue salvajemente golpeado y humillado e insiste en que “ninguna persona merece ser tratada así”.
Reitera que, en cuanto termine el novenario, regresará a Mérida para asegurarse de que el crimen no quede impune.