Cuilco, Guatemala.— El temor de que sus hijos sean reclutados de manera forzosa por el grupo criminal que controla parte de la franja fronteriza mexicana mantiene en vilo a los chiapanecos que desde hace casi dos meses permanecen en territorio guatemalteco sin asistencia institucional, sin servicios de salud y sin acceso al trabajo, donde subsisten con la ayuda de las comunidades, organizaciones no gubernamentales e iglesias.

El próximo 25 de septiembre se cumplirán dos meses desde que unos decidieron cruzar la frontera para pedir refugio a sus vecinos guatemaltecos, tras ser atemorizados por varios días de balaceras, el paso de camiones con blindaje artesanal conocidos como monstruos y el trajinar de hombres que blandían fusiles.

Mexicanos de varias comunidades de Amatenango de la Frontera, Chiapas, huyeron el pasado 25 de julio en medio de la lluvia. Ascendieron por las montañas cargando algunas pertenencias. Varios jóvenes tuvieron que llevar a espaldas a sus padres y abuelos enfermos. Después de tres horas de camino, llegaron a Oaxaqueño, Unión Frontera, Ampliación Nueva Reforma y Plan las Vigas, comunidades de Cuilco, Guatemala, donde pidieron refugio.

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Un grupo de 270 personas se asentó en Ampliación Nueva Reforma, 45 en Monte Rico, 40 en Unión Frontera, 12 en Oaxaqueño, 12 en Jocoquitán, 32 en Villa Nueva y algunas familias, en su mayoría niños, en Plan Las Vigas y Nueva Reforma.

A través de los Consejos Comunitarios de Desarrollo (Cocode), los guatemaltecos enfrentaron la emergencia nunca vista porque hace más de 40 años eran ellos quienes huían hacia México.

Esta vez, a través de los Cocode, se organizaron las familias para proveer de alimentos a los mexicanos. En estos dos meses no han faltado los frijoles, sopa, tortillas y tamales; sin embargo, no hay frutas ni verduras, porque ahora no se puede ir al mercado de Amatenango de la Frontera a comprarlas. En Guatemala no hay dónde adquirirlas, aunque los mexicanos tampoco tienen dinero para hacerlo.

Los directivos del Cocode de Ampliación Nueva Reforma propusieron que fuera la escuela primaria donde se alojara la mayoría de los 270 mexicanos, sin embargo, otras familias se ubicaron en casas particulares.

En total, 32 comunidades, iglesias, instituciones no gubernamentales, internacionales, particulares y, en menor medida, de gobierno, han llevado ayuda alimentaria y servicios de salud a los . La 5ª Brigada de Infantería y la Fuerza Aérea Guatemalteca entregaron 270 kilos de ayuda humanitaria para ellos.

El martes 6 de agosto llegaron a Ampliación Nueva Reforma siete camionetas de la 39 Zona Militar de Ocosingo, Chiapas, al mando del general Juan Torres, con el objetivo de instalar una cocina comunitaria, pero los mexicanos pidieron que se retiraran. Algunos hombres y mujeres les suplicaron que mejor brindaran seguridad en las comunidades de donde salieron.

Al cumplirse 60 días de que los mexicanos cruzaron la frontera, permanecen temerosos de hablar con los reporteros que han llegado a la zona. Algunos que hablan lo hacen bajo la condición del anonimato, que no se les grabe o se les tome fotografías.

Al inicio del ciclo escolar 2025-2026 los maestros de nivel primaria, secundaria y preparatoria han comunicado a los padres de familia, vía WhatsApp, que las clases se reanudarán en línea, pero en Nueva Reforma la señal de internet es mala. Las familias no tienen recursos para comprar cada día fichas de 10 o 20 quetzales (25 y 50 pesos).

En la Sierra Madre de Chiapas las clases presenciales siguen suspendidas. Unos 20 mil estudiantes, de todos los niveles, no han regresado a las aulas desde hace dos semanas. Los 5 mil maestros tampoco se han plantado en los salones.

Los dos maestros de la escuela primaria Ampliación Nueva Reforma, en Guatemala, han atendido a 45 niños mexicanos en el nivel primaria y dos de preescolar, también les brindan asesoría a otros estudiantes mexicanos que se han refugiado en otras comunidades.

De los 270 mexicanos que llegaron a Ampliación Nueva Reforma sólo quedan 172, unas 41 familias. Algunos se han ido a rentar casas en comunidades vecinas y otros han decidido regresar a sus comunidades de Amatenango de la Frontera, donde el Ejército y Guardia Nacional mantiene vigilancia desde hace un par de semanas, pero las familias que se han quedado en Guatemala aseguran que eso no es garantía para regresar. “Tenemos miedo de que a nuestros hijos se los lleven”, dice una mexicana.

Algunas familias que permanecen en Ampliación Nueva Reforma y otras aprovechan que los soldados y Guardia Nacional patrullan las comunidades que dejaron, para regresar a sus hogares donde realizan labores de limpieza y tratar de recuperar sus áreas de cultivo. De sus animales de corral no hay rastro. Algunos murieron por inanición y otros se los robaron.

También perdieron semillas que tenían guardadas, aparatos electrodomésticos, vehículos, aves, borregos, ganado vacuno y equino, además de otras pertenencias.

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Al caer la noche, los mexicanos ascienden a prisa por las montañas para alojarse con sus conocidos guatemaltecos, que los han proveído de alimentos, leña y áreas de pernocta. “Como dice el dicho: mientras [las cosas] no se compongan [allá en México], aquí vamos a estar”, asegura una mujer.

Del otro lado del puente que pasa sobre el río Cuilco, rumbo a Motozintla, los guatemaltecos saben que impera una tranquilidad aparente, pero aún así, muchos de ellos no se atreven a ir hacia Amatenango de la Frontera, Frontera Comalapa, Mazapa de Madero o Motozintla para hacer compras, porque temen ser reclutados por los criminales.

El 25 de septiembre vence el permiso que el Instituto Guatemalteco de Migración otorgó a los mexicanos para su estancia legal en este país, pero esperan renovarlo para continuar hasta que haya condiciones para regresar, refieren.

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