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Pachuca.— El anuncio sobre la construcción de un memorial en honor a las 135 víctimas que dejó en enero pasado la explosión de un ducto de combustible en Tlahuelilpan, Hidalgo, ha sido recibido con opiniones encontradas por parte de las familias de las víctimas.
Mientras para unos sería un sitio para llorar a sus familiares, a quienes no volvieron a ver, para otros el dolor es demasiado grande y prefieren no acercarse al lugar de la tragedia.
En la familia Hernández Ángeles, originarios de la comunidad de Doxey en Tlaxcoapan, la pérdida de José Manuel, de 28 años de edad, es algo insuperable, ni siquiera tienen un cuerpo al qué llorar. Sus restos, dicen, no han aparecido
María Luisa es su hermana y cuenta que no saben si los restos de su hermano están entre los que fueron tras- lados a Pachuca para hacer pruebas de ADN o quedó entre la zanja.
Se estima que las personas que se encontraban más cerca del punto de la fuga de combustible quedaron calcinadas a tal grado que no hubo restos para recuperar. Los pobladores dicen que pueden ser hasta 60 víctimas.
De acuerdo con las cifras oficiales, ese 18 de enero murieron en el acto 68 de las 135 víctimas que dejó esta tragedia, el resto con heridas graves en todo su cuerpo falleció en los hospitales.
Señala que con un memorial tendrían un lugar para dejar una flor o ir a llorar: “Mi mamá va cada ocho días [al lugar del accidente], le reza un rosario y así es todas las semanas, para nosotros significaría mucho”.
Sin embargo, para Evelin Ortiz Maldonado, originaria de Tlahuelilpan —quien perdió en la explosión a su hermano Rafael y a su cuñado Omar— el memorial no importa y no están de acuerdo.
Relata que no han regresado una sola vez al lugar del accidente, “cada ocho días hay misas, pero ni a eso hemos asistido. Nosotros encontramos a nuestros familiares en los hospitales, ya no tuvimos que ir a buscarlos ahí”.
“La resignación jamás llegará, todavía tenemos el dolor, es algo difícil de superar. Nos han invitado en varias ocasiones a llevar una cruz y flores a la zanja pero no hemos aceptado, ellos no murieron ahí”, señala Evelin.
Ella insiste en que el dolor no lo calma un memorial ni el dinero.
“Se ha lucrado con esta tragedia, mis sobrinos no han recibido ninguna beca y mi hermana y mi cuñada sólo 15 mil pesos. No hay más y tampoco nos interesa, pero duele que digan que es por las víctimas, porque en realidad no se ha tenido más ayuda”, reclama.
“Tal vez por los desparecidos y las personas que ahí quedaron en la zanja o en el terreno de cultivo sea importante el memorial, pero no para todos, al menos no para nosotros. Pensar incluso tan sólo en el lugar duele, para qué queremos regresar”, concluye Evelin.