Atoyac.— Micaela Cabañas Ayala lo tiene muy claro: su único enemigo es el Estado.

Apenas tenía dos meses de nacida y sintió el poder represor del Estado: fue detenida junto con su madre, Isabel Ayala Nava, y su abuela, Rafaela Gervasio Barrientos.

Fue encarcelada en el Campo Militar Número Uno, en la Ciudad de México. Ahí aprendió a caminar y hablar. Sus primeros años los vivió mientras su madre era sometida a la tortura y a la violencia sexual.

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Fue encarcelada, junto a su madre y su abuela, en el Campo Militar Número Uno, en la Ciudad de México, sin saber, hasta la edad adulta, que era hija del líder guerrillero. Foto: Cortesía Emiliano Zapata
Fue encarcelada, junto a su madre y su abuela, en el Campo Militar Número Uno, en la Ciudad de México, sin saber, hasta la edad adulta, que era hija del líder guerrillero. Foto: Cortesía Emiliano Zapata

Micaela es la hija única de, el profesor rural que en 1967 comenzó una de las guerrillas más importantes del país. Esa guerrilla hizo que el Estado mostrara su versión más aterradora.

Micaela no conoció a Lucio Cabañas, nunca lo vio. Durante su infancia ni siquiera sabía que el líder guerrillero era su padre. Su madre se lo ocultó por miedo, porque el Estado tenía una obsesión por terminar con todo lo que oliera a Lucio Cabañas.

En la persecución que emprendió contra Lucio Cabañas, el Ejército asesinó y desapareció a cientos de personas y arrasó con pueblos completos.

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Micaela Cabañas (centro) estuvo presente en el homenaje que le realizaron a su padre, a 50 años de su asesinato. Foto: Especial
Micaela Cabañas (centro) estuvo presente en el homenaje que le realizaron a su padre, a 50 años de su asesinato. Foto: Especial

El miedo era tanto que, en los primeros años, Micaela no se llamaba Micaela, se llamaba Alejandra Natividad Ayala Nava.

Cuando ingresó a la primaria, su abuela materna, Catalina Nava, le recomendó a Isabel que le pusiera el apellido de su padre.

Isabel le cambió el apellido y le dijo el nombre de su padre: Lucio Cabañas Barrientos. El otro dato, que ya estaba muerto. No le comentó más.

En la primaria —recuerda Micaela— un profesor, Juan, la ubicó como hija de Cabañas, le decía que era de otra estirpe, que era de sangre azul. En ese momento no entendió.

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“Llegaba a la casa y le contaba a mi mamá eso, y como siempre he sido muy desmadrosa decía: ¿qué soy de sangre azul? Ni que fuera pitufo”.

Encarceladas en el Campo Militar

El 27 de noviembre de 1974, al barrio del Santuario, en Tixtla, llegó un convoy del Ejército. En la sierra de Tecpan y Atoyac los militares habían apretado el cerco contra Cabañas.

Los soldados ubicaron la casa donde vivía Rafaela Gervasio Barrientos —madre de Lucio—, Isabel y su hija recién nacida, Micaela. ¿Cómo consiguió el Ejército la ubicación? Con el mismo método que desplegó durante esos años: la tortura.

Militares torturaron y golpearon a Manuel, hermano de Lucio, hasta que le sacaron la información.

A las tres, Rafaela, Isabel y Micaela, las llevaron al Campo Militar Número Uno, en la Ciudad de México. Las encarcelaron.

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“Mi madre sufrió la represión dentro del Campo Militar, le decían: ¿Dónde está Lucio? Y me agarraban de una pata y me ponían la pistola en la cabeza. El famoso policía Acosta Chaparro directamente iba a la celda y le ponía la pistola y lo mismo: ¿dónde está Lucio?”.

En el Campo Militar estuvieron dos años, pasaron de todo, hambre, frío, golpes, tortura y violaciones sexuales.

Lucio e Isabel se conocieron en 1973 en la comunidad Santa Lucía, en la sierra de Chilpancingo. Ahí llegó Cabañas con su columna guerrillera. Estuvo tres días y partió, pero no lo hizo solo, se fue con Isabel.

Isabel se integró a la guerrilla hasta que se embarazó y ya no pudo cumplir con sus labores dentro del movimiento.

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El 3 de julio de 2011 la asesinaron. Una semana antes en el Congreso del estado se había aprobado la Comisión de la Verdad, Isabel era un testigo fundamental, porque muchas veces vio con vida dentro del Campo Militar a muchos de los que están desaparecidos.

“Tengo como seis denuncias en la Fiscalía del Estado de Guerrero por allanamiento de morada, sin ningún detenido, y eso se ha ido sumando a la carpeta, primero, de feminicidio, y ahorita ya por delito grave, pero no hay avance, no hay alguien que sea presentado como asesino de mi madre y de mi tía. Está impune. No hay una línea de investigación que diga que ella era un testigo importante de la represión de los 70”, comentó Micaela.

Admiración por su padre

Más grande, Micaela sabía que Lucio Cabañas era su padre, lo que no sabía era que había sido un líder guerrillero.

Cuando ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), Micaela lo descubrió.

“Yo tenía que hacer tareas, me iba a la prepa 1, ahí había una biblioteca y ahí hacía mis tareas. Un día viendo un apartado de libros donde habla de los movimientos sociales, hay muchos libros de Lucio, empiezo a leer y veo que dice que Lucio era un roba vacas, que era un asesino, entonces lejos de sentirme orgullosa, me sentí avergonzada”.

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Ese descubrimiento la dejó desconsolada. Micaela dice que comenzaba a tener ideas de justicia y eso le provocó un rechazo. Luego fue encontrando otros libros, comenzó a escuchar consignas que reivindicaban a su padre. Asistió a foros donde hablaban de su legado, vio cómo muchas organizaciones sociales utilizaban la imagen de su padre. Y descubrió al otro Lucio Cabañas.

El miedo de Isabel llevó a Micaela a no conocer a nadie de la familia Cabañas. Fue hasta los 19 años, que trabajaba en la terminal de autobuses, cuando hizo de nuevo un contacto.

—Tú eres Micaela Cabañas, la hija de Lucio, le dijo una mujer que leyó su nombre en su gafete.

Micaela no sabía qué responderle a la desconocida. La mujer notó su sobresalto.

—No tengas temor. Soy esposa de un primo tuyo.

Era cierto, la desconocida se llamaba Aurelia y fue quien contactó a Micaela con su abuela, Rafaela Gervasio.

Para Micaela, su padre fue un gran ser humano.

“Me enorgullece enormemente llevar su sangre entre mis venas. Como hija te puedo decir que mi papá fue una persona fregona, chingona, un superhéroe para mí y para mi hijo, para el pueblo de Guerrero, para México, inclusive a nivel internacional. Lucio es reconocido por su ideología. Es el Robin Hood mexicano, es querido”.

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