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Tlaxcoapan.— Han pasado 365 días y los que se quedaron lloran, pero también cantan… por su tristeza y su lucha. Mauricio tiene 11 años y, pese a los amargos tragos de su primera década de vida, resiste y trabaja por su sueño: salir adelante y compartir con el mundo su voz. Además ha convertido su dolor en una canción para su papá.
Mau, como lo llaman de cariño, y Valeria, su pequeña hermana de seis años, han tenido que enfrentar la muerte de su padre, Raúl López, quien falleció a causa de las quemaduras que consumieron su piel en la explosión de una toma clandestina en Tlahuelilpan, Hidalgo.
Además, junto a Sandra, su madre, han tenido que luchar contra los estigmas que el siniestro les dejó y del que ellos no tienen culpa.
—Fueron muchos niños los que se quedaron huérfanos, aunque uno no quiera, ya están marcados para siempre. Es difícil, porque si llegas a algún lado la gente comenta: ‘Ah, tu papá o tu mamá se quemó ahí’ (...) Hay personas que se fueron de aquí porque sintieron que estaban marcados para siempre —platica Sandra, quien detrás de la sonrisa limpia guarda una profunda tristeza.
Sandra y Raúl se divorciaron cuatro años antes de la explosión en San Primitivo, pero siguieron en contacto por sus hijos. En el pasado guardan una difícil historia familiar.
—No importa lo que pasó, viví con el papá de mis hijos 10 años. A la fecha mis niños no quieren hablar de lo que ocurrió, continuamos yendo a terapia. Mi hoy esposo es quien, gracias a Dios, está con nosotros.
“Tu papá se quemó”
La historia del día del siniestro es difícil de contar. Ese viernes, recuerda Sandra, el padre de sus hijos debía ir a verla para darle el dinero de la pensión. Sin embargo, al tiempo que esperaban por Raúl, él acudió junto con su hermano al alfafar de Tlahuelilpan, ubicado a unos minutos de su hogar, en la comunidad de Teltipán. Ninguno de los dos volvió a su hogar.
—Eran como las cinco de la tarde y comenzaron a llegar los mensajes en redes de que había gasolina, jamás me imaginé que él estuviera ahí (…) Yo le llamé por teléfono, pero no contestó, un rato después fue la explosión. Todos gritaban y corrían, de dolor.
—En eso llegó mi hermano y me dijo que él iba llegando al alfalfar cuando ocurrió la tragedia, estaba muy impactado y, de pronto, de un momento a otro se paró de la mesa y gritó: “¡Mau, tu papá, tu papá, hijo, tu papá se estaba quemando!”.
De acuerdo con Sandra, lo que pasó después fue más difícil, le informaron que Raúl había sido diagnosticado como “gran quemado” y por ello fue trasladado al Hospital Militar de la Ciudad de México, donde pese al pronóstico sobrevivió cinco días.
Por problemas familiares, y el impacto de la noticia para los pequeños, ni Sandra ni sus hijos acudieron a los funerales. Tiempo después se dijeron adiós en el plano terrenal.
—Cuando él estaba en el hospital, los niños le mandaban audios al teléfono: “Papi, tienes que regresar, venir el sábado con nosotros” (…) Días después de que lo sepultaron le dije a mis hijos que fuéramos a la tumba, pero no querían. Cuando llevé a Mau, él lloró mucho y le decía: “Papá, yo te perdono por todo lo que nos hiciste, vete y descansa en paz”.
Él es la resistencia
El dolor por la muerte de su padre, Mauricio lo convirtió en música. Con su afinada voz y una letra compuesta por su abuelo materno, el pequeño conquistó con una canción en honor a quien le dio vida: “Si queremos verlo, miramos al cielo, es la suave brisa que nos acaricia y con gotas de lluvia nos da su bendición”.
—Mau no pudo cantar la canción como por dos meses, lloraba mucho. Cuando se dio a conocer, el alcalde le ayudó a cantar en el municipio y luego en la radio. En Tlahuelilpan le dieron una beca para estudiar vocalización.
Vestido de charro, Mau asegura que un día será famoso. Mientras, en un sus tiempos libres trabaja apoyando a uno de sus vecinos en una tortillería. Él se ha convertido en la otra cara de la explosión y en un profeta en su tierra, no sólo por su talento musical, sino porque en medio de la muerte y la tragedia él se levanta y lucha. La resistencia también es pelear por que el pasado no se repita.