Chilapa.— Las manos de Jorge Moreno por más de 22 años le han dado el rostro a una tradición prehispánica en Guerrero: la máscara del hombre jaguar.
Jorge y su familia elaboran de manera artesanal la máscara del jaguar en Chilapa. La confeccionan en colores amarillo y verde que utilizan los nahuas del municipio de Zitlala en las peleas del ancestral ritual Atsatsilistli (petición de lluvias).
Las peleas de jaguares son una tradición tan antigua que hasta los más ancianos no alcanzaron a ver su inicio. El ritual consiste en rendirle tributo con batallas intensas a sus deidades para que sean generosas en la temporada de lluvias: mientras más sangre —dice la tradición— habrá más lluvias y, por lo tanto, la cosecha de maíz será buena, abundante.
Esta máscara está elaborada con piel de res curtida, con ojos de espejos, pelo y colmillos de jabalí, regularmente. Es de piel para proteger a los peleadores de los golpes de la reata que es remojada en mezcal hasta que se endurece.
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Jorge y su familia también elaboran las máscaras de jaguar que utilizan en la tradicional Tigrada de Chilapa. Acá le dicen tigres, pero en realidad son jaguares, porque los jaguares son los felinos endémicos de Guerrero. Esta tradición es más nueva, relacionada más a la religiosidad abrumadora de la ciudad; sin embargo, cada vez toma más fuerza.
Comienza los primeros días de agosto: hombres, mujeres, niños y niñas se visten de jaguares: portan trajes amarillos y máscaras de madera o cartón de felinos. Salen a las calles, los niños y adolescentes, sobre todo, les gritan y los hombres jaguares los corretean, a los que atrapan los castigan: los amarran en postes o les refriegan chile en los labios.
La temporada termina el 15 de agosto, el día de la Virgen de la Asunción, la Santa Patrona de Chilapa. El colofón es un desfile de hombres jaguares que salen de todos los barrios. Las calles se inundan de hombres jaguar y a eso le llaman la Tigrada.
Jorge y su familia se encargan de darle rostro a esas tradiciones y rituales.
Sus orígenes como artesano
Hace 22 años, Jorge hacía rótulos en lonas y bardas, no se atrevía a elaborar artesanías. Mantenía un respeto al oficio que cientos de personas ejercen en Chilapa. Pero una vez llegó uno de sus cuñados con un trozo de madera tallado, listo para ser pintado el rostro de un jaguar.
Sabiendo de las habilidades de Jorge lo convenció de que lo hiciera. Jorge aceptó: pintó su primera máscara de jaguar sobre un trozo de madera y, desde entonces, no ha parado. Calcula, sin exagerar dice, que ha pintado sólo en trozos de madera más de 300 máscaras.
La tarde del 10 de septiembre en la sala de su casa, que es su taller, Jorge trabaja en seis máscaras gigantes de jaguar, las va pintando de forma paralela: le aplica el amarillo a todas y luego los demás colores con la finalidad de que todas queden listas casi al mismo tiempo.
En la pared de la sala está la primera máscara de madera que pintó, también la primera que elaboró de los jaguares de Zitlala, sus primeras botellas decoradas. Ninguna está a la venta, son el recuerdo permanente de sus orígenes de artesano.
Jorge aprendió el oficio con la práctica, en el clásico adagio: error y acierto. No tuvo un maestro, nadie de su familia es artesano. Ha seguido el trabajo de artesanos de la comunidad de Ayahualulco, en Chilapa, donde la mayoría, por no decir todos sus habitantes, se dedican de una u otra manera a las artesanías.
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En este pueblo se confeccionan una infinidad de artesanías: sombreros de palma de zoyate, manteles, petates, nacimientos para Navidad, máscaras, bolsas. También fue a Zitlala a ver cómo elaboran las máscaras que los hombres jaguar utilizan en las ancestrales batallas del 5 de Mayo.
Mirando es como ha ido aprendiendo. Jorge le impuso su propio estilo a las artesanías que elabora. Por ejemplo, la máscara de jaguar que utilizan en Chilapa las pinta tratando de que tenga el mayor detalle del felino. Incluso, una de sus innovaciones es que en el tallado le ha ido dando más facciones parecidas al jaguar.
“Muchos de los artesanos hacen máscaras con facciones como las humanas, yo trato de que se parezcan más a un felino”, explica.
Ahora, a Jorge lo buscan para que les elabore máscaras de jaguar gigantes. Máscaras que pasan el metro de altura.
Esas máscaras se han convertido en la sensación en los desfiles llamados la Tigrada: es inevitable que no las vean, que pasen inadvertidas. También se las piden para que decoren las paredes de las salas de cientos de casas.
Todo el año, Jorge está haciendo máscaras y otro tipo de artesanías, como botellas decoradas. Comienza en enero con la elaboración de las máscaras de los guerreros jaguar de Zitlala. Estas tienen que estar listas para finales de abril, cuando comienzan los nahuas de la región el ciclo de rituales de peticiones de lluvias.
Luego se sigue con las máscaras para la Tigrada de Chilapa. Por temporada, explica, alcanza a elaborar unas 15 máscaras gigantes. Jorge se ha convertido en uno de los artesanos más solicitados. Algunas de las peticiones a veces las tiene que cumplir hasta el próximo año.
En cada máscara, Jorge le imprime más de una semana de trabajo; ahora él es que selecciona la madera, muchas veces la talla a su gusto, las lija, las protege y luego comienza a pintar a detalle.
El detalle, concluye, es lo que ha provocado que pongan atención a su trabajo.
Cada pueblo tiene una máscara
Las máscaras perfectamente pueden definir la geografía de Guerrero. Cada región, cada municipio, cada pueblo tiene una máscara que los caracteriza. Las máscaras del jaguar son muchas, no hay una igual. Por ejemplo, la máscara del jaguar de Chilapa con la de Zitlala son distintas.
Así como la de Zitlala con la de Chilpancingo que son completamente diferentes. Las máscaras de jaguar en la Montaña, en Olinalá, en Ahuacuotzingo, también son distintas a las de la región centro.
La máscara no es sólo una más en Guerrero: representa un ritual, una danza, una celebración, una historia. Una historia de resistencia, una tradición. También representan la memoria de los pueblos. Son comunidad.
En la región de la Costa Chica la máscara que utilizan en la danza de Los Diablos representa y cuenta la historia de resistencia de los pueblos afrodescendientes. En Chichihualco, en la puerta de la Sierra, la máscara de los Tlacololeros evoca el cuidado de la tierra que será sembrada.
Familia artesana
La máscara no es sólo una máscara para Jorge. El oficio de artesano para Jorge y su familia ha representado un apoyo esencial, pero también la unión.
Jorge, su esposa Alma Acevedo Ríos y sus hijos Jorge Ariel y Diana Laura son artesanos. Todos elaboran distintos tipos de artesanías.
“A todos mis hijos les he ido enseñando, pero también se fue dando de forma natural, al involucrarlos en el trabajo, porque por momentos por la carga de trabajo necesitaba ayuda”, cuenta.
Sin embargo, apunta Jorge, a sus hijos les ha pedido que estudien, que tengan una profesión, que estén preparados y que ser artesanos sea un oficio que los saque de apuros como pasó con él.
Jorge es profesor de primaria de profesión, pero ser artesano le ha ayudado a salir de momentos difíciles, como cuando su hija Alejandra sufrió un accidente que necesitó atenciones médicas profundas y tratamientos costosos.
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“Ahí toda la familia nos pusimos a trabajar, eran muchos gastos para su atención y recuperación, pero salimos adelante, esta casa también ha ido saliendo de este trabajo”, dice.
Jorge Ariel, el hijo mayor de Jorge, ya elabora su propia artesanía, tiene sus propios clientes, es independiente gracias al oficio que le compartió su padre.
Para Jorge la máscara no es sólo una máscara, es una forma de vida y una manera de mantener unida a su familia.