Mazatlán. — La noche antes del eclipse aparece una veintena de casas de campaña en la arena del malecón. Grupos de amigos, viajeros y familias miran el cielo nocturno. Llegaron de otros estados y decidieron quedarse a la intemperie al no conseguir hotel; eso, mejor que perderse uno de los eventos astronómicos del siglo. Más allá de la atmósfera de fiesta, es la primera huella del eclipse que ayer trazó una franja recta y oblicua en Norteamérica, que oscureció por completo Sinaloa, Durango y Coahuila.
Alrededor de las siete de la mañana, un pequeño grupo de investigadores de la NASA sale del hotel DoubleTree y va, lo más seguro, al Mayan Palace o algún sitio a lo largo del malecón, donde los centros de observación se encadenan en un circuito que abarca los monumentos al Beisbolista, al Pescador y a Lola Beltrán; también el Clavadista y el Parque Ciudades Hermanas, etcétera. A la misma hora, la policía estaciona carros en los accesos al malecón y hay incontables módulos en los que se regalan lentes certificados; hay quienes venden pequeños rectángulos de soldadura para colocarse frente a la cámara del celular.
Los extranjeros van y vienen, y forman una imagen que se repetirá junto a las decenas de puntos improvisados donde la gente coloca tripiés y monta cámaras con filtro y telescopios profesionales. El enlace de la Secretaría de Turismo de Mazatlán informa que se regalaron 250 mil lentes certificados, que la cifra estimada de turistas, extranjeros y nacionales, es de 750 mil, con una derrama económica que se proyectó en mil millones de pesos y una ocupación hotelera de 100%. Cada tanto hay rondines policiales.
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A lo largo del malecón, cientos esperan el gran momento y ajustan sus cámaras. En cada centro de observación surgen el bullicio y la música, una especie de fiesta popular. De los cientos de observadores hay uno, Rubén Ruiz, que se llama a sí mismo “cazador de eclipses”, testigo de una veintena en diferentes partes del mundo. Para su mejor perspectiva lo rodean varias cámaras. “Lo más interesante va a ser la reacción de la gente. Estoy seguro de que van a aplaudir, llorar, gritar. Es una sensación única; si nunca han visto uno, no se van a arrepentir”. Cuenta que el primer eclipse que vio, en Libia, lo hizo llorar: “Vi gente rezando”.
Tal vez el punto más concurrido es el Parque Ciudades Hermanas, donde la Camerata Mazatlán interpreta clásicos de Star Wars en versión sinfónica. La Marcha Imperial, por ejemplo, se escucha mientras la gente se adentra en el horizonte. Más adelante están los miradores; allí, unas 15 personas se han reunido con sus instrumentos de visión.
De las 11:07 a las 11:11 horas se observa la franja de totalidad del eclipse de Sol en Mazatlán; 10 o 15 minutos antes, desde el escenario del Parque Ciudades Hermanas, un moderador se dirige a las miles de personas en la explanada. Al fondo, la pantalla gigante proyecta la transmisión en vivo de la NASA.
La gente abarrota las aceras, se sienta en los camellones y es común ver a cientos de observadores, casi formados orgánicamente, sosteniendo los filtros de protección y viendo al cielo.
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Con el altavoz, el moderador informa que faltan pocos minutos para la totalidad. En la pantalla el Sol empieza en un estrecho halo blanco. Las gaviotas vuelan en círculos y las nubes se arremolinan, estáticas y desgarradas. En cuanto empieza la totalidad, las multitudes gritan como en una especie de coro y se entusiasman. La pantalla muestra un minúsculo, inexistente quizá, anillo blanco. Hay fervor en el ambiente, pero no emotividad ni llanto, quizá sólo cierto regocijo.
En las bocinas avisan que falta menos tiempo para que acabe la franja del 100%. Las personas gritan en ese concierto donde la vocalista es la piedra lunar. Cuatro minutos de noche antes del mediodía. Al terminar reaparece la pequeña marca de luz blanca. De reojo, entre los árboles, se siente ese minúsculo destello del Sol con la fuerza de la Luna llena y su imagen de espejo pálido.
Termina, la gente agradece, y aunque aún falta alrededor de una hora para que el Sol vuelva por completo, hay quienes se van mientras otros continúan con la fiesta y las gaviotas retoman su vuelo bajo la estampa de un amanecer ficticio.