Zacatecas.— El padre Luis Salazar Santoyo fue muy querido en Zacatecas por su carisma y, principalmente, por su servicio humanitario, que lo llevó a ser merecedor del Premio Estatal de Derechos Humanos Tenamaxtle en 2016. Ahora, tras su reciente muerte a causa del Covid-19 y reconociendo su legado, un grupo de feligreses promueven ante la Iglesia católica que se le inicie un proceso de beatificación, por la vía de virtudes heroicas y humanitarias.

Originario del municipio de Colotlán, Jalisco, donde vivió su niñez en medio de muchas carencias, Luis Salazar emigró en su adolescencia a estudiar al Seminario Conciliar de la Diócesis de Zacatecas.

Desde entonces, demostró ser muy entregado a su vocación, así lo recuerdan sus excompañeros Gerardo Luna Tumoine y Martín López Torres, uno de sus mejores amigos, quien lo acompañó desde hace más de 30 años en la catequesis y la vida pastoral.

Martín menciona que el padre Luis, aparte de ser muy estudioso, siempre fue un hombre al que lo hacía feliz el contacto directo con la gente. Tras su ordenación sacerdotal, el clérigo fue enviado a la Universidad Pontificia de México, donde estudió Derecho.

En la narración de su mejor amigo, el padre Luis siempre le sorprendió porque, más allá de que como seminaristas estaban obligados a visitar comunidades, como sacerdote le gustaba escuchar a la gente y conocer las zonas olvidadas y vulnerables.

Por ejemplo, relata, cuando hizo comunidad en la colonia Lázaro Cárdenas, que en los años 90 cobraba fama en la capital del estado por ser foco delictivo por la presencia de pandillas.

Luis Salazar, el padre al que los feligreses buscan beatificar
Luis Salazar, el padre al que los feligreses buscan beatificar

En esa ocasión, recuerda, el padre Luis saludó a los adolescentes, quienes se rieron y respondieron con algunas palabras altisonantes y lo retaron a ir con ellos “a echarse un pegue y unos tragos”.

Inteligentemente, el presbítero se acercó y “simuló tomarle a la botella que le dieron”, y así comenzó a convivir con ellos y al paso del tiempo se ganó el cariño y respeto de los llamados cholos que “simplemente querían ser aceptados y escuchados”.

Alimentar la vida

Al paso del tiempo, no sólo fue aceptado por las pandillas, sino que hasta logró que un grupo de jóvenes de ese barrio se uniera al trabajo de la vida pastoral.

Para esas fechas, gran parte de los colonos querían al padre Luis y hacían filas para confesarse con él, al grado de que tenían que llevarle al confesionario sus medicamentos para controlar el lupus que padecía, comenta Martín.

Después dejó ese barrio porque fue nombrado canciller del Obispado y celebraba misas en la catedral. Ahí comenzó con uno de sus principales proyectos que hoy siguen vigentes. Debido a que a la basílica constantemente acudían migrantes, indigentes o gente de escasos recursos a pedirle dinero para comer, gestionó un comedor para ellas y ellos.

Martín refiere que al principio se instalaron en una casa que el padre rentó en la colonia Sierra de Alica, cerca del centro de la ciudad, donde se llegó atender hasta 150 personas diarias, pero después no se renovó el arrendamiento. Pese a todo, no se dio por vencido y, finalmente, el padre logró adquirir un local en la avenida Quebradilla.

El padre Luis era innovador y un gran gestor, por ello también logró un espacio en la radio, denominado Vida de Iglesia, donde también tenía comunicación con la feligresía, pero desde 2018 su salud comenzó a mermarse con unas intervenciones quirúrgicas que lo obligaron a usar silla de ruedas, además de registrar problemas renales.

Ni todas las enfermedades juntas lo detuvieron. Martín platica que, a principios de marzo, aún alcanzó a ir a bendecir un dispensario que él abrió en la colonia San Ramón, en el municipio de Guadalupe. Incluso, dice, ni la pandemia impidió que siguiera transmitiendo sus misas dominicales, tampoco los programas de radio que realizaba desde su casa y su cama.

El Covid no apagó su luz

Pese a que el sacerdote se mantuvo con cuidados y aislado en su casa, dice su mejor amigo, el coronavirus lo alcanzó sin saber de dónde ni cómo. Comenzó con malestares respiratorios y tuvo que ser internado, hasta que el 24 de octubre perdió la vida, casi cuando estaba por cumplir 35 años de sacerdocio.

Esta muerte causó consternación y muchos seguidores hicieron filas afuera de la catedral para participar en las exequias del padre Luis.

Ese mismo día, en Facebook surgió una página de fans denominada Agradecidos con el Padre Luis Salazar Santoyo, quienes al dar a conocer la muerte del presbítero, también hicieron una invitación a pedir a la Diócesis de Zacatecas para que, “a su debido tiempo”, haga la postulación de la causa de iniciar con el proceso de beatificación, al considerar que se trató de un sacerdote que “practicó las virtudes y vivió en la fidelidad del Espíritu Santo” y reconocen que fue “un ejemplo de vida y reflejo del amor a Dios”.

Autoridades de la diócesis han reconocido que ha sido un sacerdote que supo realizar bien su ministerio. Sobre la petición de los fieles, sólo han mencionado que los procesos de beatificación son rigurosos y largos.

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