Taxco.- A partir de las 6 de la tarde del jueves la anatomía de la ciudad se transformó. El tiempo se volvió vertiginoso, la intensidad subió, las calles se inundaron. El fervor religioso se apoderó de ella. Y así se mantuvo en las siguientes 48 horas.

Esa hora marcó el inicio de las procesiones: las calles son ocupadas por los encruzados, los flagelantes, los encorvados y las ánimas. Son días donde la tensión de la ciudad está  en sus hombros, en sus manos, en sus pies.

En el museo Casa Borda unos 40 hombres que integran una de las diez hermandades reconocidas por la Diócesis Chilpancingo-Chilapa se preparan para salir, para cumplir con la penitencia que ellos mismos se impusieron.

A los encauzados sus compañeros los ayudan a enredarse en la cintura el cabestro (una reata) que le servirá de soporte para aguantar el rollo de varas de zarzamoras con espinas. Se colocan el capirote (una capucha) y salen a la calle a que le amarren el rollo de varas.

Los encruzados son una tradición que se ha mantenido, de generación en generación, durante más de 400 años y este año es una muestra. En el grupo de encauzados hay hombres de hasta 60 años y jóvenes de 20, 30.

Un integrante de la Hermandad de los Encruzados explica que un encruzado debe mantener su anonimato. Lo importante, dice, no es la persona sino el ofrecimiento.

“Sobre todo la preparación es espiritual, debemos mantenernos bien durante todo el año, no sólo esta semana, en lo físico procuramos mantenernos bien de salud”, explica.

Los penitentes ofrecen muchas cosas por la salud de una familia, por el perdón de algunas personas, para agradecer por su bienestar, pero también cargan con peticiones de otros.

“Nosotros también somos el vínculo con Dios para que escuche la petición de otras personas”, explica.

Cada penitente no puede “cargar” con más de once peticiones ajenas.

Estas horas son la conmemoración de las últimas horas de vida de Jesucristo y acá en Taxco se viven de forma intensa.

Ha pasado casi una hora, los encruzados, los penitentes, los encorvados y las ánimas salen del museo de Casa Borda, se enfilan para comenzar con la procesión. El calor comienza a irradiar.

Los encruzados, todos, tienen en los hombres con las manos extendidas un rollo formado por unas 144 varas de zarzamora macho llenas de espinas que puede pesar hasta los 50 kilogramos, así como repitiendo la posición de la crucifixión. Van descalzos, con el rostro cubierto de un capirote y una falda, ambos color negro. Recorrerán unos tres kilómetros que pueden durar hasta unas cuatro horas.

Otros penitentes recorren Taxco cargando una cruz de madera y en distintos puntos se detienen, se hincan y se flagelan con una especie de látigo lleno de puntas metálicas que llaman disciplina. En una parada se pueden golpear la espalda hasta en 63 ocasiones.

La procesión la terminan con marcas que se vuelven imborrables: círculos donde la s llagas quedan expuestas.

También están las encorvadas, mujeres vestidas con túnicas negras y encapuchadas que van en procesión inclinadas cargando una cruz.

El dolor, en esta ocasión, no importa, lo importante es el sacrificio, la ofrenda.

La última vez que se hizo un registro de los participantes fue hace unos tres años, se contabilizaron unos 500 penitentes en esta conmemoración. Ahora se espera que sean menos. La violencia que azota el municipio mermó la participación de los penitentes y también de los visitantes. Pero nada suficiente como para que la tradición se suspenda.

Esta conmemoración de Taxco tiene unos 400 años. Hay registros de que  la primera procesión de encruzados ocurrió a inicios del año 1600. Fue el fraile franciscano, fray Sebastián de la Madre de Dios, quién se flageló para conmemorar la muerte de Jesucristo.

Pero llegó la guerra Cristera, cuando en el país durante más de tres años se enfrentaron creyentes religiosos y militantes del gobierno de Plutarco Elías Calles por la limitación de los cultos religiosos.

Fueron años, donde los encruzados sólo ofrecían sus sacrificios en la los atrios de las iglesias. Fue hasta finales de los años 40 cuando volvieron a las calles.

Desde entonces, durante más de 70 años la conmemoración no se ha suspendido.

Pero en los años 50, la conmemoración sufrió una variación, se agregó la disciplina. La disciplina es la flagelación, golpearse repetidamente en la espalda con una reata que en la punta tiene clavos. Cada golpe arranca pedazos de piel.

Los golpes, la flagelación ha convertido a esa conmemoración que mayor atracción genera, incluso, una de las mejores forma para atraer a los turistas.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios

Noticias según tus intereses