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estados@eluniversal.com.mx
En Acapulco la violencia es fuego. La tarde del 9 de octubre, en la Costera Miguel Alemán, la columna vertebral de este sitio turístico, grupos criminales incendiaron dos autobuses del transporte urbano. Las llamas los consumieron hasta dejar sólo su esqueleto metálico.
En dos días fueron cuatro las unidades incendiadas como mensaje a los transportistas del puerto, un sector que desde hace años es víctima de extorsiones y ataques que en 10 años han dejado al menos 200 choferes asesinados, según organizaciones de transporte.
Pero lo que se vive en Acapulco no sólo pasa ahí, la violencia que vive el país y que ha dejado más de 29 mil 692 homicidios dolosos en los primeros 10 meses del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, según cifras oficiales, también ha golpeado a los principales destinos de playa mexicanos, ubicando a ocho de estos municipios turísticos entre los 50 más violentos.
Ejecuciones, multihomicidios, cobros de piso, desapariciones, secuestros, ataques a bares, quema de unidades de transporte público y hasta amenazas de muerte a autoridades locales es lo que han vivido destinos antes considerados verdaderos “paraísos” para visitantes nacionales y extranjeros.
De acuerdo con el sitio especializado elcri.men, que realiza un top con los municipios más violentos del país mediante el análisis de los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), al menos ocho de estos “paraísos” registraron entre abril y septiembre de 2019 tasas de homicidio por cada 100 mil habitantes tan altas que se contabilizan entre las primeras 50 del territorio.
Los destinos incluidos en este conteo se ubican principalmente en el litoral del océano Pacífico y van de las costas de Baja California hasta las de Guerrero, pero también incluyen a dos joyas del Caribe mexicano que han sido secuestradas por la violencia que no cesa.
Con 142.8 homicidios por cada 100 mil habitantes, Playas de Rosarito, un destino de descanso para estadounidenses en retiro en costas de Baja California, se ubica a la cabeza de estos paraísos golpeados por la violencia como el tercer municipio con la mayor tasa de homicidios en el país, sólo superado por Almería, Colima, con 272.1, y Bocoyna, Chihuahua, con 173.7; ninguno de estos dos municipios son destinos de playa o con vocación turística.
En cuarto lugar aparece Manzanillo, Colima, con 141.3 asesinatos por cada 100 mil habitantes y conocido como uno de los principales puertos del país; le sigue Tijuana, en BC, que ocupa la posición 10, con una tasa de 188.8 muertes violentas. Detrás aparecen Zihuatanejo, Guerrero, en el número 12 (103.8) y Playa del Carmen, en la posición 17 (83.1).
Once puestos después se ubica Acapulco, Guerrero, con una tasa de 68.1 homicidios, y hacia el final vuelve a aparecer Baja California, con Ensenada en el puesto número 48 y una tasa de 44.4 asesinatos.
El listado cierra con Cancún, en el municipio de Benito Juárez, Quintana Roo, que ocupa la posición 49 en el top, con 41.3 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Base social
De acuerdo con Rubén Salazar, director de la consultoría de análisis de riesgo Etellekt, que el crimen organizado haya anidado en los destinos turísticos obedece a dos razones principales. La primera es su propia vocación y afluencia de visitantes: estos sitios siempre han sido zonas para adquirir drogas con mayor facilidad, lo que los convierte en mercados disputados entre los distintos grupos.
La segunda razón es su ubicación. De acuerdo con el especialista, cuya consultoría realiza mapeos de violencia, los destinos ubicados en las costas del océano Pacífico no sólo son lugares turísticos, sino que son puertas de entrada de mercancías a territorio mexicano, mercancías como drogas sintéticas. Esto, señala, ya ha dejado población desplazada, empresarios amenazados y caídas de entre 20% y 30% en la afluencia.
“Muchas de estas ciudades del Pacífico cuentan con aduanas marítimas, son los principales puertos del país y los principales puntos de acceso de precursores para la fabricación de drogas como las metanfetaminas, lo que ha venido desplazando a organizaciones que se dedicaban al trasiego de heroína en estados como Guerrero”, explica.
El analista agrega que geográficamente en el norte del litoral del Pacífico sigue siendo el Cártel de Sinaloa el grupo que controla ese territorio, mientras que el Jalisco Nueva Generación disputa el sur-sureste.
Otro de los elementos que han alimentado la violencia en estos sitios turísticos, considera, es la descomposición social y económica, pues amplios grupos de pobladores no fueron incorporados al desarrollo turístico y ahora se han sumado a las estructuras criminales.
Ante dicho panorama, señala que una política de seguridad como la del actual sexenio no será suficiente siquiera para atender las causas sociales de la violencia, pues se trata de una apuesta asistencialista y no de inversión productiva que incentive proyectos pesqueros o turísticos.
“El dinero que ofrece el gobierno federal en becas u otros apoyos es insuficiente, lo que ofrece el crimen organizado lo supera por mucho y es mucho más atractivo”, concluye.