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Cuajinicuilapa, Guerrero.- Aleida Violeta Vázquez Cisneros cada vez que puede se pone su turbante porque, de entrada, dice, le gusta, pero sobre todo para rendirle un homenaje a sus ancestras.El turbante, platica Aleida, fue utilizado por las mujeres para resistir, mantener a sus familias y parte de sus tradiciones en medio de la esclavitud. Con esta prenda trasladaron de África a América semillas básicas para su alimentación como cacao, arroz, jamaica, también lo utilizaron como escondite: ahí metían las cosas de valor que después cambiaban por dinero o alimento.
Aleida conoció el turbante en su casa; su abuela, su madre y sus tías lo usaban. Cuando era niña vio cómo guardaban billetes, semillas y tabaco, pero no tenía la connotación de lucha, hasta que conoció la historia.
“Las mujeres de ese tiempo tuvieron la visión de que al llegar a lugares que no conocían deberían tener algo de su cultura para sobrevivir ”, explica.
Aleida es poeta y lucha por los derechos y la reivindicación de los pueblos negros en Cuajinicuilapa, en la Costa Chica de Guerrero. Desde sus poemas busca sacar de la oscuridad en la que sometieron a la negritud.
Aleida y Mijane Jiménez Salinas forman parte de un movimiento que busca poner en otro plano a los pueblos afromexicanos, cambiar la narrativa sobre ellos pero también su entorno.
“Los negros no sólo son una cultura, son un pueblo que tiene muchos problemas muchas necesidades, muchas demandas, no sólo son folclor”, dice Mijane.
La primera lucha es entre ellos
En México se desconoce cuántos afros hay. En el censo de este año del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), por primera vez incluyeron una pregunta para contarlos. Los resultados se espera que se publiquen en diciembre.
En 2015 el Inegi levantó una encuesta intercensal y contabilizó a 1.4 millones de negros en todo el país; en Guerrero es donde más hubo.
Aleida y Mijane calculan que son muchos más, el problema, dicen, es que muchos prefieren alejarse de su negritud. Parte del trabajo que realizan Mijane y Aleida radica ahí: en la construcción de la identidad.
Mijane como Aleida ha identificado esa negación. Lo han notado, por ejemplo, cuando las mujeres se alacian el cabello y utilizan el maquillaje para ocultar su negritud, ahora están viendo algo nuevo: muchos jóvenes que aspiran a apoyos de los gobiernos buscan ubicarse en otro grupo étnico.
“La Universidad Autónoma de Guerrero tiene casa para estudiantes indígenas, becas de posgrados para indígenas, pero no hay eso para los negros. Hay muchos jóvenes que se están haciendo pasar por indígenas para acceder a beneficios, piden en los ayuntamientos que les den cartas donde digan que son indígenas aunque su piel sea negra, aunque vivan como negros”, explica Mijane.
Siempre vi gente negra: Aleida
La identidad se construye desde muchas aristas: tus ancestros, la sangre, tu territorio. Desde niña mis ojos siempre vieron gente negra. Para mí lo negro fue bonito; aunque siempre chocaba, me encontraba con otra realidad.
En mi casa yo tuve una formación que me ayudó mucho a lidiar con el racismo. En mi casa todos somos negros y, sobre todo, las mujeres siempre se sintieron orgullosas de sus cuerpos, de su cabello, de llevar su vida por ellas mismas, tal vez, porque fueron madres solteras, pero siempre tuvieron su propio rumbo.
Mi abuela siempre nos dijo: ‘Pórtense bien, pidan por favor, den la gracias y siempre acuérdense que los negros también somos chulos, los negros también somos dignos’. Eso marcó en mi vida.
Cuando yo salí de mi entorno, siempre me acordaba de mi abuela, de mi madre, de mis tías que están orgullosas de ser negras.
A veces sí te sientes apabullada por el racismo, pero llega el momento en que debes transformar eso. Ser negra es mi infancia y fue muy bonita, ahora sé que ser negra no me hace menos ni me resta importancia.
¿Qué es ser negra? De entrada, los negros nacen donde quieren, es invocar a nuestros ancestros, es lo que bailamos, nuestra cultura, lo que comemos, tripa seca, buche. Si sientes bonito cuando escuchas la canción La mula bronca es porque eres negro, el negro se viste colorido, es juachoso, (fachoso), de risa estruendosa. Eso es ser negro.
México y la gente de color
El México de hoy se construyó también con los pueblos negros. Fueron traídos por los españoles como esclavos. Desde entonces contribuyen en el desarrollo del país, aunque la historia lo niegue.
Los primeros indicios de libertad del México los dieron los negros, y eso no está en los libros. Aleida cuenta de Yanga, un príncipe de África que fue esclavizado y traído a Veracruz. Acá en México se escapó y organizó la primera lucha independentista.
“Yanga se fue a la sierra de Zongolica, eran lugares que los españoles no conocían. Se quedaban ahí y esperaban que los españoles fueran y los atacaban. Yanga los venció unas dos veces, hasta el virreinato decidió darles su libertad. Hubo un libertador en México antes de Miguel Hidalgo y fue un negro, y eso poco se cuenta”.
La historia también ha negado la negritud de José María Morelos y Pavón y de Vicente Guerrero, héroes de la Independencia. No se ha reconocido la participación de los negros y las negras en los movimientos de Independencia y de la Revolución, lamenta la activista, quien dice no militar en un partido político, sino comulgar con la congruencia.
La cultura negra está en la cultura mexicana, pero pocos la reconoce, incluso cuando son tan visibles los aportes. El jarabe tapatío es un baile que representa lo mexicano en el mundo, ese característico zapateado tiene gran influencia en los sones de artesa, que tanto bailan la Costa Chica de Guerrero.
“¿Piensa en una agua fresca típica mexicana?”, dice Aleida. Horchata y jamaica, se responde. La jamaica la trajeron los negros, dice y sigue: “Las vísceras nos la comemos en todo el país, en los tiempos de esclavitud la carne se la comían los patrones y los negros las tripas. Ahora la panchita o menudo, como se le conoce, los tacos de tripa son típicos de México, con eso resistieron los negros el hambre. Lo presumimos al mundo y no se lo acreditamos a los negros”.
En México, prosigue Aleida, reniegan de los negros, pero “en todos lados hubo minas y donde hubo minas hay negros y los negros nunca se han dejado de reproducir”.
Siempre excluidos
Dentro de la discriminación que sufren los negros, las mujeres negras lo sufren más, los espacios están ocupados por hombres, aunque las mujeres estén al frente de la lucha, dicen Aleida y Mijane.
Incluso hasta del movimiento feminista: “No nos sentimos representadas en este feminismo, está centralizado en las ciudades, lo que pasa acá no importa. No les restamos méritos a su lucha, pero les hace falta esa conciencia por las mujeres negras: nunca nos han preguntado cómo la estamos pasando. Hemos visto debates feministas, hay mujeres trans, mujeres discapacitadas, pero mujeres negras no”.
Mijane agrega: “El racismo y la discriminación son estructurales, no tenemos políticas públicas: no hay trabajo para los pueblos negros. No hay presupuesto, en la educación han ignorado nuestra historia. No hay candidatura para los negros, como sí hay para los indígenas. En seguridad no importan los asesinatos de los negros. En Acapulco la mayoría de los asesinados se dan en las colonias de la periferia donde viven los negros”, dice Mijane.
“Necesitamos que nos vean en conjunto como a los indígenas para que nos hagan caso”, dice Mijane, pero sabe que necesitan organizarse y aglutinar sus demandas.
Mientras eso ocurre, añade Aleida, seguirá reivindicándose como una negra cimarrona, para honrar a los esclavizados que siempre buscaron ser libres.