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Tlaxcala.— Se define como una mujer que siempre tiende la mano por igual, con amistades reales en un oficio en el que es difícil tener simpatías; convencida de la paridad de género y del paradigma político que abrió oportunidades a mujeres en las gubernaturas, para demostrar capacidad y anular paulatinamente ese estigma de que las mujeres se “meten el pie” para ir superándose entre cada una.
En Tlaxcala, dice la gobernadora Lorena Cuéllar Cisneros, no hay cabida para secuelas de rencor surgidas en contiendas electorales; con el paso del tiempo se deben olvidar porque se gobierna para todos, “no sólo para los más pobres, claro, son mi mayor preocupación, pero también tengo la obligación de escuchar a todos por igual”, asegura.
Forjada en familias de políticos de cuño priista, con dos abuelos gobernadores, Cuéllar Cisneros enfrenta temas que pesan a Tlaxcala, entre ellos, la trata de personas y la pretensión de invisibilizar al estado por su extensión territorial. Del primer tema habló en su etapa como gobernadora electa y en aquel momento solicitó la declaratoria de alerta de violencia de género contra las mujeres (AVGM) en los 60 municipios del estado, una medida que había sido evadida por los últimos dos gobiernos priistas.
Una quincena después de su toma de protesta, en agosto de 2021, la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim) notificó al gobierno de Tlaxcala la emisión de la alerta en el estado. Y para visibilizar a Tlaxcala, la gobernadora menciona que —con la ayuda de la ciudadanía y estrategia política— vendrán cosas nuevas para colocar al estado en un escaparate con mayor atractivo. En su administración, adelanta, dejará huellas de una profunda devoción y vocación, y “no habrá nunca nada que me pueda señalar más que trabajo, responsabilidad y resultados, sobre todo”, asegura.
Política por herencia
Cuéllar Cisneros evoca de forma recurrente su formación como política, sus inicios de gestión al lado de sus abuelos, gobernadores en distintos sexenios. Fue justo en esa época de adolescente cuando enfrentó la disyuntiva de si dedicarse a la política o a otra formación profesional.
“Le platicaba a mi abuelita en aquel entonces que a mí la política no me gustaba, pero disfrutaba servir a la gente, y mi abuela, me acuerdo perfecto que me dijo: ‘Esa es la verdadera política, tú eres una gran política porque todo el tiempo estás sirviendo a tu pueblo’. Entonces, pensé: ‘Si eso es la política, me encanta’”.
Y así lo hizo en hospitales, asilos, albergues, con niños con discapacidad... y su tarea la llevó a lugares de servicio, hasta crear, hace 35 años, una fundación de ayuda cuya idea surgió durante su presidencia en el DIF municipal de Tlaxcala, de 1992 a 1994, al lado de su tío, el alcalde Joaquín Cisneros Fernández.
“Lo único que buscaba era un lugar para seguir haciendo el bien, para servir, para atender sobre todo a la gente más pobre del estado. Fui primero suplente de suplente, después síndico, diputada local, presidenta municipal, otra vez diputada local, senadora de la República, diputada federal y gobernadora”, enumera.
La gestión sigue. Hace dos semanas, la gobernadora festejó su cumpleaños con niños de una casa hogar en espera de adopción. “Me mandaron un globo de [parte de] cada niño con un pensamiento, y me decía uno de ellos: ‘Nunca había ido a una fiesta como esta’”.
Una de las gobernadoras
Cuéllar Cisneros admite que el tema de trata de personas es complejo debido a su arraigo en Tlaxcala, y considera importante ser solidaria con las víctimas.
“Las escucho y ofrezco mi apoyo. Hemos hecho grupos de mujeres que han sido golpeadas, por ejemplo; hago círculos de diálogo con ellas y estoy escuchándolas no como su gobernadora, sino como una mujer más, aliada de ellas. Eso también es importante porque les da confianza y les hace saber que no están solas, y que solamente falta que ellas tomen decisiones para que sepan que estamos a su lado y, sobre todo, creo que el acompañamiento es muy importante en una amistad, en un gobierno, en cualquier relación”, dice la mandataria.
Cuéllar Cisneros se ubica en este paradigma que registra la historia de México con la incorporación de siete mujeres en una elección, contrario a las siete mujeres gobernadoras que hubo en 43 años en todo el país.
Esa circunstancia, añade, va dando la oportunidad de abrir la puerta a miles de mujeres para que puedan desarrollarse, “demostrar su capacidad y que se vaya quitando ese estigma de que las mujeres se van metiendo el pie para ir superándose.
“Creo que hoy es una gran responsabilidad [la] que tenemos las mujeres para que estos espacios, que se abrieron gracias al pueblo y por la democracia en este país, se vayan cuidando, cultivando para que podamos entregar buenas cuentas, [ya] sea una regidora, presidenta, enfermera, secretaria, sea lo que sea”, afirma.
Para la licenciada en educación especial es necesario volver a inducir en el corazón de las personas los valores que se han perdido, como ayudar al prójimo, hacer cosas buenas para que te vaya bien, “es la ley de la vida, no hay otro camino”, sostiene.
Particularmente, se siente querida por el estado, con amistades reales en un oficio como la política, en el que es difícil tenerlas.
Política sin rencores
A siete meses de gobierno, Cuéllar Cisneros asegura que borró las rivalidades políticas resultado de la contienda electoral, y ahora tiende la mano y, dice, hasta ha vuelto a llamar a las personas que compitieron contra ella para ponerse a sus órdenes.
“Creo que eso debemos olvidarlo y decir: ‘Bueno, soy gobernadora para todos y no sólo para unos cuantos, o para los más pobres’. Claro que [son] mi preocupación y siempre lo serán, pero también tengo la obligación de escuchar a todos por igual”.
Afirma que con el paso del tiempo logró cicatrizar las fracturas en su partido: Morena.
Considera que ha resultado efectivo tender la mano “porque de esa manera puedes caminar más fácilmente a pesar de cualquier situación. Si siempre estás al servicio de cualquier persona, eso te va a dejar más cosas buenas que malas”.
Madre de dos hijas y abuela de tres nietos, la gobernadora forja la herencia del altruismo en sus descendientes, quienes aparentemente no se dedicarán a la política. La ayuda al prójimo, dice, es algo que practican sus hijas desde niñas, y eso es satisfactorio porque es una oportunidad de lograr la felicidad para muchos que no tienen las condiciones para atender sus necesidades. Sus nietos, de 12 y ocho años, acompañan a sus madres y abuela en la entrega de juguetes o lo que se necesite.
“Esa es la mejor herencia. Hay gente que tiene un coche y aspira al más reciente para ser feliz (...), pero nunca es feliz. La felicidad no está en las cosas materiales, sino en lo que vives todos los días. La felicidad es, sobre todo, ver que puedes transformar la vida de una persona, cambiar su historia y ayudarla a lograr sus sueños”.
Tal es el caso de Gaby, cuenta la gobernadora, una chica cuya aspiración era regresar a Estados Unidos con visa tras su deportación como indocumentada. Gaby inició como estilista y después estudió Derecho, obtuvo su visa y se fue. Recientemente regresó de Nueva York para asumir la titularidad de la Dirección de Migrantes y desde ahí busca ayudar a tlaxcaltecas que pasan lo mismo que ella vivió.
Todavía en el inicio de su gestión, que concluirá en 2027, considera que terminará su administración sin daños a su imagen. “Soy una mujer honesta, comprometida, seria y responsable. Pueden decir o inventar (...), pero no, no habrá nunca nada que me pueda señalar más que trabajo y resultados, sobre todo”.