Tapachula.— Desde hace días, Andrea, con ocho meses de embarazo, su esposo Roger y su hijo Anderson, de un año, duermen en una de las jardineras de la explanada de la estación migratoria Siglo 21, junto con otros 200 migrantes de Asia, África y Haití, quienes se entregan de forma voluntaria al Instituto Nacional de Migración (INM) para tramitar el oficio que les permita transitar por el país y llegar a la frontera con Estados Unidos.
Roger, de Camerún, y Andrea, de República Democrática del Congo, en África, se conocieron hace casi tres años, cuando él se dedicaba a la comercialización de serigrafía. “Viajaba al Congo cuando era comerciante de tinta para imprimir dibujos en playeras, y ahí conocí a mi mujer”, explica con su poco español.
El joven, de 27 años, refiere que por la crisis política que atraviesan ambos países se vieron en la necesidad de emigrar hacia Estados Unidos para solicitar refugio.
“Salimos el 3 de agosto del año pasado, tomamos un avión de Camerún a Venezuela y cruzamos caminando la selva a Colombia, muchos días caminamos con el niño y ella embarazada, sólo comimos un poco de pan y agua por tres días que caminamos”, detalla.
Indica que han gastado más de 4 mil dólares entre boletos de avión, pago de guías o coyotes para cruzar la selva colombiana y Venezuela, que cobran hasta mil 500 dólares; hospedaje, alimentación, transporte terrestre y hasta sobornos a policías de algunos países sudamericanos para no ser detenidos.
Relata que en países como Costa Rica, Ecuador, Honduras y Guatemala, las autoridades migratorias les otorgan un lugar para dormir, con agua para aseo personal y comida, contrario a lo que pasa en México, donde tardan varios días en darles el documento de salida e incluso enfrentan actitudes racistas.
La espera. Roger ingresó voluntariamente a la estación Siglo 21 a finales de febrero para comenzar su trámite. Allí permaneció entre cinco y siete días, y aunque considera que debía ingresar junto con su esposa e hijo, por ser de nacionalidades diferentes tendrían que realizar el papeleo por separado, les explicó un agente de migración.
Entró preocupado por la salud de su esposa y la falta de dinero, pues la mujer de 25 años sufre dolores en el vientre y tiene náuseas: “No puedo pagar hotel, no tengo dinero, mi esposa se queda afuera con mi hijo sin dinero para comer”.
En tanto, Andrea y su hijo esperaban recostados sobre un cartón sucio para poder acceder a la estación Siglo 21 y tramitar su documento de salida, el cual les ordena abandonar el país en un lapso de 20 días por cualquiera de las fronteras de México. En este caso viajarán a la ciudad de Tijuana.