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Tijuana.— Marisol es de Sinaloa y dos veces viajó a Tijuana en busca de su hermano. Llevaba mes y medio indagando cuando recibió la llamada telefónica que esperaba. Antes de que pudiera alegrarse tuvo que escuchar: fue asesinado a balazos y su cuerpo terminó debajo de otros 15, en una fosa común.
Para recuperar los restos de Fernando Quintero Valdez tendría que pagar entre 35 mil y 50 mil pesos por la exhumación. Entonces supo que el cadáver fue hallado el 26 de junio pasado, el mismo día que lo asesinaron, pero las autoridades no cumplieron con los tiempos para colocar la fotografía de la víctima en el libro de registros que lleva el Servicio Médico Forense (Semefo).
Marisol platica que cuando se enteró de que su hermano desapareció, de inmediato viajó a Tijuana, reportó el hecho al Ministerio Público, y lo buscó en hospitales y Semefos de Tijuana y Playas de Rosarito.
Fue hasta el 9 de agosto cuando el agente a cargo del caso le marcó para avisarle que su hermano estaba muerto. Regresó al Ministerio Público de Tijuana. De ahí le dijeron que fuera a recoger el cuerpo al Semefo, pero en las instalaciones recibió otra noticia: desde el 24 de julio lo habían enviado a la fosa común.
“Estando en el nivel 1 [de la fosa común], ahora teniendo 15 cuerpos encima de él. Los de la funeraria me dijeron: ‘Pos tu hermano ya ni ha de tener olor porque como es el último, ya todo se lo tragó la tierra’, igual no saben ni siquiera en qué lo echaron”, recuerda Marisol y añade que le dijeron “porque si bien le fue, lo echaron en una caja de aserrín prensado, si no en una cobija o en una bolsa”.
Un calvario recuperarlos. El presidente de la Asociación Unidos por los Desaparecidos en Baja California, Fernando Ocegueda Flores, dijo que al trabajo de las familias para encontrar a sus seres se añade otro si los encuentran muertos: recuperar los cuerpos.
Advirtió que la violencia en Tijuana, que entre enero y julio de 2018 alcanzó mil 451 asesinatos, rebasó la capacidad de respuesta y afectó a las familias que buscan a sus seres queridos, no hay personal suficiente para atender en el Servicio Médico Forense, pero tampoco en otras áreas, como la de genética para el reconocimiento de los cadáveres.
Un ejemplo es Nancy Serrano Rivera, quien halló en Tecate a su hermano desaparecido desde el 6 de junio pasado, tras intentar cruzar hacia Estados Unidos.
Tardó más de dos meses en recuperarlo porque primero tenía que identificarlo para que se lo entregaran. Parte del protocolo exige que el reconocimiento sea con una muestra de sangre, pero el químico responsable estaba de vacaciones.
Su preocupación —dijo Serrano— era que su hermano terminara en una fosa común y entonces sí sería prácticamente imposible recuperarlo.
El tiempo pasaba y no podía hacer nada para acelerar el proceso de identificación, terminó por solicitar a las autoridades locales que resguardaran el cadáver en lo que el personal de genética regresaba de su periodo vacacional.
El 16 de agosto pasado, el cuerpo de José Antonio —su hermano— fue liberado, ahora sólo espera juntar dinero para costear los gastos del funeral para llevarlo a su hogar, en Los Mochis.