Reynosa.— La autorización de citas por medio de la aplicación CBP One ha generado que vuelos y autobuses se encuentren saturados por migrantes que viajan con destino a Reynosa. Uno de estos casos es el de Brenda María López y su hijo Jairo Samuel López, originarios de Honduras, quienes tenían más de ocho meses intentando conseguir una cita por la aplicación CBP One, y hace unos días lo lograron.
Establecidos en la Ciudad de México, Brenda encontró trabajo haciendo flores de papel para así poder juntar recursos.
“Una señora me contrató, hacíamos flores de papel y ella misma me rentó un cuarto donde me quedé con mi hijo. Pensamos que él encontraría trabajo, pero lo rechazaban ya que apenas tiene 17 años, así que decidí trabajar para mantenernos y esperar a conseguir una cita que la verdad, pensamos no llegaría”.
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Era tanta la desesperación al no contar con una buena calidad de vida, que Jairo le pidió a su madre regresar a Honduras y dejar de pasar adversidades en un país que, aunque los recibió con los brazos abiertos, definitivamente no les auguraba un mejor futuro.
“Estaba trabajando cuando me habló mi hijo y me dijo que por fin había conseguido la cita, yo le había dicho que si en esa semana no teníamos la cita, regresaríamos a Honduras, pero también le pedí mucho a Dios que nos ayudara porque lo único que queremos es trabajar, estudiar y vivir en paz”, comenta Brenda.
El 21 de noviembre consiguieron la cita en el CBP One, aunque debían presentarse en Brownsville, Texas, el 15 de diciembre. Con el dinero que logró reunir, Brenda decidió comprar dos boletos de avión para llegar a Reynosa ya que le informaron que era una ciudad cercana a Matamoros.
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“La cita nos salió en Brownsville, Texas, nos dijeron que teníamos que ir a Matamoros y presentarnos en el Puente Nuevo, pero no encontramos vuelos allá, por eso vamos a Reynosa y esperaremos a que se acerque la fecha para que nos reciban en Estados Unidos. Le sigo pidiendo a Dios su ayuda para que podamos en Navidad estar en suelo americano”.
Esta mujer y su hijo llevan en hombros dos mochilas en las cuales llevan sus pertenencias. “No llevamos mucho, no tenemos nada, si acaso unos cepillos de dientes y en la mano, sólo los celulares, los pasaportes hondureños, los permisos que nos dieron para poder estar en México y ahorita, los boletos del avión”, dice Jairo.