Ciudad Juárez.— “Se nos acaba la vida” es una de las frases más repetidas entre las madres de mujeres desaparecidas y víctimas de feminicidio.
En su camino en la búsqueda de sus hijas y de justicia, ellas dejan todo, particularmente su salud física y mental.
Depresión, ansiedad, hipertensión, problemas de sueño y en algunos casos hasta cáncer forman parte de los males con los que tienen que lidiar las madres, quienes explican que comienzan a presentar estos padecimientos desde el momento en el que sus hijas desaparecen o les informan que fueron asesinadas.
De acuerdo con el Movimiento de Mujeres en Ciudad Juárez, en esta frontera, de 2018 al viernes 18 de noviembre de 2022 se tenían documentados 128 feminicidios, y de 2010 al mes pasado, un total de mil 681 homicidios dolosos contra mujeres.
En la mayoría de los casos no hay justicia, por lo cual las madres de las víctimas pasan los años luchando y alzando la voz para que lo que ocurrió con sus hijas no suceda con nadie más.
Llegar al hospital
Norma Laguna, de 52 años, es madre de Idaly Jauche Laguna, una joven de 19 años que desapareció en febrero de 2010 en Ciudad Juárez; sus restos fueron encontrados más de un año después en la zona conocida como el Arroyo del Navajo, un sitio que ha sido considerado el cementerio clandestino más grande de mujeres en esta frontera.
“Al año de que mi hija desapareció tuve presión alta, luego estuve en un hospital siquiátrico y pues me dijeron que tenía que estar tomando medicamento para la depresión, para la ansiedad, porque a veces nos agarran unas crisis muy fuertes que no podemos detener. Eso llega y no lo podemos detener y no queremos estar así, pero sí afecta demasiado”, explica.
Norma cuenta que fue un mes lo que tuvo que estar internada recibiendo atención en un hospital siquiátrico, después de que sepultó los restos de su hija.
La madre de Idaly refiere que tiene servicio médico por parte del gobierno, pero para ella es más desgastante el acudir y recibir esa atención, debido al sinfín de trámites que debe llevar y cumplir cada vez que requiere de la atención médica.
“Es muy desgastante porque va uno creyendo que la van atender, porque ya saben la situación de uno, pero no. Resulta que te dicen que debes de llevar copias de allá para acá, documentos allá, y puras vueltas y pues uno con todo esto que trae ya no quiere”.
Relata que la misma situación de salud que ella padeció la cargan otras madres que también tienen una hija desaparecida o que fue asesinada.
“Lamentablemente, hay muchos padres y madres que ya han fallecido por lo mismo; por la misma situación, y ahorita hay varias mamás que tienen cáncer por lo mismo”, recalca.
“Ya no puedes saber ni de ti”
Susana Montes Rodríguez, de 53 años, es madre de María Guadalupe Pérez Montes, quien desapareció el 31 de enero de 2009.
Cuenta que su salud se vio afectada desde el momento en que desapareció su hija. Sin embargo, fue hasta que intervino otra de sus hijas que se dio cuenta de la gravedad de su situación.
“En el transcurso de la desaparición de mi hija fue algo muy catastrófico, porque yo no veía mi salud ni me miraba yo. Me miraban mis hijas y mi familia y me decían que tenía que dejar esto, pero una cosa yo sí puedo decir: una madre que le llega a pasar esto no se puede quedar sentada mirando alrededor. Cuando tú miras que te han quitado un pedazo de tu corazón, que es una hija. Tú haces todo lo humanamente posible por seguir en la búsqueda para saber qué fue lo que pasó”, afirma Susana.
Relata que han pasado ya 13 años desde que su hija desapareció y en todo este tiempo las autoridades de Juárez le entregaron solamente una parte del cráneo y costillas, por lo cual Susana continúa buscando los demás restos de su hija, y es esa búsqueda la que se ha llevado su salud.
“Yo he seguido con la búsqueda de lo demás; yo no tuve huesitos, yo tuve una personita muy linda. Esto repercute en todo lo que es la salud y la familia; no sólo a mí, sino a sus hermanas.
“Hacemos todo lo humanamente posible y le damos gracias a las asociaciones, como Red Mesa de Mujeres, que pusieron tanatólogas, sicólogos, para que yo pudiera seguir adelante porque si no, sinceramente yo no estaría aquí”, expresa.
Susana reconoce que la mayor afectación que padece es en su salud mental, y sus otras hijas la han ayudado a salir adelante.
“Cuando tú andas en la búsqueda de ellas, hay un momento en que ya no puedes saber ni de ti. Mentalmente hubo un momento en el que mi hija me tuvo que detener, me dijo: ‘Mami, por favor, estás mal, hablas una cosa y vuelves a decir otra. Queremos que te detengas porque también nosotros te necesitamos’. Ahí fue un foco porque dije ‘no puedo dejar que mis demás hijas también se pongan mal’”, recuerda.
Fue ahí cuando tomó una pausa y buscó ayuda para recuperar fuerzas y, de nueva cuenta, seguir con su búsqueda de justicia, no sólo para su hija sino para las demás jóvenes que son asesinadas en Ciudad Juárez.
“Tenemos que estar tomando medicamento, pastillas para poder sentirnos bien.
“Es general porque yo he hablado con muchas mamás y la mayoría no pueden salir, no pueden hablar, caen en la cama, pero gracias a Dios yo todavía tengo la fuerza para dar la voz por ellas”, afirma Susana.
Se deja a las familias a la deriva
El hecho de que la mayoría de los casos —como los de las hijas de Susana y Norma— queden impunes, no sólo afecta la salud de las familias, sino que también las autoridades dejan a la deriva a toda la familia.
“Las familias directas de víctimas, hijos, padres, madres se dejan a la deriva. Los hijos carecen de una oportunidad de estudio. Las madres de las mujeres desaparecidas y asesinadas hemos tenido que enfrentar el monstruo frío de la impunidad y una serie de enfermedades que son consecuencia del hecho que vivimos.
“Yo soy madre y conozco madres de mujeres desaparecidas o asesinadas con cáncer, con diabetes, ansiedad, depresión, alta presión, con una serie de enfermedades que se derivan de ese hecho”, afirma Norma Ledezma, fundadora de la asociación Justicia para Nuestras Hijas.
Norma formó la organización a raíz de la desaparición y muerte de su hija Paloma Escobar Ledezma, en 2002. Actualmente sufre de diabetes, enfermedad que le fue detectada después de lo ocurrido con su hija.
Como activista, señala que el Estado no ha sido capaz de atender la salud de las madres, por lo cual existen decenas de casos donde las familias se ven obligadas a hacer todo tipo de actividades para costear los gastos médicos de quienes tienen un problema de salud derivado de esta situación.
“El Estado nunca ha sido capaz de dar una atención genuina, monitoreada, auténtica y no las sobras que les deja a las secretarías y con eso me refiero a esto. Hay un caso de una madre que le van a amputar su pierna por cierta enfermedad y tiene 21 años con su hija desaparecida, y sus hijas y nietas tienen que hacer actividades para poder costear los gastos médicos. Esa madre vendió su casa, perdió su trabajo para buscar a su hija. Todo se pierde, pero nadie lo atiende”, lamenta la activista.
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