Oaxaca de Juárez.— Elenita Ramos Hernández ambiciona lo que pocas estudiantes de secundaria pública en ganar una medalla de oro en la Olimpiada Internacional de Matemáticas e inspirar a más niñas y niños para que se preparen en esta área.

“La satisfacción que sientes al resolver un problema, estar pensando unas cuatro horas seguidas y sacar las respuestas, se siente muy bien. También es muy divertido ir a los exámenes y resolver problemas y convivir con niños de otros estados”, dice a sentada en una butaca de la biblioteca de su escuela, con la medalla de plata que ganó en la Olimpiada Nacional de Matemáticas 2023.

A sus 13 años, pasó de jugar a resolver exámenes durante la pandemia, a entrenar hasta siete horas diarias, una forma poco común de divertirse entre estudiantes de secundarias públicas del estado, quienes conforman apenas 30% de los preseleccionados a la Olimpiada Nacional de Matemáticas, según Édgar Ramos, padre de Elenita, biólogo y posdoctorante en Neurociencia por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

“Un 70% de la preselección son de escuelas muy caras del estado [privadas]. De las públicas son muy bajos los que quedan y los que pasan a la fase nacional serán uno o dos, si acaso, de escuelas públicas”, detalla.

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Elenita quiere seguir practicando para ganar el oro en la Olimpiada Internacional de Matemáticas. Foto: Edwin Hernández EL UNIVERSAL
Elenita quiere seguir practicando para ganar el oro en la Olimpiada Internacional de Matemáticas. Foto: Edwin Hernández EL UNIVERSAL

Elenita es uno de estos casos. Ella misma propuso a la escuela la inscripción en la olimpiada, para que también el resto de sus compañeros pudieran participar. Tras esta primera experiencia, en la escuela se formó un pequeño grupo de niñas y niños interesados en entrenarse en matemáticas para competir en concursos.

Su padre concluyó la educación básica en la misma institución en la que ahora ella cursa el primer grado: la Escuela Secundaria Técnica 170 de El Rosario, la comunidad más poblada del municipio de San Sebastián Tutla, zona conurbada a la ciudad de Oaxaca, con alta incidencia en delitos como violencia familiar, lesiones dolosas y robo.

Para llegar a esta escuela, a una hora de distancia en transporte público del Centro de la ciudad, hay que pasar por tramos de caminos aún no pavimentados, obras inconclusas y campos de cultivo.

Acompañando a su hija, a Édgar Ramos le ha tocado constatar el nulo apoyo e incluso los obstáculos de algunos directivos de escuelas hacia las niñas y niños que desean participar en las olimpiadas, concursos que no cuentan con apoyo institucional de ninguna índole y se sostienen gracias al tiempo y dedicación de docentes, madres y padres de familia.

Pero el caso de la secundaria 170 es diferente. La comunidad educativa, al ver el empeño tan grande de Elenita, organizó una rifa con el fin de reunir el dinero necesario para que la pequeña asistiera, acompañada de su padre, a dos competencias nacionales, de las que regresó con dos preseas bajo el cuello.

Con una medalla de plata en la Olimpiada Nacional de Matemáticas en Querétaro y otra de bronce en el Segundo Concurso Nacional Femenil en Oaxtepec, en el que compitió con niñas de primero a tercer grado de secundaria, así como de primer grado de bachillerato, la pequeña afirma que las matemáticas no son más que “una forma divertida de ver el mundo”.

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Hasta ahora ha ganado una medalla de plata y otra de bronce. Foto: Edwin Hernández/EL UNIVERSAL
Hasta ahora ha ganado una medalla de plata y otra de bronce. Foto: Edwin Hernández/EL UNIVERSAL

Transformar la educación

Para el profesor Marcos Aníbal Bolaños López, quien imparte la clase de matemáticas al primer grado de la secundaria 170, la razón por la que la mayoría de los preseleccionados para las olimpiadas son estudiantes de escuelas privadas es el orden de la difusión que se le da, pero también de los planes educativos y agendas políticas.

“La dinámica, al menos en Oaxaca, es que el aspecto social y económico se mueve mucho a través de la política, y esa es una parte que ha detenido la educación [pública], pero creo que muy a pesar de eso, se ha logrado demostrar que Oaxaca tiene representantes de todo tipo, en la gastronomía, en la política... científicos que incluso están en Estados Unidos; lo que quieren a veces es demostrar que en Oaxaca no hay ese avance, pero sí lo hay”, dice.

En cuanto a los planes educativos, señala, “encasillan” a las alumnas y alumnos en los mismos temas y los limitan a ciertas formas de aprendizaje, los llevan al aburrimiento y a terminar por odiar las ciencias duras.

“El magisterio en Oaxaca está buscando con el PTEO (Plan para la Transformación de la Educación de Oaxaca propuesto por la Sección 22 del SNTE) salirse de la frialdad de un número, porque no nada más es el número, es el liderazgo, es la forma de afrontar las problemáticas”, agrega el profesor, quien usa memes, acertijos e historias para interesar a las pequeñas y pequeños de distintos grados en las matemáticas.

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“Lo que se busca es transformar, que el alumno no llegue y nada más se siente y diga: ‘voy a recibir lo que el maestro dice’; la forma de aprendizaje la hemos visto a través de las corrientes pedagógicas, es de diferente manera: el alumno aprende afuera, aprende con una ventana, con una puerta, con una calle, con un semáforo”.

Antes de que otras niñas y niños entren al salón que tiene la función de biblioteca, con pocos libros en un estante que forma una línea horizontal en la pared, en la penumbra que deja la falta de luz eléctrica, Elenita expresa que de grande quiere ser veterinaria, porque le gustan mucho los animales.

Eso no le impide seguir entrenando hasta 10 horas al día para conseguir su meta de ganar el oro en la Olimpiada Internacional y enviar un mensaje a las niñas y niños de Oaxaca: “Nunca se den por vencidos, que vayan y que hablen con la escuela y, si no quieren, que se metan por su propia cuenta y que participen, porque lo importante es participar”.

A sus 13 años de edad, Elenita pasó de jugar a resolver exámenes durante la pandemia, a entrenar hasta siete horas diarias para participar en diversos concursos. Foto: Edwin Hernández/EL UNIVERSAL
A sus 13 años de edad, Elenita pasó de jugar a resolver exámenes durante la pandemia, a entrenar hasta siete horas diarias para participar en diversos concursos. Foto: Edwin Hernández/EL UNIVERSAL
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