Aguascalientes.— Yazmín se acercó a la cripta del Niño Chavita, en el Panteón de Los Ángeles, deslizó un plumón negro en el muro trasero; su esposo asentía en cada frase que plasmaba con el anhelo de ser bendecidos con un hijo y la promesa de volver a la tumba con mariachi en cuanto se le concediera el milagro.
La pareja acudió al cementerio más antiguo de Aguascalientes atraída por la fama del Niño Chavita y por los juguetes y dulces que están dentro y fuera de la tumba que simbolizan los milagros que le atribuyen.
La tumba, ubicada en el pasillo 17, se identifica con el número 451 y la lápida Familia Huerta Landeros Chavita, a un costado de otra de las mismas características. El niño, cuentan sepultureros, falleció a finales de los 70, a los ocho años, aunque en el archivo histórico del panteón no existe un acta de defunción.
Yazmín dice que en su familia platican que Chavita murió por un accidente en el que se asustó mucho y enfermó, “luego, al poco tiempo que lo enterraron, comenzó a hacer milagros”. Ella ha buscado por cuatro años ser madre sin lograrlo, por eso se acercó “a pedirle el favor.“
Algunas otras peticiones son: “Ayúdanos a pasar el semestre”, “Dale a mi hija un hijo”, “Te pido que mi esposo deje de tomar y cambie su carácter”, “Te pido por nuestro bebé que llegue sano y salvo a nosotros”, “Gracias por el milagro en mi familia”.
En su interior se observan tres fotografías enmarcadas con la imagen del menor, mamparas con figuras de latón de diversas partes del cuerpo, una mancuerna matrimonial, juguetes empolvados en desorden, así como imágenes religiosas.
Juan Carlos, empleado de mantenimiento del panteón, comenta que hace un par de años dejó de acudir una mujer que limpiaba el nicho y le hacía una fiesta con comida y mariachi, incluso cada 15 de abril.
Es la tumba más visitada de todo el año, pero de manera más notable sucede en las festividades de Día de Muertos. “Siempre tiene juguetes nuevos, los más viejitos los tiramos cuando se queman con el sol”, añade.
“Es traviesillo, sale a divertirse con sus juguetes en las noches, en las mañanas encontramos sus juguetes por todos lados y se los volvemos a acomodar”, afirma Juan Carlos.
Trabajadores de mantenimiento, sepultureros y veladores que también hacen de vigilantes para procurar el orden y respeto de los difuntos, comparten que seguido levantan bolsas negras que gente arroja en el panteón.
“Hay gente que se oculta para hacer cosas que no son buenas”, dice un empleado de la Dirección de Panteones del municipio.
Alejandro Arellano, criminalista jubilado, y velador del Panteón de la Cruz, menciona que a los muertos se les debe tener respeto. “Hace poco me tocaron 12 personas, no sé si sea secta, que se acuestan y supuestamente los levantan con cánticos. Una de ellas estaba acostada en una lápida y por eso la invité a que se retirara”, relata.
De igual manera, otro de sus compañeros había vivido la misma experiencia. Todos los días después de las 17: 00 horas, cuando cierra el cementerio, realiza un recorrido por el interior para invitar a las personas a salir del inmueble; en casos tiene que lidiar con personas ebrias que se presentan en horarios no hábiles.
“A veces llegan tomados que quieren ver a su papá o a su mamá, se ponen necios a querer entrar a deshoras de la noche”.
Espacio de toreros
El Panteón de Los Ángeles, con 148 años de historia, guarda entre sus muros leyendas y mitos, como la del muertito milagroso, pero además rinde tributo a los toreros que han partido.
Su acceso es por el Panteón de la Cruz, con el que quedó fusionado. Su propia puerta no se abre al público.
El Mausoleo Taurino es otro de los espacios más visitados e incluso su diseño simboliza una plaza de toros.
En este sitio reposan los restos de toreros aguascalentenses, entre ellos los matadores Mario Alberto Aguilar, Rubén Salazar Ávila, Efrén Adame López, Fabián Ruiz Narváez y José Manuel Montes Castillo.
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