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Chilpancingo.— El servicio médico en la Montaña de Guerrero es más parecido al de los países del África subsahariana que al de Dinamarca, considera Abel Barrera Hernández, director del Centro de Defensa de los Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan.
“No sé si cuando lo dijo [el presidente Andrés Manuel López Obrador, que el sistema de salud de México es mejor que el de Dinamarca] lo hizo pensando en los pueblos indígenas.
“Lo que dijo, en el caso de la Montaña, en lugar de remitirnos a Dinamarca nos remite más a los países del África subsahariana. Esta comparación se hace desde hace 25 años por los niveles de pobreza y marginación que se viven en la Montaña. Acá, en lugar de hablar del paraíso de la salud, hablamos de la tragedia de las enfermedades. Seguimos hablando en la Montaña de fallecer de muerte materna; morir por desnutrición, por falta de médicos y medicamentos”, subraya.
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Barrera Hernández es un defensor de los derechos humanos que conoce a la perfección la Montaña de Guerrero. El activista señala que en este sexenio se resintió más la falta de equipo, de medicamentos y de médicos y especialistas.
Ejemplifica con el Hospital General de Tlapa, el único de la región: tiene 50 camas y siete para urgencias para atender a más de 400 mil personas de la zona.
“Ahora, con el problema del dengue, la gente está esperando hasta cinco horas para que los atiendan y como no los reciben se van, aunque lleven las plaquetas bajas, pero no hay forma de internarlos, está colapsado el hospital.
“El problema es que todos los problemas de salud llegan a Tlapa y el hospital no tiene la capacidad para atender la demanda”, dice.
Además de las ineficiencias e insuficiencias en los hospitales, explica Barrera Hernández, se vive el maltrato, la discriminación. Pone otro ejemplo: en el Hospital de la Madre y el Niño Indígena, también en el municipio de Tlapa, a los familiares de los pacientes no les permiten estar fuera del hospital.
“Hay un trato discriminatorio, indigno, inhumano, no se les brinda la información necesaria. La mayoría de las mamás son de las comunidades que muchas veces sólo hablan su lengua y no entienden. Del personal reciben malos tratos, las regañan porque llegan con complicaciones y las regañan porque las atienden las parteras tradicionales. Por su situación de analfabetismo las quieren tratar como si fueran irracionales”, denuncia.
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Si no muere en el hospital, no cuenta
Barrera Hernández y el equipo de Tlachinollan han detectado cómo los hospitales bajan las estadísticas de las muertes maternas.
“Tenemos registro de que en los hospitales se niegan a atender casos de partos con complicaciones, porque no quieren que ahí se registre una muerte materna. Hay un caso de una mujer que la trasladaron al Hospital de la Madre y el Niño de Chilpancingo desde Ometepec, por la gravedad que tenía. En Chilpancingo la rechazaron y la devolvieron a Ometepec, le dijeron que se tenía que atender allá.
“De vuelta en Ometepec, en el hospital le dijeron que se fuera a su casa. Lo que deducimos es que no quieren registrar una muerte materna. Están obstinados en dar buenas cuentas”, acusa.
Otro sector vulnerable, añade el activista, es el infantil.
“Hay casos de niños desnutridos que no se atienden, no hay control de vacunas, no hay campañas de vacunación, ahora no les dan seguimiento. Los niños están más indefensos. Los menores siguen con desnutrición, teniendo problemas graves por diarreas, por parásitos. Son niños que no cuentan con agua potable, a muchos se los llevan a trabajar como jornaleros y allá hay un descuido mayor”, explica.
Todo esto es aprovechado por clínicas privadas y farmacias: “La gente tiene que comprar sus medicamentos porque no hay en los hospitales. Se convirtió en un gran negocio... y lo peor es que ningún gobierno responde por estas deficiencias”, señala Barrera.