Frente a la puerta de la tienda ubicada en Otay Mesa, a unos cinco minutos de la frontera entre México y Estados Unidos, cuelga una gran bienvenida con letras verdes que dice: “A Green Alternative”. Hay dos hombres armados que visten camisa blanca, en la que fue estampado el logotipo de la empresa. Es una de las más de 90 compañías que consiguieron el permiso para vender marihuana en San Diego, California.
El primer día de 2018 pasaron dos cosas: entró en vigor una ley en California que permite la venta de marihuana para uso recreativo y los clientes se arremolinaron para recibir el año con un par de gramos; hubo filas en cada una de las tiendas.
Entre los nuevos clientes no sólo hubo ciudadanos o residentes estadounidenses, en las filas de 30 o hasta 40 personas, que esperaron más de una hora para comprar, también había gente de Tijuana que, en algunos casos como Roberto, cruzaron la frontera, encontraron uno de los dispensarios, hicieron fila, compraron un par de gramos de marihuana y luego la cruzaron ilegalmente a territorio mexicano.
Foto: Roberto, un consumidor, compró la marihuana en California porque dice que es de mejor calidad y hasta le regalaron una pipa.
Arrestos en la frontera
El caso de Roberto no es el único. Como él otros más en ambos lados de la frontera compran marihuana en la Unión Americana y luego cruzan la mercancía a territorio mexicano; sin embargo, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) ha detectado que no todos tienen el mismo interés de comprarla para uso personal, por ejemplo, ha arrestado a personas con hasta 400 o 500 gramos en las garitas de las ciudades de Tijuana y Mexicali.
Aunque medio kilo no se compara con las toneladas de marihuana decomisadas mensualmente en la ciudad, el comandante de la Segunda Zona Militar, Enrique Martínez, asegura que es suficiente para saber que esa cantidad no es para consumo personal.
“Son pequeñas porciones, traen 50 dosis. No es tanto para consumo personal, a menos que traigan provisiones para todo el año”, advierte el comandante.
“¿Podría decirse que es como tráfico hormiga?”, se le pregunta. “Sí, así es, podría decirse”, responde el comandante.
Describe a las personas detenidas con la marihuana como caucásicos o mexicano-americanos, que desde antes de que entrara en vigor la ley para legalizar su comercialización en California, traían la planta desde alguno de los otros estados donde era permitida su venta: Distrito de Columbia, Oregón, Washington, Colorado o Alaska.
Años atrás eran los ciudadanos estadounidenses los que llegaban a la ciudad fronteriza de Tijuana para adquirir la hierba.
¿Beneficios?
El comandante Enrique Martínez piensa que no sería una mala idea que los consumidores de la droga compren su mercancía del otro lado de la frontera, en territorio estadounidense, porque ese cambio podría significar una reducción en la violencia que hay en la frontera, además que les permitiría enfocar sus esfuerzos para inhibir la inseguridad en los otros focos rojos.
“Ojalá y vayan allá y nos eviten tener tanta gente vendiendo en la calle porque realmente no hemos podido disminuir la violencia generada por estos individuos que venden”, lamenta.
La gente que compra en Estados Unidos no siempre se queda de ese lado de la frontera.
No todos piensan como él. El presidente del Comité Ciudadano de Seguridad Pública de Tijuana, Genaro de la Torre Quintanar, piensa que las autoridades tendrán que poner mayor vigilancia para garantizar que el tráfico hormiga de marihuana con dirección de norte a sur no se agudice.
Roberto, luego de haber comprado unos gramos de marihuana, acompañado de su novia, regresó a Tijuana; no obstante, su retorno fue inusual. Antes de pisar suelo mexicano encontró dos filtros de seguridad, el primero en el área del Servicio de Administración Tributaria (SAT) en la Garita de Otay Mesa, un sitio en el que raramente se hace fila para cruzar de Estados Unidos a México, solamente que el semáforo aleatorio lo indique; ese día se encontró con perros que olfateaban alrededor de los carros.
Luego de pasar el puerto de entrada a la ciudad, a menos de un kilómetro de distancia, un retén de la policía municipal lo esperaba.
La pregunta fue de rutina: “¿De dónde vienes?”. Además, le ordenaron mostrar una identificación.
“Cuando la compré y estaba haciendo la fila, pensé: ‘Saben en México que ahora es legal. Quizás ahora no voy a comprar tan seguido’”, dice Roberto, aunque a pesar del riesgo cree que la cantidad de gente que comprará marihuana de aquel lado se va a disparar.
La experiencia
De su primera experiencia como comprador legal de marihuana en Estados Unidos guarda una pequeña pipa que le obsequiaron.
Una de las jóvenes que lo recibió en la tienda, primero lo llevó a una sala de espera en la que estuvo 15 minutos, luego lo acompañaron a otro salón en donde exhibían las variedades de la droga, en el que además de darle un recorrido le explicaban el tipo de mercancía disponible: gomitas, pan, aceites e incluso hasta bebidas.
“Conozco licenciados y esposos que consumían marihuana aquí, se arriesgaban, enviaban a alguien a comprarla y digo que ahora con esa posibilidad abierta, todas esas personas van a preferir comprarla allá”, dice el joven.