María Chun, mejor conocida como La China, era una mujer de origen coreano que eligió esta ciudad como su hogar y al no tener familiares decidió comprar su ataúd antes de morir y un espacio en el panteón el cual visitaba frecuentemente.
Incluso, el féretro que adquirió fue prestado a sus vecinos, quienes posteriormente se lo reponían, afirma Manuel Carrillo, director del cementerio:
“Cuenta la historia que esta mujer al sentir cada vez más cerca la muerte, se dio a la tarea de preparar con tiempo su funeral e incluso su ataúd, el cual tenía parado en una esquina de su tienda de abarrotes, lo que causaba el temor de niños y vecinos”, señala.
Esta peculiar historia se recuerda durante el Día de Muertos, así año con año su leyenda permanece viva y yace junto con las cuatro mil 500 bóvedas del cementerio civil de Chetumal.
Fabián Herrera Manzanilla, cronista de la ciudad, confirma que el relato es transmitido de generación en generación por muchos habitantes durante estas fechas.
La China falleció el 19 de septiembre de 1966. Su obituario señala que llegó a Mérida, Yucatán, en marzo de 1900 procedente de Corea y luego se trasladó a Chetumal. Encima de la tumba hay un busto que, según la tradición oral, fue mandado a hacer por ella misma, precisamente para la que sería su última morada.