Monterrey.— El 24 de junio, el albañil Juan Pérez Hernández hubiera festejado 59 años de edad con su esposa Amalia y los hijos de ambos, pero el 24 de mayo pasado, junto con sus sobrinos César Pérez González, de 23, y Eloy Méndez Vega, de 16 años de edad, desaparecieron en Nuevo Laredo, Tamaulipas, cuando fueron a realizar trabajos de albañilería.
Vía WhatsApp, César mandó fotografías a su esposa y le avisó que ya habían llegado a Nuevo Laredo. Fue lo último que supieron de ellos, porque se cortó la comunicación y ni el carro en el que viajaban ha sido localizado desde entonces.
El vehículo tipo Aveo de modelo reciente se lo prestó a don Juan su hija Karla Ibeth, quien tendrá que seguir pagando 5 mil 120 pesos mensuales, se localice o no el automóvil, y de paso apoyar económicamente a su madre Amalia, quien se quedó sin el pilar económico que le brindaba su esposo.
Acompañada por el papá de uno de sus primos desaparecidos, Karla acudió a Nuevo Laredo a presentar una denuncia por la desaparición de su padre y los dos sobrinos.
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Sin embargo, afirmó, en la fiscalía tamaulipeca la trataron muy mal, “son muy apáticos, insensibles, se burlan de tu dolor, me reclamaron que les había quitado el tiempo de su comida”.
Mira, le dijeron, “son las 5:20 de la tarde y nosotros debemos comer de tres a seis, si quieres que levantemos la denuncia puedes regresar de seis a nueve para continuar con tu declaración”.
Como ya era tarde y riesgoso, a raíz de lo ocurrido con sus familiares, prefirieron regresar a Monterrey, sin formalizar la denuncia. Por eso se acercaron a la fiscalía de Nuevo León que emitió el reporte de búsqueda.
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Pero aun así recibieron amenazas telefónicas para decirles que no regresaran a Nuevo Laredo porque “nos iban a bajar”. Hay además un detalle que les intrigó, pues al día siguiente de la desaparición de su padre y los dos jóvenes les llamó un guardia del Tec de Monterrey para avisarles que, frente a las instalaciones de la institución educativa, había encontrado un celular que resultó ser el de don Juan Pérez.
Los familiares están intrigados sobre el motivo para que sus seres queridos hayan sido privados de la libertad, pues aseguran que nadie les llama para pedir rescate, aunque hay algunos que falsamente aseguran que los tienen secuestrados, pero cuando les piden una prueba dejan de llamar.