Más Información
Secuestran y asesinan a delegado de Unión Regional Ganadera en Sinaloa; su cuerpo presenta huellas de tortura
Pifia ortográfica se cuela en transmisión del debate sobre CNDH; “Dictamen a discución” pasa desapercibido en Canal del Congreso
Trump designa a Elon Musk al frente del “Departamento de Eficiencia Gubernamental”; buscará eliminar regulaciones excesiva
Raymundo Luna Pérez
, de 18 años languidece en un camastro de tablas en la comunidad Chenmut, del municipio de Chalchihuitán. Su rostro se ilumina con los últimos rayos de sol de la tarde, pero ni así puede evitar los escalofríos, mucho menos puede articular palabras desde hace 12 días que ingirió un herbicida , en un intento por quitarse la vida, “porque estaba muy triste”, por el conflicto agrario ”, cuentan sus familiares.
El 3 de diciembre por la mañana, Raymundo se dirigió a su parcela, pero solo fue un pretexto, porque su objetivo era quitarse la vida . “Nos dijo que iría a preparar su bomba (asperosa), pero ya no regresó”, explica su padre Mariano Luna Gómez.
Pero desde entonces, el joven sobrevive solo bajo el cuidado de sus padres, porque en tres ocasiones los médicos del hospital de Las Culturas , de San Cristóbal, le han dicho que mejor regrese a Chenmut, cerca de la franja que se disputan tzotziles de Chalchihuitán y Chenalhó.
El seminarista Francisco Lara considera que del 3 de diciembre a la fecha, la salud del joven se ha quebrantado; “hace unos días estaba mejor, pero ahora lo ven muy delicado”, agrega.
El 3 de diciembre, Raymundo le dijo a su padre que iría a la parcela y recorrió hacia la hondonada bajo el pretexto de arreglar su bomba asperosa, pero las horas pasaron y no volvió y fue cuando Mariano decidió ir a buscarlo y fue cuando lo encontró tirado “cerca de la casa que tenemos allá abajo”. Alrededor del cuerpo del joven habían dos botellas de herbicida y una de aguardiente de la marca Charrito.
Mariano pidió ayuda para trasladar a Raymundo hasta su vivienda, en espera de llevarlo hacia el Hospital de las Culturas de San Cristóbal de las Casas, por la ruta que va hacia Simojovel, ya que la salida hacia Las Limas (Chenalhó) y la del poblado Pom (Chalchihuitán), estaban bloqueadas.
Mariano cuenta que antes de que su hijo tomara el herbicida, lo notó triste, porque parecía atribulado por el conflicto por límites territoriales y los constantes disparos de arma de fuego que se registraban en la noche.
Cuando se recrudeció el hostigamiento de los hombres armados, en la franja territorial en disputa, Raymundo pudo ver que sus vecinos dejaron sus cafetales casas y partieron en busca de refugio temporal hasta las comunidades más lejanas, como Cruz Cacanal, en las montañas de Chalchihuitán a una altitud de 2 mil metros sobre el nivel del mar.
La familia de Mariano ha sido víctima del conflicto territorial, porque el 3 de julio del 2015, un grupo armado dio muerte a tiros a su hijo Salvador Luna Pérez, de 16 años de edad, cuando se encontraba en su parcela, muy cerca de donde Raymundo intentó quitarse la vida.
Esa ocasión, el conflicto provocó que 300 indígenas de Majopepentic, municipio de Chenalhó, dejaron sus hogares y se ubicaron temporalmente en Fracción Polhó, debido a los constantes disparos de arma de fuego que se escucharon durante las noches en la franja territorial en disputa.
Pese a que cerca de Majopepentic, se encontraba un destacamento de la Policía Estatal Preventiva (PEP), las familias se desplazaron hacia Fracción Polhó, pero fue después de varias semanas que volvieron a sus hogares, con la asistencia de organismos de derechos humanos.
En noviembre pasado, cuando se recrudeció el conflicto entre habitantes de ambos municipios, los padres de Raymundo decidieron quedarse en Chenmut, pese a que todas a las 20:00 horas iniciaban los disparos de armas de fuego y se prolongaban hasta las 04:00 horas de la madrugada.
El sacerdote de Chalchihuitán, Salvador López, está convencido de que Raymundo intentó quitarse la vida “por desesperación y preocupación, pero de hecho hace unos días algunas de la organizaciones que laboran en la zona lo habían dado como una víctima mortal.
El seminarista Francisco Juárez, de la Misión de Bachajón, municipio de Chilón, que lleva varias semanas en la zona de conflicto, llegó a la casa donde permanece postrado Raymundo, para orar por su salud.
Afuera del cuarto donde permanece postrado Raymundo, un joven pide ayuda para que médicos puedan trasladar al joven hacia el hospital de Las Culturas, de San Cristóbal de las Casas, pero parece que nadie oye el llamado, porque entra la noche y no llega ninguna ambulancia, de las que están en la zona.
En el cuarto donde yace Raymundo, el seminarista clama porque la salud del joven de 18 años de edad, mejore. Alrededor de la cama observan los siete hermanos del enfermo. “Dios te pido que alivies a este joven de su dolor y desesperación”.
Los padres del joven son monolingües y con la ayuda del seminarista, Mariano cuenta: “Mi hijo tomó el líquido por la desesperación” y recuerda que en 2015, perdió a Salvador, su hijo de 16 años de edad, por las balas de los grupos armados que operan en la franja en disputa.
Desde la cama donde permanece Raymundo, los rayos de sol le pegan en el rostro, pero no son suficientes para que su cuerpo entre en calor. La tarde cae y los médicos no llegan a Chenmut. El joven languidece entre escalofríos y dolores que van de la garganta al estómago.