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A Jorge Domínguez lo motivan los colores de su tierra y su cultura. Colores que durante años sólo pudo conseguir de la naturaleza: machacando hierba y flores para pintar a escondidas de sus padres y del trabajo en el campo.
“Vengo de un lugar donde es complicado tener oportunidades en el arte. Un lugar donde no tenemos fácil acceso para comprar nuestras herramientas y trabajar con colores”, dice el veracruzano originario de la comunidad Mata de Otate, en Chontla, uno de los municipios que forman la región Huasteca.
Desde niño Jorge fue arqueólogo de su tierra, como él mismo se describe. Creció apasionado por trazar en sus cuadernos las formas extravagantes de la naturaleza, los sembradíos de maíz que trabajaba, las danzas de su cultura y el misticismo de los dioses de quienes sus padres le hablaban en tének, su lengua materna.
Pese a las reprendas de su familia, la cual decía que la pintura no significaba un trabajo productivo, Jorge comenzó a formar su carrera como artista participando en concursos durante la escuela, coloreando a escondidas y buscando en libros nuevas formas de proyectar las expresiones más íntimas de sus raíces.
A los 12 años, representó a su secundaria en un certamen de pintura a nivel nacional. Sin embargo, las carencias económicas de la comunidad imposibilitaron seguir con sus estudios.
Foto: Cortesía
“Pero yo soy muy terco y seguí mi pasión. Sin tener la asesoría de alguien decidí irme a la Ciudad de México para aprender”, cuenta el pintor.
En la capital del país pudo conocer el trabajo de aquellos grandes muralistas como Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros, de los que solo había escuchado hablar por sus profesores en Mata de Otate.
Jorge dice que tuvo que provocar, buscar y aferrarse a un nuevo estilo de vida donde trabajaba como ayudante general de diversos oficios y sin poder acceder a la educación universitaria por falta de recursos para estudiar la preparatoria, asistía como oyente a clases de escuelas como la Nacional de Artes Plásticas (ENAP) y cursos en talleres de la Casa del Lago en Chapultepec.
Un diálogo con el pasado
“La naturaleza siempre ha sido parte de mí, así que empecé a plasmarlo a mi manera. Pinto toda la extravagancia de mis raíces. Esas raíces que nos hacen ser auténticos, que nos hacen volar y poder ser críticos de la actualidad. Nunca imaginé que esto de alguna manera pudiera seguir pero lo hice con pasión”, cuenta Jorge desde Vancouver, Canadá, donde actualmente se encuentra exponiendo varias de sus pinturas junto con otros artistas latinoamericanos.
Hace más de siete años que sus obras comenzaron a tener difusión y el artista asegura que siempre ha pintado un diálogo con el pasado que le permite transmitir el bienestar de tener un contacto entre sí mismo y los pueblos indígenas.
“Tenemos que estar conectados con nuestras raíces para realmente poder avanzar en un mundo tan globalizado y lleno de tecnología”, afirma Jorge.
Por eso, cada vez que regresa a su comunidad huasteca busca trabajar con niños y jóvenes para que crezcan orgullosos de expresar sus orígenes, esta vez con la facilidad de acceder a las herramientas del arte y sin esconderse de sus padres o los deberes de trabajar en el campo.
Foto: Cortesía