Jaime Bonilla tomó posesión de la gubernatura en Baja California, esa por la que compitió para dos años, pero tras el triunfo, un Congreso “a modo” se la amplió a cinco y ahora sólo se espera que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) resuelva el caso.
Pero al hoy gobernador no parece afectarle que el proceso aún esté judicializado. De algo está seguro: que cuenta con el respaldo del gobierno federal para que su mandato sea de cinco años. Así lo hizo notar ayer al mostrar el músculo de la 4T que se dejó caer en la ciudad fronteriza.
Ya con la investidura de gobernador constitucional del estado y con el respaldo que le hiciera la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, quien le aseguró que la norma constitucional que le deja un periodo de cinco años para su mandato va a pervivir, Jaime Bonilla se adueñó del escenario en el Centro Cultural Tijuana (Cecut).
Desde las 15:30 horas, tiempo local, el auditorio del recinto cultural comenzó a llenarse. Para las 16:00 horas, las llegadas espectaculares: el presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo) en la Cámara de Diputados, Mario Delgado; el coordinador general de Política y Gobierno de la Presidencia de la República, César Yáñez; la diputada federal Dolores Padierna y su esposo, René Bejarano.
El gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García; el exgobernador de Morelos, Graco Ramírez, quien veía desfilar a su hijo como parte del staff del equipo de Bonilla. El expriista y dos veces embajador en el gobierno de Enrique Peña Nieto, el tijuanense Fernando Castro Trenti.
La dirigente nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky, y representando al gobierno federal, de manera oficial, el subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta.
Ya desde la madrugada, en su protesta ante el Congreso, en Mexicali, Bonilla actuó como un rockstar. Entró al salón de plenos en medio de alardes, saludó a cuanta mano le estiraron y remató con un beso en la boca a su esposa, Rita Fimbres.
La ceremonia protocolaria destacó por la presencia de 123 invitados, entre familiares y amigos del hoy gobernador en funciones, pero también resaltaron las ausencias. Ningún exgobernador de la entidad estuvo. Tampoco llegó el mandatario saliente, Francisco Kiko Vega de Lamadrid, a entregar el mando, ni nadie que lo representara.
Más tarde, en Tijuana, llegó la tercera llamada. Apareció Jaime Bonilla también con traje oscuro, camisa blanca y corbata amarilla. Se presentó un video en el que la constante fue la imagen del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Jaime Bonilla Valdez se apostó en el lado derecho del escenario, flanqueado por su gabinete, para dar un discurso de casi 57 minutos, interrumpido en 44 ocasiones por aplausos.
El primer informe de lo que hay que hacer. No hay fecha que no se llegue, señaló.
“La Cuarta Transformación en Baja California”, celebró. Bonilla Valdez se fue con todo. Se dedicó a criticar los 30 años de gobierno que encabezó el PAN. Los 36 años de gestión priista apenas los mencionó.
El nuevo gobernador criticó todo y prometió cambiar todo. “Vamos a trabajar duro. No tenemos tiempo, no sabemos cuánto tiempo vamos a gobernar”, reconoció.
Presumió no ser un recién llegado a la 4T, haber apoyado a López Obrador desde hace unos 20 años, y con ello vociferó: “No les voy a fallar”.
Salió del centro cultural donde un joven lo increpó con una cartulina: “Soy un ambicioso vulgar, no lucho por principios, lucho por el cargo, atentamente: Bonilla”, se leía.
Tras ello, el nuevo gobernador se dirigió hacia el estacionamiento donde montaron un escenario para que un grupo norteño amenizara el lugar para esa gente que se descolgó desde distintos municipios del estado. No muchos, pero sí escandalosos, los de Antorcha Campesina.
“Los compromisos no son nada si no se cumplen”, remató Bonilla.