A muy temprana edad, en su primera experiencia como inventor, Álvaro Cota dejó sin el taller donde trabajaba. Hoy es un investigador universitario, diseñador de múltiples artefactos, entre ellos unas baterías que pueden ser cargadas con agua de mar y de una cama bioelectromagnética que aligera algunos padecimientos crónicos.

Precisamente la cama, su innovación más reciente, nació ante la necesidad de auxiliar a un joven que se accidentó y sufrió severas lesiones. Además, al científico su invención le ha servido para mejorar las condiciones de vida de su esposa Guillermina, quien desde hace varios años padece de una angina de pecho; la pulsación que generan los campos magnéticos que atraviesan las células ha mejorado su salud.

Suavizar las dolencias con ciencia

Originario de Guamúchil, en el municipio de Salvador Alvarado, Sinaloa, Álvaro Cota creó la cama bioelectromagnética, invento inspirado en viejos proyectos que datan de 1970 en Alemania, donde se inició la experimentación con el manejo de los campos magnéticos, con pulsaciones diferentes.

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Su proyecto cuenta con antecedentes documentados de haber mejorado las condiciones de vida de pacientes con lesiones graves o bien, de aquellos con padecimientos crónicos, mediante la estimulación de las células para que absorban los nutrientes. Todo ocurre mediante el uso de bobinas más grandes con diferentes frecuencias.

De acuerdo con Álvaro Cota, su invento tardó tres años en poder concretarse.

Durante ese tiempo, estudió continuamente sobre el tema y utilizó equipos improvisados para hacer pruebas y llegar al resultado final, uno de ellos fue, por ejemplo, el embobinado, que inicialmente realizaba a mano. Otro punto innovador de su proyecto son las baterías que pueden funcionar con la energía eléctrica que genera el agua de mar y las descargas residuales.

Su principales pacientes

A la hora de probar las camas, uno de los testimonios de que este equipo —en vías de ser patentado— disminuye o aligera los padecimientos es el de la esposa de Álvaro Cota, Guillermina, quien recibe una terapia diaria de una hora acostada sobre la cama. A ella la inducción de los campos magnéticos le ha servido como un tratamiento alternativo de su angina de pecho.

“Mis dolencias y malestares se han suavizado, llevo una vida más tranquila, con algunos sobresaltos, pero esos son naturales, por situaciones que se padecen en una familia”, dice.

Por otro lado, el mismo investigador universitario es quien utiliza su invento como parte del tratamiento médico que sigue para el control de su diabetes, cuyos resultados se reflejan en forma positiva en el control de su glucosa y por ende, en una disminución en su consumo de los medicamentos.

Álvaro Cota destaca que una empresaria del ramo de laboratorios de análisis clínicos es la que lo ha motivado en su proyecto, con algunos financiamientos.

No obstante, dice, requiere de inversionistas más fuertes, para que su fabricación sea masiva y así poder apoyar a más personas a mejorar su salud y calidad de vida.

Hoy, suman un total de 40 camas que ha diseñado y vendido casi a precio de costo, por petición directa de familias que han conocido sus efectos positivos, sobre todo en personas que padecen de insomnio o presentan lesiones graves.

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Nacer con ingenio

Al hablar de su niñez, Álvaro Cota recuerda que vivió continuos sobresaltos a raíz de constantes cambios de domicilio, además, vivió alejado de su madre.

Como inventor, desde muy pequeño, recuerda que una de sus más amargas experiencias fue a los seis años de edad, cuando se le metió la idea de confeccionar una parrilla eléctrica, sin conocer el tipo de material que se debe de usar para ello.

El experimento salió tan mal que su improvisación dejó sin energía eléctrica un taller automotriz, en donde trabajaba y ayudaba a limpiar las piezas de los vehículos.

Sobre su adolescencia, Álvaro Cota recuerda que fue un autodidacta, al haber iniciado estudios por correspondencia a los 12 años de edad, con instituciones de origen asiático.

“Para recibir los cursos por correspondencia tuve que mentir sobre mi verdadera edad. Me inscribí como un joven de 18 años, y lo logré. Mi comprensión de los temas electrónicos aumentaron mis deseos de tener mayores conocimientos en los temas”, recuerda.

Durante su juventud, Álvaro compartió la lectura de toda clase de información sobre la electricidad, lo que lo llevó a trabajar en un taller en Guamúchil, donde desarrollaba timbres inalámbricos, alarmas para casas y vehículos, sensores infrarrojos

En su tierra natal, comenta, se volvió popular por sus conocimientos y por la serie de inventos que nunca ha patentado, como los termómetros electrónicos para medir la temperatura, baterías para marcapasos, entre otros.

“Mi vida como estudiante universitario la viví adscrito al área de Tecnología y Desarrollo del Centro de Instrumentos”, señala el investigador.

En 1996, en la Universidad Autónoma de Sinaloa, le abrieron las puertas como catedrático. Rubén Rocha Moya, hoy gobernador del estado, pero en esa época rector de la máxima casa de estudios del estado, lo incorporó a la institución, primero como asesor de estudiantes de varias carreras universitarias.