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Tijuana.- “ No hay muerto más muerto que al que nadie recuerda ”, les dijo el Arzobispo a los familiares de desaparecidos que se juntaron para escuchar la misa de inauguración del memorial que construyeron dentro de un terreno agreste, perdido entre los cerros y el polvo, en el olvido de la zona este, en Tijuana, allá a donde fueron a parar unos 300 cuerpos deshechos en sosa cáustica, en la Gallera de “El Pozolero” .
Antes, ese predio enclavado en la colonia Maclovio Rojas, era usado como una auténtica gallera . La serenata del qui-qui ri qui… sonaba perdida entre los días y las noches, con las camionetas entrando y saliendo, más de madrugada que en cualquier otro momento, según recuerdan los propios vecinos de esa comunidad.
“ Uno solo escuchaba los gallos o los arrancones de las troconas… pero de muertos y eso, na’a… si luego nos enterábamos que hallaban uno que otro muertito, pero pues nomás ”, dijo una de las residentes que vive en la misma cuadra donde a partir de 2011 y hasta la fecha, fueron halladas por los menos unas seis fosas clandestinas, entre cinco y seis huecos tapados con una masa de concreto que debajo escondidas masa orgánica, cientos de piezas de hueso humano y hasta frenos y prótesis.
Para hallar el terreno fue necesaria la detención de Santiago Meza López , en 2009, quien tras su captura confesó haber deshecho a ms de 300 personas en sosa caustica, bajo las ordenes de Teodoro García Simental, “El Teo”.
A casi siete años del primer hallazgo, en donde personal de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO) descubrió los primeros restos, ahora más de 180 nombres colgados de las paredes de concreto cubren lo que antes había sido un cementerio clandestino habilitado por el crimen organizado.
No solo eran las placas con sus identidades, también están sus rostros; dos mosaicos de vidrio, clavados sobre la tierra donde fueron hallados los cuerpos rotos. El de hombres, jóvenes y hasta adolescentes, unos perdidos mientras iban a trabajar, otros durante su trayecto de la escuela, sin que haya rastro de nadie, solo el recuerdo de sus familias que aun los nombran en vida, sin parar de buscarlos.
“Son mis hijos” dice Esperanza, una mujer de más de 50 años, que desde 2010 los busca sin descanso, “me los secuestraron cuando regresaban de la escuela, me pidieron rescate, pagamos… y yo sigo sin verlos”. Nombra a los dos mientras saca de su bolso una fotografía de ambos, siempre la lleva consigo por si un día alguien los reconoce.
Ella, los padres y madres de desaparecidos, los activistas que convirtieron su tragedia en historias de esperanza para emerger de las cenizas, y hasta el gobierno, estuvieron presentes en la misa de inauguración del memorial. Un trabajo echado andar por todos ellos, y también por el colectivo REC, con la intención de renombrar un sitio cubierto por la violencia y la impunidad.
El presidente de la Asociación Unidos por los Desaparecidos de Baja California , Fernando Ocegueda Flores, antes de mostrar y explicar las instalaciones hizo el pase de lista: Armando Heredia… Sulma Erica… Rodrigo Vega…. Fueron decenas de nombres, los que desaparecieron y aun no son hallados.
“La exigencia es y siempre ha sido… que los busquen hasta encontrarlos”, dijo el activista.
Ahí también estuvo el Secretario General de Gobierno de Baja California , Francisco Rueda Gómez, quien al final de la misa anunció la conformación de la Comisión Estatal de Búsqueda, un organismo externo a la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) que servirá como un enlace entre las organizaciones civiles, las víctimas y el gobierno.
La misa apenas terminó, el recorrido también, y entre el sonido de la nueva gallera que terminó a un costado del memorial, algunas de las madres interrumpen el discurso del funcionario para exigirles que lo de ellos, los del gobierno, no sean solo palabras.
“No queremos palabras bonitas”, dice una de las madres a unas cuatro filas de donde está parado el secretario, allá por otra esquina se escucha el coraje de una voz, rota entre lágrimas, “hasta encontrarlos, señor secretario”.