Hermosillo.— Iniciaron el Miércoles de Ceniza. Así, desde 1617, cuando fueron evangelizados por los jesuitas, los yaquis llevan a cabo los rituales de purificación y de renovación de espíritu con la celebración de Cuaresma y Semana Santa.

La orgullosa tribu, que forma parte de la historia de México en su lucha por la libertad y la autonomía, ha dado tregua a todas sus actividades para abrir paso a su celebración cristiana más importante y, a pesar de la emergencia sanitaria por el Covid-19, continúa sus procesiones. Para la etnia son 40 días de tradición, de un legado ancestral que pesa más que cualquier enfermedad.

En el Colosio Alto, en el oriente de Hermosillo, erigieron su iglesia: una ramada de carrizo y palmas, con bancas de madera; ahí permanecen entre sol, luna y lluvias, rezan ante el altar donde se encuentran José, la Virgen María y Jesucristo.

Por las mañanas, los fariseos deambulan por las calles envueltos en una cobija, un cinturón con carrizos, las piernas envueltas en tiras de tenábaris, capullos de mariposa con tierra de hormiguero que al caminar hacen ruido, calzan huaraches y tocan tambores.

Con un rosario en la boca que tiene una cruz de madera, repiten en la mente los cinco misterios seguidos, cada uno seguido por un Padre Nuestro y 10 Avemarías.

Son 47 días, Cuaresma y Semana Santa. Los fariseos representan por las calles la Pasión y Muerte de Cristo, donde los tambores significan los clavos con los que Cristo fue crucificado y la flauta, las lágrimas de María.

Soportan el sol, la sed, el hambre, no pueden hablar; van pidiendo limosna como un símbolo de humildad para pedir perdón por sus pecados y lo hacen a manera de “manda”. En este tiempo no pueden tener roce con mujeres ni siquiera mirarlas a los ojos.

Van en penitencia, así lo deben hacer hasta ritual del Sábado de Gloria, cuando los promeseros se tiran vencidos a la cruz del perdón y se queman las máscaras. Esta tradición católica de la tribu yaqui termina el Domingo de Resurrección.

No se quedan en casa

Lirio Valenzuela, Pilatos Mayor de la comunidad yaqui del Coloso Alto, dijo a EL UNIVERSAL que prevalecen los usos y costumbres ante cualquier disposición del gobierno sobre el Covid-2019. “Así se lo hicimos saber a la alcaldesa —Célida López— y a las autoridades, queriéndonos detener como un evento; éste no es un evento, es un legado de las sagradas costumbres, es autonomía de nuestro pueblo”.

El gobierno de Sonora ha decretado emergencia sanitaria; sin embargo, la tribu se resiste a hacer a un lado sus usos y costumbres.

No obstante, a pesar de que tienen autonomía como pueblo indígena y están en constante lucha por preservar el legado de sus antepasados, han acatado medidas sanitarias en las procesiones. Dentro de la iglesia no hay más de 10 cantoras y además portan cubrebocas, atienden las recomendaciones del gobierno de mantener una sana distancia.

Con las medidas de protección necesarias permanecerán ahí el Sábado de Gloria y el Domingo de Pascua, hasta que termine la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, como la milenaria tradición les ha dejado de legado.

Este grupo de indígenas yaquis tiene 30 años realizando sus celebraciones cuaresmales a las faldas de un cerro en el Coloso Alto.

“Ojalá las autoridades nos donaran el terreno”, pidió el capitán de este grupo indígena, en el que más de 200 personas, entre chapayecas y cabos, así como Jesús, María y José, entre otros personajes, participan en las ceremonias para la purificación y el perdón de los pecados.

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